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actualizando homilías 2007

1er domingo de cuaresma, 25 febrero 2007
Lect.: Dt 26: 4 – 10; Rom 10: 8 – 13; Lc 4: 1 – 13

1. No es nada novedoso decir que “lo bueno cuesta”. Tampoco, por tanto, decir que “en todo camino espiritual vamos a encontrar obstáculos”. Lo importante es entender un poco mejor cuáles son las dificultades que a uno lo afectan más y más le impiden seguir el camino de Jesús. Es lo que solemos llamar “tentaciones”. Pero ojo, de lo que se trata ante todo, no es de hacer una lista de cosas exteriores que me distraen y me apartan del camino. Por ejemplo, la adicción al placer sexual, o al poder, o al dinero. Eso es bastante fácil de saber. Y varía un poco en cada uno. Quizás algo importante que debemos entender antes de hacer esa lista y qué es un poco más difícil de ver es en qué consiste lo erróneo de cualquiera de esas u otras tentaciones que podemos padecer. Por qué cualquier tentación puede hacernos perder el camino. Y debemos estar claros en que el problema no está en que nos atraigan cosas malas. Ni el sexo, ni el poder, ni los recursos económicos, por poner ejemplos comunes, son malos por sí mismos. ¿Qué es entonces, por así decirlo, lo peligroso de las tentaciones?

2. La lectura de Lc de hoy tiene muchos elementos que vale la pena seguir meditando durante la semana. Pero aquí vamos solo a fijarnos en uno, para tratar de responder a esa pregunta sobre lo que es peligroso en las tentaciones. En la dramatización que Lc construye, —que más que un hecho histórico concreto, representa un factor que pesó sobre toda la vida de Jesús—, Satán utiliza una estrategia constante: pintarle a Jesús una realidad fantástica, inexistente, falsa, pero sumamente atractiva: tirarse desde lo alto de un monte, y ser atajado en el aire maravillosamente por un grupo de ángeles; tener hambre, y convertir mágicamente piedras en pan; … Lo peligroso de la tentación es que te coloca en una realidad inexistente y te distrae, te lleva a escapar de lo que realmente sos, del camino real que estás llamado a seguir, de la realidad tal y como realmente es. Es lo que nos pasa a todos con nuestras tentaciones de fondo. Nos llenan de fantasías la cabeza y el corazón. Por ejemplo, en el marido o la esposa, con problemas normales en su hogar, que empiezan a soñar o a buscar otro hombre o mujer ideal; o en el trabajador o el empresario a quien se le hace duro e insuficiente su empleo, y empieza a imaginar “movidas” menos lícitas para enriquecerse más fácilmente; o en cualquier persona que sufre y cree que la droga, el licor o falsas religiones fáciles lo van a aliviar.

3. Hay un comentarista bíblico que dice que el camino de la cuaresma es un camino que significativamente empieza con el miércoles de ceniza y termina con la pascua. Es decir, que va desde las cenizas hasta el fuego de la pascua. La pascua es la alegría, la liberación, la resurrección. Pero avanzamos hacia ella no desde la negación de nuestra realidad, desde nuestras fantasías, sino desde las cenizas de nuestra propia realidad, desde nuestra humanidad tal y como es, con todas sus limitaciones y oscuridades, con los rasgos menos bonitos que tenemos. Desde dentro de lo que somos, aunque no lo comprendamos bien, podemos avanzar con más certeza hacia la realidad más real, la que ilumina el Cristo resucitado. No es fácil aceptarnos, aceptar las limitaciones de la vida humana, la propia y la ajena. Y es muy difícil aceptar que desde dentro de esa realidad de criaturas podemos entrar en comunión con lo divino que habita en nosotros. Por eso tendemos a fabricarnos mundos irreales y nos dejamos tentar por lo que nos hace fabricar fantasías. El camino de esta cuaresma puede servirnos de ayuda para reconciliarnos con nuestra realidad y desde ella descubrir la realidad más profunda que llamamos “resurrección”.Ω

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