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3er domingo de Adviento

3er domingo de Adviento, 13 dic. 09
Lect.: Sof 3: 14 – 18 a; Flp 4: 4 – 7; Lc 3: 10 – 18


1. Casi todos los adolescentes pasan —y hemos pasado también nosotros por ahí— por una etapa de rechazo de imposición de normas, de reglamentos, de autoridades que nos indiquen qué hacer. Pasan por una crisis y causan una crisis a los papás y maestros. Es la etapa, decimos, de la rebeldía. Se junta, con frecuencia, a las tendencias a vestir y presentarse de maneras distintas: pelo largo, aretes, tatuajes, probar drogas… que también causan tanto disgusto a los adultos. Quisiera destacar dos cosas muy positivas detrás de esa reacción adolescente. Una, es la necesidad de ser ellos mismos, de tener identidad propia. La otra, lograr esa realización personal de manera creativa, sin copiar al papá, o a los que están supuestamente encargados de su formación. Este sería un tema para todo un cursillo, pero no es de lo que se trata aquí. Lo que quiero destacar es lo significativo que resulta para todos el recuerdo de esa etapa de la vida en la que quisimos ser nosotros mismos y no simplemente un clon de nadie más, un producto industrial en serie. La sociedad, la economía actual y las distorsiones del sistema educativo luego casi siempre castraron esas aspiraciones a ser uno mismo y nos amoldaron a acabar copiando a los “ídolos” promovidos por el comercio y aceptados por la mayoría conformista. Pero en el corazón de cada uno de nosotros permanece la semilla de ese deseo de libertad profunda, de ser creadores de un ser humano salido de la mano de Dios sin duplicados.
2. En el texto evangélico de hoy la gente, después de oír la tremenda predicación del Bautista, reacciona y le preguntan: “¿Entonces, qué hacemos?” Esa misma pregunta seguro que nos la hacemos nosotros cada año, en el adviento, antes de conmemorar una vez más la Navidad, y prepararnos para renovar nuestra vida en un año nuevo. Los dos domingos anteriores hablamos de las amenazas que atentan contra la vida de la humanidad y del planeta y de la necesidad de recibir la palabra de Dios en el desierto, es decir, liberándonos de obstáculos para que germine en nuestro corazón y nos permita cambiar nuestro estilo de vida. Pero este domingo, la pregunta obligada es “Entonces, ¿qué hacemos para que este cambio suceda?
3. La respuesta puede darse a diferentes niveles. Algunos se sentirían tentados de responder que de lo que se trata es de cumplir mejor las leyes civiles y los mandamientos. Es un primer nivel, mínimo que no es el que enfatiza Jesús, aunque sí el pueblo judío al que perteneció. Otro nivel que supera el nivel legal es el moral, el ético. Si nos quedamos en la comprensión literal de Lc hoy nos encontraríamos en ese segundo nivel: compartir el vestido, el alimento, cobrar el precio correcto, no chantajear, todo eso que menciona Juan se refiere a la práctica de la justicia, de la solidaridad, de la equidad y de otros valores sociales. Es un nivel de práctica muy importante, que nos permite ir viviendo con calidad y excelencia. Ojalá diéramos pasos en esa dirección. Ya sería un adelanto extraordinario para nuestras sociedades. Equivale a ser bautizados con agua, dice Jn. Pero el evangelio apunta a un tercer nivel más profundo, el nivel de la espiritualidad, de la interioridad. El nivel de ser bautizados en Espíritu Santo y fuego, al que sin saberlo aspirábamos cuando pasamos por el momento de la adolescencia: es el nivel de llegar a ser uno mismo, ancanzando lo más auténtico y único que hay en mí mismo. No solo acoplarnos a leyes establecidas desde fuera, ni siquiera solo de criterios valorados como excelentes por la sociedad. Es sacar desde dentro un modelo único, de ser humano que tenemos que crear a imagen y semejanza de Dios.
4. “Entonces, ¿qué hacemos?” Por lo pronto tomar conciencia de que el ideal es alcanzar ese nivel de espiritualidad, —como lo hizo Jesús—, solo en el cual podremos ser de verdad libres para ser nosotros mismos. No podemos de un solo, eliminar las amenazas a la vida en el planeta y cambiar el estilo mercantilista de esta sociedad. Pero en medio de lo que existe, aquí y ahora, podemos ir creando esa nueva forma de ser humanos que será el fermento de transformación de la economía, de la política y la sociedad que existen.Ω

Comentarios

  1. Me parece que este texto nos abrirá espacios de reflexión a quienes trabajamos con adolescentes. Muchas gracias.

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