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17º domingo t.o.: Hay que ser maduros para rezar el padrenuestro

Lect.:   Génesis 18:20-32; Colosenses 2:12-14 ; Lucas 11:1-13
Ver los textos en: https://textosparalaliturgia.blogspot.com/2016/07/leccionario-i-domingo-xvii-del-tiempo.html o, si lo prefiere, búsquelos en el Libro del Pueblo de Dios.


  1. Para explicar el Padrenuestro hay que saber rezar, dice un exegeta, es decir, un analista del texto bíblico que consultamos. Lo dice así porque el texto del Padrenuestro, sea en la versión de Lucas como en la de Mateo, encontramos simultáneamente un texto catequético, que transmite lo esencial de la fe cristiana de las primeras comunidades pero, obviamente,  es también un texto que usaban como diálogo con Dios en sus reuniones de culto. Y hay algo más que yo me permitiría añadir: que para saber rezar y para entender el Padrenuestro hay que saber vivir, como persona madura, fuerte e independiente. Si lo pensamos así no nos causará esa extrañeza que se produce, de primera entrada, cuando oímos a Lucas decirnos al comienzo de la lectura de hoy: “Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus seguidores: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.»  Aquí queda claro que Jesús no les había enseñado a orar ni oraba con ellos desde el principio. ¿Estaba esperando tal vez que alcanzaran una cierta madurez como discípulos suyos?
  2. Fijémonos solamente en dos aspectos centrales cuya comprensión requiere madurez y discernimiento por parte de los discípulos. Primero, en esta oración llamamos a Dios, “padre” y, segundo, le hacemos “peticiones”.  Suena muy hermoso pero, ¡ojo!, ambos aspectos podríamos entenderlos de manera distorsionada dependiendo de cómo los hayamos experimentado en nuestra propia vida. Cuando llamamos a Dios “padre”, ¿en qué o en quién estamos pensando? ¿En las características del padre que tuvimos o que no tuvimos pero añoramos?, Y ¿cuáles son esas características? ¿autoridad fuerte que lo que produce es obediencia, dependencia o temor en hijos y en esposa?  De hecho, los ancestros judíos cuando hablaban de Dios, ni siquiera podían mencionar su nombre,  y pensaban en un ser poderoso, omnipotente, superior a todos los dioses de otros pueblos  por lo que podía subyugar a todos —incluso destruirlos— en beneficio del pueblo de Israel. La idea sobre este Dios, —a pesar de que no se representaba en imágenes dada su superioridad—, se construyó posiblemente pensando en un ser hecho a imagen y semejanza de la figura masculina poderosa y dominadora de los dirigentes del pueblo, los patriarcas del Antiguo Testamento. Era Yavé, el dios nacional de Israel, que trataba a este pueblo como su único elegido y beneficiado. 
  3. Por el contrario, la expresión “Padre” en la oración de Jesús, en arameo, era el “Abba”, papá o papi como podríamos traducirlo en nuestro lenguaje ordinario, para expresar a quien veían como generador de amor y vida y que genera energía en todas las cosas, cercano y afectuoso. De no ser por el condicionamiento social machista de entonces,  y a la ignorancia de la época, sobre los principios de la biología humana, también podría haberse expresado como mamá o mami. Incluso en el A.T. el profeta lo compara con una madre mejor que todas porque jamás olvida a sus hijos (Is 49:15).
  4. Hacerle “peticiones” a este que nos insufla la vida y el amor, no puede ser hecho por quien no ha logrado hacer crecer en sí mismo el extraordinario don de esa vida y ese amor que nos hacen semejantes al padre. La oración cristiana del padrenuestro no puede hacerse con la actitud pasiva dependiente de quien se acostumbra a pedir y no a dar; de quien quiere ser amado sin empezar por dar amor a los que dice amar; de quien es inseguro de sus propias fuerzas y de su propia persona, quien permanece eternamente infantil.  Hablarle al Dios Padre - Madre de Jesús, es hablarle a quien no está fuera de nosotros, y que habita en nosotros mismos para compartir desde ahora con nosotros la plenitud de su vida divina de manera que seamos prolongación de su presencia, continuación de su obra creadora. Lo esencial que debemos pedirle, como dice Lucas, el Espíritu y el Reino que empieza en nosotros, ya nos lo ha dado,. Todo lo demás lo podremos construir, libremente, por añadidura. 
  5. Saber rezar es saber vivir como Jesús de Nazaret, como una persona madura, libre, responsable que, a imagen de su papá, se relaciona con los demás para entregarse generosamente y no con actitud de dominación, y que a base de esa misma entrega va completando su identidad propia, llenando los vacíos de su fragilidad humana y la de sus semejantes.Ω

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