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6º domingo de Pascua

Lect.: Hechos 15:1-2, 22-29; Apocalipsis 21:10-14, 22-23; Juan 14:23-29

  1. Para que no quede la menor duda, el texto del evangelio de Juan de este domingo retoma el hilo de los anteriores: la insistencia en lo que significa participar de la resurrección de Jesús en esta vida, lo que significa renacer de nuevo aquí y ahora. El evangelista esta vez trae a su memoria las palabras de Jesús en el llamado “discurso de despedida”: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.” Es otra manera de decir que resucitar es habitar en la vida de Dios: él habita en cada uno de nosotros y cada uno de nosotros habita en Él.
  2. Por sí mismo este texto ya comunica alegría y esperanza: es la buena noticia de que vivimos una vida nueva al interior de la divinidad. Y eso es verdad para todos nosotros. Pero, además de encender nuestro ánimo, ¿cómo es que  esta  manera de redescubrirnos cambia nuestra vida de relaciones, nuestras valoraciones de las personas, cosas y acontecimientos de la vida cotidiana? ¿cómo transforma esta buena noticia nuestra manera de entendernos como cristianos y la manera de entender lo que es la Iglesia? Voy a permitirme recordar unos párrafos,  de una extraordinaria Carta del papa Francisco. Aunque fue publicada ya desde el pasado 19 de Marzo, me temo que no es todavía muy conocida para la mayoría de Uds. —y quién sabe si para la mayoría de sacerdotes y obispos. La Carta se titula “Compromiso de los laicos en la vida pública”. Al recorrer los párrafos de este inspirador documento me resultaba imposible no pensar que traduce, precisamente, en términos prácticos lo que significa vivir en serio como hombres y mujeres que desde ahora participamos de la resurrección de Jesús. Aparte de recomendar la lectura íntegra de esa Carta, que es breve pero sustanciosa –apenas cuatro páginas–, voy a tomar solo un par de las afirmaciones de Francisco, con breves comentarios de mi parte, para mostrar la conexión a nivel práctico con la reflexión de estas seis semanas sobre lo que significa para nosotros la resurrección de Jesús.
  3. Una primera y provocativa afirmación de Francisco nos dice desde cuál horizonte  estamos invitados a mirar y desde donde reflexionar sobre los diversos temas de nuestra vida: es la perspectiva del Pueblo de Dios. A este  Pueblo de Dios es al que los pastores mismos “están continuamente invitados a mirar, proteger, acompañar, sostener y servir.” “Mirar al Santo Pueblo de Dios y sentirnos parte integrante del mismo posiciona a los pastores en la vida y, por lo tanto, en los temas que tratan de una manera diferente”.  Es decir, que nunca pueden anteponerse a esta perspectiva la del “éxito institucional”, la del mantenimiento de distancias jerárquicas y, menos aún, la de intereses particulares grupales o individuales.
  4. Una segunda afirmación, implicación de la anterior, nos conecta directamente con nuestra reflexión de la Pascua.  Mirar al Pueblo de Dios, —dice el Papa— es recordar que todos ingresamos a la Iglesia como laicos. El primer sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar siempre orgullosos es el del bautismo. Nuestra primera y fundamental consagración hunde sus raíces en nuestro bautismo. A nadie han bautizado cura, ni obispo. Nos han bautizados laicos y es el signo indeleble que nunca nadie podrá eliminar.   En los corazones de los hijos de este pueblo de Dios,  habita el Espíritu Santo como en un templo. El Pueblo de Dios está ungido con la gracia del Espíritu Santo, por tanto, a la hora de reflexionar, pensar, evaluar, discernir, hay que estar muy atentos a esta unción.”  Es otra manera de reafirmar que los que hemos renacido a la vida nueva con Cristo resucitado, proclamada en el bautismo, estamos dentro de la vida del Espíritu de Dios y de ahí el origen de nuestra dignidad y libertad, en la que todos nos hermanamos. En esta forma de ver la vida del Espíritu, se fundamenta una manera renovada, más evangélica, de entender lo que es la Iglesia, que está llamada a ser una auténtica comunidad y no una “empresa” u “organización” con miembros de diversa categoría e importancia.
  5. Para ilustrar este mensaje Francisco abundará en críticas a visiones deformadas, lamentablemente extendidas en sectores cristianos. Nos insiste así en que “la Iglesia no es una elite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios. Olvidarnos de esto acarrea varios riesgos y/o deformaciones en nuestra propia vivencia personal como comunitaria del ministerio que la Iglesia nos ha confiado.” Y todavía puntualiza diciendo:  una de las deformaciones más fuertes que América Latina tiene que enfrentar –y a las que les pido una especial atención– el clericalismo. Esta actitud no sólo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente.” El clericalismo lleva a tratar a los laicos “como “mandaderos”, "coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarios para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político”. “Muchas veces hemos caído en la tentación de pensar que el laico comprometido es aquel que trabaja en las obras de la Iglesia y/o en las cosas de la parroquia o de la diócesis y poco hemos reflexionado como acompañar a un bautizado en su vida pública y cotidiana; cómo él, en su quehacer cotidiano, con las responsabilidades que tiene se compromete como cristiano en la vida pública.”
  6. Podemos ver así, con la ayuda de la Carta del Papa, que descubrirnos participando en la vida de Cristo resucitado, no es simplemente un motivo de asombro, fervor y agradecimiento. Es descubrir nuestra dignidad humana desde la perspectiva de la fe; es asumir una manera distinta de entender lo que es la Iglesia, lo que son los Obispos y los sacerdotes. Y lo que estamos todos llamados a ser y hacer en “ todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político”.Ω

Comentarios

  1. Hermoso comentario.Descubrir y vivir nuestra dignidad humana de acuerdo a la Buena Nueva.Entender en el siglo XXI que somos pueblo de Dios que desde aquí y ahora participamos de la resurreción de Jesús.

    Que se recupere pronto amigo.

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