Fiesta del Corpus Christi, 6 junio 2010
Lect.: Gén 14: 18 – 20; 1 Cor 11: 23 – 26; Lc 9: 11b – 17
1.“Hagan esto en memoria mía”. Esta frase viene a ser la central de los textos que narran el origen de nuestra Eucaristía. Y, sin embargo, nos pasa a menudo inadvertido su significado. O, simplemente, la forma rutinaria que tenemos de celebrar la misa nos impide precisar lo que quiere decir. “Hacer esto…”, ¿hacer qué? Hay que reconocer que para un cierto número de gente, de lo que se trata es de hacer una especie de milagro: convertir el pan y el vino en cuerpo y sangre de Jesús. Milagro que puede realizar solo el sacerdote. Para quienes lo ven así, “hacer esto en memoria mía” significa repetir una y otra vez el “milagro”. No nos escandalicemos, pero de ver así las cosas a verlas casi como algo mágico, no hay más que un paso. Entonces, me dirán Uds., ¿a qué se refiere la petición de Jesús de “hacer esto en su memoria”. No es difícil descubrirlo, con solo poner atención al relato de la Cena que repetimos en el momento central de la misa actual: “Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: tomen y coman…” Es decir, el signo que nos pide repetir no es el de hacer ningún milagro de transformación del pan y vino con unas palabras sacerdotales; el signo es partir, repartir y comer el pan, y hacerlo en memoria suya, es decir, de toda su vida, de cómo vivió, para quiénes vivió. En esta manera de leer el texto hay una pequeña gran diferencia que, a menudo, perdemos de vista. Lo que nos está pidiendo es que, al celebrar su Cena, nos comprometamos a que toda nuestra vida sea su misma vida y que, como Él, nos partamos y repartamos en una permanente donación de amor y de servicio. La idea es tan clara y central para los evangelistas, que Juan en vez de narrar el momento de la comida, narra el lavatorio de pies, otro gran signo eucarístico, tras el cual Jesús les dice: “les he dado ejemplo, para que también Uds. vayan y hagan como yo he hecho con Uds.” Esto es lo que venimos a hacer en la misa, al menos la razón por la que deberíamos venir: para animarnos a partirnos y repartirnos en la construcción de la comunidad, haciendo nuestra la misma vida de Jesús.
2.Hay otro detalle que, quizás también por rutina, se nos pasa por alto: Jesús se presenta como pan. De nuevo me dirán Uds. que esto es lo que siempre decimos. Pero no es así. Casi siempre nuestro énfasis se pone al revés, viendo el pan como Jesús. Y, además, por consiguiente, casi siempre nos fijamos solo en el producto terminado. Pero lo que Él quería decir es que su cuerpo, su persona entera era pan: que para que haya pan el grano tiene primero que caer y desaparecer en tierra, para que luego nazcan los brotes y las plantas de trigo y después de cosechar los frutos, tiene que dejarse triturar sus granos en el molino, para convertirse en harina y luego ser amasado y solo entonces transformarse en pan, que pueda ser alimento. Esta imagen de este proceso de elaboración del pan, parecida a la de la elaboración del vino, probablemente era más elocuente a las gentes de aquella época o, en la nuestra, a los de zonas productoras de trigo y uva. Con todo, nosotros también podemos acercarnos a su comprensión, creo que sin demasiado esfuerzo.
3.Nuestro amor por Jesús nos ha hecho enfatizar en torno a la Eucaristía aspectos devocionales y de adoración. No está mal pero, a la luz de lo que acabamos de reflexionar sobre los textos, nos damos cuenta de que esas prácticas son insuficientes, e inadecuadas incluso, si desplazan lo esencial de la Eucaristía. Creo que la ventaja de dedicar un domingo al año para meditar exclusivamente en el sentido de la celebración eucarística nos puede ayudar a ir recuperando la manera de vivirlo como verdadera memoria de Jesús.Ω
Anexo: (reproduzco aquí un elocuente texto de Tony de Mello que cita fray Marcos en "Fe Adulta". Por razones comprensibles no lo incluyo en la predicación de la parroquia. Su sentido es tan obvio que no lo comento:
"En una tribu de primitivos seres humanos, el más espabilado descubrió un día la manera de hacer fuego. La manipulación del fuego ha sido el invento que más ha contribuido al avance de la civilización humana. El inventor quiso hacer partícipes a otras tribus de aquellas ventajas; así que cogió los bártulos y se fue a la tribu más cercana.
Reunió a la comunidad y les explicó la manera de hacer fuego y como se podía utilizar para mejorar la calidad de vida. La gente se quedó admirada al ver aparecer el fuego, como por arte de magia. Todo eran muestras de admiración y agradecimiento. El visitante, les dejó los aperos de hacer fuego y se volvió a su tribu.
Unos años después, volvió por la aldea y les preguntó por las ventajas que habían logrado con la utilización del fuego. Cuando lo vieron llegar, todos mostraban su alegría y le condujeron a una pequeña colina apartada del poblado, donde habían construido una plataforma y en lo más alto habían colocado una preciosa urna, donde habían guardado con devoción los instrumentos de hacer fuego que les había regalado.
Toda la tribu se reunía allí con frecuencia, para adorar e incensar aquellos instrumentos tan valiosos. Pero… ni rastros de fuego en toda la aldea. Su vida seguía exactamente igual que antes. Ninguna ventaja había extraído de sus enseñanzas. Seguían sin atreverse a usar el fuego".
