Lect.: Lev 13,1-2.44-46; I Corintios 10,31-11,1; Marcos 1,40-45 Cuando leemos un texto como el de Levítico hoy, podemos horrorizarnos y pensar que aquellas sociedades antiguas, como la judía del A.T. era cruel y salvaje por la forma como trataba a muchos de sus enfermos. Por lo menos a los que padecían lesiones en la piel, los sacerdotes, con la autoridad de Dios, los declaraban impuros, los expulsaban de la población, y los obligaban a andar harapientos, despeinados y auto proclamándose como impuros, para que nadie se les acercara. Encima de su padecimiento físico tenían que soportar el vivir aislados, sin tener siquiera el consuelo de asistir a un lugar donde escuchar la palabra de Dios. Sí, es cierto, ya lo comentábamos el domingo pasado, eran pueblos que, en general, no tenían nuestros conocimientos sobre la salud y la enfermedad. Pero habría que preguntarse si nosotros, en la época moderna, somos mucho más humanos y civilizados que aquellos. Toda sociedad todavía mantiene
Reflexiones a partir del texto evangélico de la celebración eucarística de cada domingo, considerando su estudio exegético y leído desde algunos de los retos del entorno de nuestra vida actual. Bienvenidos los comentarios.