Ir al contenido principal

19º domingo t.o.


Lect.: Sab 18, 6-9; Hebr  2: 1-2. 8-19; Lc 12, 32-48
  1. Con la parábola del domingo pasado, la del rico "insensato", Lc quería que nos quedara claro que la mayor riqueza que tiene cada uno de nosotros es nuestra propia vida.  Esa riqueza única  es la que debemos valorar y hacer crecer. Es el mayor don recibido que hacemos florecer, decíamos, alimentándola con nuestra actitud de hijos agradecidos por ese don, con nuestros comportamientos fraternos con todos los hermanos y hermanas, y con nuestras iniciativas de ser padres / madres, no solo biológicos sino generadores espirituales de otros semejantes para que sean también plenamente humanos.
  2. Esa realidad maravillosa es ya el mismo Reino, es decir, nuestra vida en encuentro con Dios, existencia que ya él mismo nos ha dado, como lo dice hoy el comienzo del texto evangélico, y que está ya presente en nosotros y no en el exterior, ni en un futuro lejano. De lo que se trata es de caer en la cuenta de esto que somos. Sería formidable que cada uno de nosotros viviese consciente de esta realidad. Sin duda que si así fuera nuestra existencia, de cada uno y de la sociedad serían de alto nivel, de gran calidad. El problema al que Lc apunta hoy es que no estamos despiertos a esa realidad. Por eso su llamado a estar vigilantes, a estar despabilados.
  3. El mismo evangelista nos señala las cosas que nos impiden estar despiertos y nos incapacitan para descubrir el don más grande que ya tenemos. A veces es el miedo que se produce en nosotros, ante tanto problema y amenaza que nos rodean, por la inseguridad de alcanzar a Dios, de lograr la felicidad, sin darnos cuenta que ya él nos ha dado el Reino, es decir, su presencia. Otras veces, es la ansiedad, la preocupación obsesiva por nuestra subsistencia, la que nos impide estar despiertos a nuestra realidad más profunda (Lc lo trata en los versículos anteriores Lc 12: 22 - 31).
  4. Y, con mayor frecuencia, lo que nos mantiene dormidos, incapaces de ver la riqueza de nuestra vida, son las distracciones, que jalan nuestra atención y nuestro corazón hacia lo superficial, hacia lo que brilla pero es pura fachada, hacia lo que promete pero no cumple, o que sí da pero lo que  da no dura. Tamaña tarea la de estar despiertos, vigilantes para descubrir nuestra identidad profunda, más allá del envoltorio, de la etiqueta, del logo, sin dejarse engatusar por ofertas tan fáciles como falsas, que prometen ahorrarnos el trabajo de descubrimiento personal. A este esfuerzo de vigilancia nos llama hoy Lc y es el trabajo en  el que, aunque personal, podemos ayudarnos unos a otros. Para eso es que nos reunimos aquí cada domingo y confiamos que el encuentro eucarístico nos valga de despertador.Ω

Comentarios

Entradas más populares de este blog

TRES REFLEXIONES PARA RECUPERAR EN LA "FIESTA DE LA TRINIDAD"

  Al repasar mis reflexiones de los últimos años sobre la "celebración de la Trinidad", me parece valioso recuperar, entre otras, las siguientes. La primera,  que l a experiencia nos enseña lo inadecuadas que son las solas palabras para expresar nuestros mejores sentimientos y nuestras profundas convicciones.  En realidad, es algo que ya antes sabíamos que pasaba sobre todo cuando tratábamos de compartir la alegría sentida, el disfrute de la vida, la intensidad del amor… Y es algo que deberíamos también haber constatado al meternos a “hablar de Dios”, porque detrás de esa palabra, ese nombre, “Dios”, tocamos la realidad más profunda de nuestro ser, de nuestra persona, de esa realidad que está en cada uno de nosotros pero que es más grande que nosotros. Lo normal, entonces, es que el lenguaje verbal siempre se quede corto y nos deje insatisfechos. L o primero que aportó la Buena Nueva fue la oportunidad, no de aprender una verdad teológica , sino de vivir la  experien...

Domingo de Pascua

Lect.:  Hech 10: 34-43; Col 3: 1-4; Jn 20: 1-9 Cuando decimos que para los cristianos la fiesta de la Pascua es el acontecimiento central de nuestra vida , afirmamos que estamos hablando de algo de lo que no es fácil hablar . Nos referimos al momento culminante de la vida de Jesús, de la vida de sus primeros testigos y de nuestra propia vida . ¿Cómo poder expresar ese momento culminante de manera fácil? ¿Cómo encerrar en palabras humanas unas realidades, vivencias que tocan lo más íntimo de nuestro ser y del ser de Jesús ? Durante muchos años hemos leído y meditado los relatos evangélicos de la resurrección y probablemente nos hemos quedado pegados en los detalles con que sus autores intentaron comunicar lo incomunicable. La resurrección de Jesús no es la vuelta a la vida en este mundo de un cadáver . Y, sin embargo, por las limitaciones del lenguaje, si los leemos literalmente, los relatos sobre la tumba vacía, sobre las apariciones a María Magdalena,...

CELEBRANDO LA ASCENSIÓN, ¿SE TRATA DE UNA "SUBIDA"?

 Se supone que uno de los propósitos de las fiestas litúrgicas es pedagógico. Se trataría de desglosar diversos aspectos del mensaje evangélico para facilitar su comprensión. Y se suponía también que al asociar cada aspecto del mismo a un "episodio" o dimensión de la vida de Jesús, esto daría más vitalidad y dinamismo al anuncio de la Buena Nueva. No sé en que medida esto se logró en siglos pasados, pero me temo, desde hace tiempos, que hoy en día" el modo de realizar la celebración litúrgica más bien desorienta la formación en la fe de los creyentes contemporáneos. En vez de una comprensión progresiva del Mensaje se produce una fragmentación del mismo y una pérdida de visión de conjunto y, al mismo tiempo, al asociar cada "fragmento" a recuerdos de diversos momentos sucesivos de la vida de Jesús, se crea la impresión de que se está intentando construir y reproducir un resumen biográfico de ésta. Un paso más y caemos en una lectura literalista y fundamentalista...