Lect.: Gén 14: 18 – 20; 1 Cor 11: 23 – 26; Lc 9: 11b – 17
1.“Hagan esto en memoria mía”. Esta frase viene a ser la central de los textos que narran el origen de nuestra Eucaristía. Y, sin embargo, nos pasa a menudo inadvertido su significado. O, simplemente, la forma rutinaria que tenemos de celebrar la misa nos impide precisar lo que quiere decir. “Hacer esto…”, ¿hacer qué? Hay que reconocer que para un cierto número de gente, de lo que se trata es de hacer una especie de milagro: convertir el pan y el vino en cuerpo y sangre de Jesús. Milagro que puede realizar solo el sacerdote. Para quienes lo ven así, “hacer esto en memoria mía” significa repetir una y otra vez el “milagro”. No nos escandalicemos, pero de ver así las cosas a verlas casi como algo mágico, no hay más que un paso. Entonces, me dirán Uds., ¿a qué se refiere la petición de Jesús de “hacer esto en su memoria”. No es difícil descubrirlo, con solo poner atención al relato de la Cena que repetimos en el momento central de la misa actual: “Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: tomen y coman…” Es decir, el signo que nos pide repetir no es el de hacer ningún milagro de transformación del pan y vino con unas palabras sacerdotales; el signo es partir, repartir y comer el pan, y hacerlo en memoria suya, es decir, de toda su vida, de cómo vivió, para quiénes vivió. En esta manera de leer el texto hay una pequeña gran diferencia que, a menudo, perdemos de vista. Lo que nos está pidiendo es que, al celebrar su Cena, nos comprometamos a que toda nuestra vida sea su misma vida y que, como Él, nos partamos y repartamos en una permanente donación de amor y de servicio. La idea es tan clara y central para los evangelistas, que Juan en vez de narrar el momento de la comida, narra el lavatorio de pies, otro gran signo eucarístico, tras el cual Jesús les dice: “les he dado ejemplo, para que también Uds. vayan y hagan como yo he hecho con Uds.” Esto es lo que venimos a hacer en la misa, al menos la razón por la que deberíamos venir: para animarnos a partirnos y repartirnos en la construcción de la comunidad, haciendo nuestra la misma vida de Jesús.
2.Hay otro detalle que, quizás también por rutina, se nos pasa por alto: Jesús se presenta como pan. De nuevo me dirán Uds. que esto es lo que siempre decimos. Pero no es así. Casi siempre nuestro énfasis se pone al revés, viendo el pan como Jesús. Y, además, por consiguiente, casi siempre nos fijamos solo en el producto terminado. Pero lo que Él quería decir es que su cuerpo, su persona entera era pan: que para que haya pan el grano tiene primero que caer y desaparecer en tierra, para que luego nazcan los brotes y las plantas de trigo y después de cosechar los frutos, tiene que dejarse triturar sus granos en el molino, para convertirse en harina y luego ser amasado y solo entonces transformarse en pan, que pueda ser alimento. Esta imagen de este proceso de elaboración del pan, parecida a la de la elaboración del vino, probablemente era más elocuente a las gentes de aquella época o, en la nuestra, a los de zonas productoras de trigo y uva. Con todo, nosotros también podemos acercarnos a su comprensión, creo que sin demasiado esfuerzo.
3.Nuestro amor por Jesús nos ha hecho enfatizar en torno a la Eucaristía aspectos devocionales y de adoración. No está mal pero, a la luz de lo que acabamos de reflexionar sobre los textos, nos damos cuenta de que esas prácticas son insuficientes, e inadecuadas incluso, si desplazan lo esencial de la Eucaristía. Creo que la ventaja de dedicar un domingo al año para meditar exclusivamente en el sentido de la celebración eucarística nos puede ayudar a ir recuperando la manera de vivirlo como verdadera memoria de Jesús.Ω
Anexo: (reproduzco aquí un elocuente texto de Tony de Mello que cita fray Marcos en "Fe Adulta". Por razones comprensibles no lo incluyo en la predicación de la parroquia. Su sentido es tan obvio que no lo comento:
"En una tribu de primitivos seres humanos, el más espabilado descubrió un día la manera de hacer fuego. La manipulación del fuego ha sido el invento que más ha contribuido al avance de la civilización humana. El inventor quiso hacer partícipes a otras tribus de aquellas ventajas; así que cogió los bártulos y se fue a la tribu más cercana.
Reunió a la comunidad y les explicó la manera de hacer fuego y como se podía utilizar para mejorar la calidad de vida. La gente se quedó admirada al ver aparecer el fuego, como por arte de magia. Todo eran muestras de admiración y agradecimiento. El visitante, les dejó los aperos de hacer fuego y se volvió a su tribu.
Unos años después, volvió por la aldea y les preguntó por las ventajas que habían logrado con la utilización del fuego. Cuando lo vieron llegar, todos mostraban su alegría y le condujeron a una pequeña colina apartada del poblado, donde habían construido una plataforma y en lo más alto habían colocado una preciosa urna, donde habían guardado con devoción los instrumentos de hacer fuego que les había regalado.
Toda la tribu se reunía allí con frecuencia, para adorar e incensar aquellos instrumentos tan valiosos. Pero… ni rastros de fuego en toda la aldea. Su vida seguía exactamente igual que antes. Ninguna ventaja había extraído de sus enseñanzas. Seguían sin atreverse a usar el fuego".
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