Lect.:
Génesis 14:18-20; I Corintios 11:23-26; Lucas 9:11-17
- Es tan central la Eucaristía a nuestra vida cristiana, que no es fácil plantear críticas a formas como hemos acabado celebrando el sacramento en nuestro tiempo, —y ya desde hace décadas. No es fácil porque es muy posible que lo que se diga como crítica a las formas se interprete como irreverencia a la propia eucaristía. (Cuando en realidad las críticas surgen de un deseo de mayor fidelidad). En todo caso, de ahí la tentación de repetir “más de lo mismo” en las predicaciones sobre el tema y de utilizar solo frases piadosas que no escandalizan, —pero que tampoco abren camino a una renovación evangélica profunda de la vivencia de la Cena del Señor. El tema es tan delicado que para la reflexión que voy a hacer prefiero no expresar mis propias ideas. Voy a utilizar las exposiciones muy fundamentadas de dos teólogos y predicadores de la Orden Dominicana. Uno de ellos, fray Marcos, ya lo he citado hace pocas semanas, en la fiesta de la Ascensión. El otro, fray José Luis Espinel, ya fallecido, fue mi mejor profesor de Biblia, en los años sesenta del siglo XX. Y también voy a utilizar unas citas del Papa Francisco. Confío en que compartir unos párrafos de estos tres esclarecidos autores pueda dar lugar a una reflexión a fondo en quienes lean estas líneas, —con más fuerza que lo que yo mismo pudiera redactar.
- El primer texto, con el que empiezo, es de Fray Marcos Dice así: “Es muy difícil no caer en la tentación de decir sobre la eucaristía lo políticamente correcto y dispensarnos de un verdadero análisis del sacramento más importante de nuestra fe. Son tantos los aspectos que habría que analizar, y tantas las desviaciones que hay que corregir, que solo el tener que planteármelo, me asusta. Hemos tergiversado hasta tal punto el mensaje original del evangelio, que lo hemos convertido en algo totalmente ineficaz para llevarnos a una verdadera vida espiritual. Para recuperar el sacramento debemos volver a la tradición.” (“La plenitud humana consiste en darse”, Fe adulta, 29.5.16).
- Y a continuación aclara algunas de las tergiversaciones a las que se refiere: “Hemos convertido la eucaristía en un rito puramente cultual. En la mayoría de los casos no es más que una pesada obligación que, si pudiéramos, nos quitaríamos de encima. Se ha convertido en una ceremonia rutinaria, que demuestra la falta absoluta de convicción y compromiso. La eucaristía era para las primeras comunidades el acto más subversivo que nos podamos imaginar. Los cristianos que la celebraban se sentían comprometidos a vivir lo que el sacramento significaba. Eran conscientes de que recordaban lo que Jesús había sido durante su vida y se comprometían a vivir como él vivió.” (Fray Marcos “la plenitud humana consiste en darse, Fe adulta, 29.5.16).
- Si suenan un tanto radicales estas expresiones escritas recién esta semana, abramos los oídos a esta otras del P. Espinel, de unos años atrás. Empieza diciendo, en una primera cita, que él espera que “con los elementos que componen el fondo y el ambiente espiritual de la Cena del Señor, se podría lograr unas reuniones llenas de vitalidad”, implicando, obviamente, que nuestras misas carecen de ella. Y nos abre el panorama para encaminarnos a una renovación de la celebración eucarística diciendo: “La misa requiere una catequesis continua sobre ella misma. Hay que devolverle el clima de acción profética, la tensión por el Reino de Dios en el mundo, la alegría del banquete, la sorpresa del cántico nuevo, la fuerza interpelante, la seriedad del juicio sobre sí mismo y el desarrollo de una alianza que se hace siempre actual” (José Luis Espinel, 1976 ).
- No es pequeño el desafío que nos plantean estos textos. Por un lado, están las desviaciones que hay que superar y que, por lo demás, a menudo son desviaciones asumidas sin mala intención, en parte por ignorancia. Por otro lado, están los elementos centrales evangélicos y de la tradición que debemos recuperar para hacer de la misa la Cena que el Señor quiso que celebráramos “en memoria suya”, haciendo nuestra su vida y compromiso.
- Hay que poner por delante esta categórica directriz de Jesús que marca el sentido de la celebración eucarística: “Hagan esto en memoria mía.” Es decir, compartamos esta Cena viendo en ella una parábola, un signo profético de lo que fue la vida de Jesús hasta su entrega final. Además de este, hay otros elementos esenciales de la Eucaristía que subraya fray Espinel y, entre ellos, en la perspectiva de nuestras recientes celebraciones de la Pascua, hay uno que es, sin duda, clave: el de la alianza nueva, “uno de los más vigorosos que existen en el Nuevo Testamento” que, en la mente de Jesús, evoca otros símbolos sinónimos, “nueva creación”, “nacer de nuevo”, “hombre / mujer nuevos”. Hay que entenderlo y volverlo a colocar como eje de la celebración eucarística. Esto haría de nuestra misas un verdadero compromiso (alianza) a realizar, un éxodo, una salida de nuestro “yo interesado” y “egoísta” para encaminarnos a una plenitud humana de entrega y servicio, de partir y compartir. Una plenitud que hace de nosotros un solo cuerpo partido y repartido, alimentado con un único pan, que somos Jesús y nosotros mismos.
- ¿Cómo realizar este proceso de conversión de nuestras prácticas rituales para una recuperación evangélica de la eucaristía? ¿debemos esperar que haya comisiones de liturgia que nos abran caminos? (El P. Espinel hace suya la frase de otro autor para decir que “«hay pocas cosas sobre la tierra más conservadoras que las relativas al culto»). Aquí me parece que, como muy a menudo, es el Papa Francisco quien nos da una pista de salida. El pasado 19 de marzo escribía lo siguiente: “debemos reconocer que el laico por su propia realidad, por su propia identidad, por estar inmerso en el corazón de la vida social, pública y política, por estar en medio de nuevas formas culturales que se gestan continuamente tiene exigencias de nuevas formas de organización y de celebración de la fe. ¡Los ritmos actuales son tan distintos (no digo mejor o peor) a los que se vivían 30 años atrás! Esto requiere imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas –especialmente– para los habitantes urbanos.” (Papa Francisco, Carta al Cardenal Ouellet. sobre la acción de los laicos en la vida pública). Si entiendo bien, el Papa “ha lanzado la bola” al campo de los laicos. No se quiénes, entre nosotros, en Costa Rica, serán los primeros en recoger el pase e iniciar, este proceso de recuperación de la Eucaristía.Ω
Puede ampliarse y profundizarse
el tema en estas dos obras del padre José Luis Espinel,
La cena del Señor, acción profética
Madrid : Propaganda Popular
Cristiana, Casa de la Biblia , 1976 .
La eucaristía del Nuevo testamento, San Esteban – Edibesa, Salamanca,1997.
Y en Fray Marcos, La
plenitud humana consiste en darse, http://www.feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/7651-la-plenitud-humana-consiste-en-darse.html
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