Lect.: Génesis 14:18-20; I Corintios 11:23-26; Lucas 9:11-17 Es tan central la Eucaristía a nuestra vida cristiana, que no es fácil plantear críticas a formas como hemos acabado celebrando el sacramento en nuestro tiempo, —y ya desde hace décadas. No es fácil porque es muy posible que lo que se diga como crítica a las formas se interprete como irreverencia a la propia eucaristía. (Cuando en realidad las críticas surgen de un deseo de mayor fidelidad). En todo caso, de ahí la tentación de repetir “más de lo mismo” en las predicaciones sobre el tema y de utilizar solo frases piadosas que no escandalizan, —pero que tampoco abren camino a una renovación evangélica profunda de la vivencia de la Cena del Señor. El tema es tan delicado que para la reflexión que voy a hacer prefiero no expresar mis propias ideas. Voy a utilizar las exposiciones muy fundamentadas de dos teólogos y predicadores de la Orden Dominicana. Uno de ellos, fray Marcos, ya lo he citado hace pocas semanas, en
Reflexiones a partir del texto evangélico de la celebración eucarística de cada domingo, considerando su estudio exegético y leído desde algunos de los retos del entorno de nuestra vida actual. Bienvenidos los comentarios.