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Mostrando las entradas con la etiqueta pobres

5º domingo t.o.: Ser "luz" y ser "sal" no son símbolos de interpretación arbitraria

Lect.: Isaías 58:7-10; I Corintios 2:1-5; Mateo 5:13-16 En nuestra reflexión anterior afirmamos que Mateo propone el Sermón de la Montaña como un modo de vida realizable y no como algo solamente utópico, en el peor sentido,  sin posibilidad de concreción. Esta afirmación dio lugar a una interesante conversación (en Facebook, ya que, lamentablemente no se puede hacer “en vivo” en la celebración litúrgica o, al menos, a la salida de ésta). Lo que conversamos, empezó con la pregunta de una amiga que decía, “¿Que pasos prácticos implementar para vivir esa realidad? Intercambiamos ideas al respecto que pueden Uds. leer al pie de la reflexión. Es solo un comienzo de un tema que podríamos ampliar más. Pero hoy, el texto de Mateo da lugar a que nos planteemos otras preguntas: ¿Qué quiere decir “poner en práctica las Bienaventuranzas? Y, en definitiva, ¿Por qué hacerlo? Como en otras ocasiones, creo que resulta pedagógico empezar mencionando respuestas insuficientes o erróneas desde el

3er domingo t.o.

Lect.: Neh 8:2-4, 5-6, 8-10; I Cor12:12-30; Lc 1:1-4; 4:14-21 El documento en que el Papa Francisco nos convoca para celebrar este año como “Año de la Misericordia” empieza así: “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre . El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret.”   Estas palabras del Papa nos permiten entender,   entonces, el sentido del texto evangélico de hoy. En el momento en que Jesús inaugura su misión, se presenta en la sinagoga de Nazaret como alguien en quien “se cumplen hoy”,   cuatro actividades de misericordia: “ anunciar a los pobres la Buena Noticia”, “proclamar la liberación a los cautivos ”, “dar la vista a los ciegos ”, y “dar la li bertad a los oprimidos ”.   Ahí se resume la misión de Jesús, su programa de vida .   Si queremos saber en qué consiste lo esencial del ser cristiano, —nuestro propio programa de vida—, ahí nos da la respuest

Todos los santos

Lect. Apoc 7,2-4.9-14; I Juan 3,1-3; Mateo 5,1-12a 1.    En la época y en la zona mediterránea en que vivió Jesús de Nazaret, no se entendía la pobreza  solamente como padecer una limitación económica, de ingresos y posesión de bienes. Además de eso era, sobre todo, un problema cultural y social. Era una carencia de posición, de estima, de reputación. No solo carecer de recursos, sino de educación, salud, vestido elegante, buena vivienda. Pobre era, por tanto, un “don nadie”, que no había nacido en buena cuna, en una familia de alcurnia, de gente notable que sabía comportarse. Era, por eso, alguien que no podía codearse con la gente destacada, con los fariseos o los sacerdotes quienes, además de tener muchas posesiones, se presentaban como irreprochables, como supuestos santos, cumplidores de la ley, mientras los pobres ni siquiera tenían las capacidades para leer y estudiar la Ley, las Escrituras. Creo que en nuestra época ya hemos empezado a entender que esto es también en n

22º domingo t.o.

Lect.: Deut 4, 1-2. 6-8; Sant 1, 17-18. 21b-22.27; Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23 1.     Como es normal, la lectura de textos que tienen milenios de antigüedad, nos hacen enfrentarnos con culturas muy diferentes de las nuestras, con costumbres que nos suenan extrañas, a veces incluso ridículas o divertidas, pero en todo caso, chocantes, fuera de lugar para nuestra época. Acordémonos, por ejemplo, de la lectura de san Pablo el domingo pasado, en la que veía las relaciones matrimoniales con un filtro machista, típico de esa época, y acababa presentando en su ideal de familia, un comportamiento de la mujer, dócil, sometida, al varón. Hoy, en el texto de Marcos, nos topamos con otra visión, que nos resulta también ajena a nuestra cultura actual, en Occidente, al menos. Es la visión judía de hace 21 siglos, y más antigua aún, en la que se mezclaban costumbres prácticas, de carácter higiénico con un respaldo religioso. Se le daba carácter sagrado a las prácticas de lav

Fiesta de Pentecostés

fiesta de Pentecostés Lect.:  Hechos 2,1-11; I Corintios 12,3b-7.12-13; Juan 20,19-23 Cuando decimos que estamos vivos, ¿qué queremos decir? Parece una pregunta con respuesta muy obvia, pero si nos paramos a pensar un momento estamos hablando de que la vida es una realidad que tiene diversos niveles, incluso si pensamos solamente en la vida humana. Por ejemplo, cuando en el vientre de una madre está un óvulo fecundado, este está vivo, sin duda, pero no es una vida personal, como la que puede tener un niño y, no digamos ya, un hombre o una mujer adulta (no es un “ homunculus", como pensaban en el siglo XVII). En otro nivel, cuando alguien sufre un accidente serio y queda en estado de coma, —como oímos que sucede o quizás hemos conocido casos—, ese paciente puede quedar en un estado vegetativo. Está vivo, pero solo a nivel de funciones muy elementales del cuerpo humano y depende, muchas veces, de una permanente asistencia médica para sobrevivir. Más allá de esto, en los que

14º domingo t.o.

Lect.:  Zacarías 9,9-10; Rom 8,9.11-13; Mateo 11,25-30 Este es uno de esos hermosos textos de Jesús que simplemente nos fascina, quizás porque toca algo muy íntimo en cada uno de nosotros. Nos hace vibrar cuando dice que la realidad del Padre se ha revelado a los sencillos e ignorantes y no a los sabios. Y esto nos anima porque cada uno de nosotros nos sentimos sencillos e ignorantes respecto a la realidad divina. Pero, para entender mejor este texto, ubiquémonos en el tiempo y el lugar en el que Jesús lo pronunció y en el que Mateo lo escribió. En ese momento en Palestina hablar de los “sabios y entendidos” era una clara referencia a los sacerdotes del Templo y a los Maestros de la Ley que eran los que monopolizaban las verdades oficiales, y que pretendían encerrar la verdad y el conocimiento de Dios en las doctrinas que ellos enseñaban.  Y para esos sacerdotes y maestros, los sencillos e ignorantes eran todos los demás, pero sobre todo los “de a pie”, la gente de la tierra, lo