Ir al contenido principal

TRES REFLEXIONES PARA RECUPERAR EN LA "FIESTA DE LA TRINIDAD"

  1.   Al repasar mis reflexiones de los últimos años sobre la "celebración de la Trinidad", me parece valioso recuperar, entre otras, las siguientes. La primera,  que la experiencia nos enseña lo inadecuadas que son las solas palabras para expresar nuestros mejores sentimientos y nuestras profundas convicciones. En realidad, es algo que ya antes sabíamos que pasaba sobre todo cuando tratábamos de compartir la alegría sentida, el disfrute de la vida, la intensidad del amor… Y es algo que deberíamos también haber constatado al meternos a “hablar de Dios”, porque detrás de esa palabra, ese nombre, “Dios”, tocamos la realidad más profunda de nuestro ser, de nuestra persona, de esa realidad que está en cada uno de nosotros pero que es más grande que nosotros. Lo normal, entonces, es que el lenguaje verbal siempre se quede corto y nos deje insatisfechos. Lo primero que aportó la Buena Nueva fue la oportunidad, no de aprender una verdad teológica, sino de vivir la experiencia que Jesús de Nazaret tuvo de Dios su Padre, y de sus hermanos y hermanas, y así, experimentar una manera de vivir distinta.  Por eso cuando en un Domingo como este, celebramos la Santísima Trinidad, no se trata de una “verdad para creer”, sino una manera, limitada por cierto, de apuntar hacia dimensiones de nuestra vida personal y comunitaria, que debemos descubrirlas para vivir de manera profunda, espiritual, la plenitud de nuestra vida humana.
  2. La segunda reflexión, se desprendía de la frase categórica del evangelista Juan, "a Dios nadie le ha visto jamás". Por eso, la misión de bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, no es una proclamación dogmática sobre lo que entendían como "Dios", las primeras comunidades cristianas. Más bien apunta a lo que significa en la vida de una persona haber sido bautizado, sumergiéndonos en el modo de vida de Jesús de Nazaret, al sumergirnos en el Espíritu que lo alentó, estaremos todos los seres humanos sin excepción, sumergidos en la misma vida de Dios, al que nadie ha visto jamás, como nos lo recuerda Juan, pero que viviendo de esta manera lo vamos experimentando y lo hacemos manifiesto progresivamente. Es la grandeza de la dignidad humana.  Más que alinearnos confesionalmente  en una iglesia, nos abre a vivir una nueva identidad que nos une con toda  la humanidad, nos establece como hermanos universales (San Carlos de Foucault) y nos recuerda la necesidad de profundizar permanentemente esta comunión.
  3. La tercera reflexión que me parece bueno recuperar es recordar que Jesús fue un hombre de pueblo,   condicionado por su tiempo, su cultura, lejana de la nuestra. Así, nos resulta inevitable la pregunta ¿cómo puede ser revelación de Dios con todas esas limitaciones? No es solo que el Dios que entendemos como absoluto se manifieste en un ser humano sino que este humano está condicionado por el lugar y el tiempo en que vivió. Obviamente, entonces, tenemos que interrogarnos si el dios en quien creemos veinte siglos después y el Jesús que nos lo dio a conocer, ¿no necesitan acaso, también, ser sacudidos de sus  condicionamientos históricos, para que tengan sentido para nuestras vidas en el siglo XXI?  
  4. Es probable que la mejor manera de celebrar esta fiesta de nuestra fe en Dios, quizás sea comprometiéndonos a avanzar en una purificación de nuestra manera de representarnos el misterio de Dios, despojando nuestra fe de herencias culturales que hoy por hoy resultan inapropiadas para pensar al Dios padre de Jesús de Nazaret y para entendernos con la cultura contemporánea. Quizás deberíamos repetir en nuestros corazones esa aparentemente paradójica oración de ese gran místico del siglo XIV, el Maestro Eckhart: “«¡le pido a Dios que me libere de Dios!»

Nota: esas tres reflexiones fueron desarrolladas con algo más de detalle en las predicaciones del 7 de junio del 2020, del, 31 de mayo del 2021, y del 12 de junio del 2022.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Domingo de Pascua

Lect.:  Hech 10: 34-43; Col 3: 1-4; Jn 20: 1-9 Cuando decimos que para los cristianos la fiesta de la Pascua es el acontecimiento central de nuestra vida , afirmamos que estamos hablando de algo de lo que no es fácil hablar . Nos referimos al momento culminante de la vida de Jesús, de la vida de sus primeros testigos y de nuestra propia vida . ¿Cómo poder expresar ese momento culminante de manera fácil? ¿Cómo encerrar en palabras humanas unas realidades, vivencias que tocan lo más íntimo de nuestro ser y del ser de Jesús ? Durante muchos años hemos leído y meditado los relatos evangélicos de la resurrección y probablemente nos hemos quedado pegados en los detalles con que sus autores intentaron comunicar lo incomunicable. La resurrección de Jesús no es la vuelta a la vida en este mundo de un cadáver . Y, sin embargo, por las limitaciones del lenguaje, si los leemos literalmente, los relatos sobre la tumba vacía, sobre las apariciones a María Magdalena,...

3er domingo de Adviento

3er domingo Adviento, 16 diciembre 2007 Lect.: 35: 1 – 6 a; Sant 5: 7 – 10; Mt 11: 2 – 11 1. Nuestro mundo ha cambiado mucho desde que Isaías escribió el texto que escuchamos hoy. La imaginación no nos da para pensar lo diferente que sería la sociedad de hace 2700 años. Pero hay algo que nos suena conocido. El profeta ve a su alrededor gente con manos débiles, con rodillas vacilantes, dejándose llenar su corazón de cobardía, con temor. Un mundo lleno de problemas que produce innumerables víctimas. Siete siglos después, Juan el Bautista en la cárcel, duda si Jesús es el Mesías que ha de venir y manda a sus discípulos a preguntarle si es él o hay que esperar a otro. Jesús se identifica indicando a quiénes ha venido a traer esperanza: a los inválidos, a los enfermos, a los pobres, a los que están amenazados por la muerte y dice claramente: anuncien a Juan lo que están Uds. viendo y oyendo. 2. El mundo de Isaías, el del bautista, el nuestro, están llenos de víctimas. ¿Qué responderíam...

3er domingo de Cuaresma. "EL AMOR A DIOS Y AL PRÓJIMO ES UN ÚNICO AMOR. Cuaresma: tiempo de actuar y de detenerse ante el hermano herido". MENSAJE DE LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL A LA IGLESIA Y PUEBLO DE COSTA RICA

 Los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, reunidos los días 26 al 29 de febrero de 2024, en el Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles, compartimos nuestro sentir. En su mensaje para la Cuaresma del presente año, el Papa Francisco nos ha recordado que “es tiempo de actuar… de detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo”. La Iglesia, desde su origen en nuestro Señor Jesucristo, es portadora de una buena noticia: “el Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres” (Lucas 4,18). Los discípulos del Señor se dispersaron “anunciando el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo” (Hechos de los Apóstoles 8,12), mensaje que entraña la posibilidad de vivir según el proyecto de Dios, desde las actitudes de amor, justi...