Lect.:
Exodo 12,1-8.11-14; I Corintios 11,23-26; Juan 13,1-15
- El gesto que realizamos ahora, el lavatorio de pies, es quizás, el punto de referencia clave para entender de qué se trata la Eucaristía, el sacerdocio cristiano y la Misión de la Iglesia. Probablemente por eso, el evangelista Juan colocó aquí, en la cena de despedida de Jesús, este extraordinario gesto y, en cambio no incluyó el relato de la institución de la Eucaristía. No hacía falta, porque el lavar los pies de sus discípulos, descifra el sentido más profundo de la fracción y distribución del pan y del vino. Muestra, de manera viva, que compartir la Eucaristía no es otra cosa que asumir sacramentalmente el compromiso de servicio a todos nuestros semejantes.
- Unas veces, la necesidad personal y otras, la piedad bien intencionada, nos han llevado a los cristianos a reducir la Eucaristía o bien solo como una especie de “medicina para el alma”, o bien como un objeto de adoración y de culto. Son dimensiones importantes, pero no las principales. Hacer el lavatorio de los pies nos corrige nuestras buenas intenciones y nos permite comprender que participar en la misa, comulgar, equivale a aceptar con seriedad las palabras de Jesús: "Si yo, el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros; les he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con ustedes, ustedes también lo hagan." No nos dice simplemente que seamos devotos de la Eucaristía, sino que ésta ha de ser la memoria suya, el recuerdo permanente de toda su vida de servicio, hasta el final, expresada tan gráficamente en el lavatorio de los pies.
- Este doble signo, partir el pan y lavar los pies, tiene ese único significado, el compromiso a servir de cada cristiano, como persona individual y de la iglesia, como comunidad. Es muy hermoso y elocuente repetir aquí una expresión traída a la memoria, de un obispo italiano, ya fallecido, don Tonino Bello. Decía él que soñaba con que la Iglesia llegara a ser "la Iglesia del delantal". Al fin y al cabo, decía, el delantal - esa prenda sencilla, signo de servicio-, fue el único ornamento sagrado que usó Jesús, y lo hizo en el momento del lavatorio de pies, en la cena de despedida. El Superior General de los hermanos Maristas subrayaba hace pocos días, a ese propósito y de la primera homilía del Papa Francisco, la necesidad de una iglesia del delantal, una iglesia de la ternura. Y hacía ver que, con la elección del nuevo Papa "miles de personas en todo el mundo han sentido, de manera intuitiva, ..., que ese es el camino." El camino que debemos retomar como Iglesia.
- Precisamente esta misma mañana, el Papa Francisco, en la misa crismal, nos recordaba en la misma dirección que el sacerdocio cristiano es una consagración, una unción como la del propio Jesús, para anunciar buenas noticias a los pobres, a los cautivos, a los oprimidos. No es una función, decía, sino una unción. No es un privilegio. No establece una dignidad superior, sino una mayor exigencia para el sacerdote de la actitud de servicio que todo cristiano —todos hemos sido ungidos en el bautismo—, debe tener primordialmente con los más necesitados.
- Después de celebrar el Jueves Santo, no podremos participar en la Eucaristía, ni ver a los sacerdotes, ni entender la Iglesia, sino desde la perspectiva del lavatorio de pies.Ω
Excelente reflexión Jorge. El servicio a los demás, el darnos a los demas y compartir la gracia que al mismo tiempo nos ha sido obsequiada debe ser la señal de todo cristiano y más aún, de todo ser humano que se precie de serlo.
ResponderBorrarCoincide además con las palabras de Jorge Bergoglio en la misma celebración del jueves santo... Buenas nuevas nos vienene de Roma, ojalá continúen así.