Lect.: Sab 18, 6-9; Hebr 2: 1-2. 8-19; Lc 12, 32-48 Con la parábola del domingo pasado, la del rico "insensato", Lc quería que nos quedara claro que la mayor riqueza que tiene cada uno de nosotros es nuestra propia vida . Esa riqueza única es la que debemos valorar y hacer crecer . Es el mayor don recibido que hacemos florecer, decíamos, alimentándola con nuestra actitud de hijos agradecidos por ese don, con nuestros comportamientos fraternos con todos los hermanos y hermanas, y con nuestras iniciativas de ser padres / madres, no solo biológicos sino generadores espirituales de otros semejantes para que sean también plenamente humanos. Esa realidad maravillosa es ya el mismo Reino, es decir, nuestra vida en encuentro con Dios , existencia que ya él mismo nos ha dado, como lo dice hoy el comienzo del texto evangélico, y que está ya presente en nosotros y no en el exterior, ni en un futuro lejano. De lo que se trata es de caer en la
Reflexiones a partir del texto evangélico de la celebración eucarística de cada domingo, considerando su estudio exegético y leído desde algunos de los retos del entorno de nuestra vida actual. Bienvenidos los comentarios.