Lect.: Isaías 43, 16-21; Filipenses 3, 8-14; Juan 8, 1-11 Los seres humanos no podríamos sobrevivir sin leyes, sin sistemas de seguridad, educativos, de salud... En todos los momentos intermedios de nuestra evolución, en que nos encontramos, cuando aún no hemos alcanzado como especie un nivel elevado de desarrollo humano, para poder convivir sin destruirnos y sin destruir la naturaleza de la que formamos parte, necesitamos instrumentos legales, organizativos, restricciones, premios y castigos, que nos ayuden a comportarnos debidamente. Por eso, entre otras razones, las leyes son necesarias. Pero presentan también serios problemas. El más serio se da, no cuando rompemos las leyes y normas éticas, sino cuando nos olvidamos que son medios al servicio de una sociedad más humana , y las absolutizamos, las convertimos en un fin en sí mismo, al punto de no fijarnos si están sirviendo o no al bienestar de las personas . Un ejemplo histórico de estos olvidos bárbaros,
Reflexiones a partir del texto evangélico de la celebración eucarística de cada domingo, considerando su estudio exegético y leído desde algunos de los retos del entorno de nuestra vida actual. Bienvenidos los comentarios.