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27º domingo t.o. "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre"

Lect.:    Gén 2,18-24 ; Hebr2,9-11; Mc10,2-16


1. En el camino a Jerusalén, Marcos coloca episodios de enseñanza de Jesús, para los discípulos y para una más amplia audiencia. A menudo también se trata de “trampas” que le tienden los fariseos.  La pregunta sobre la licitud de que un varón pueda divorciarse de su mujer parece de este orden. Pero lo que se me hace más interesante de señalar, aunque no suela subrayarse, son dos cosas. Primero que la conversación a la que da lugar entre Jesús y sus oyentes muestra que ya entonces el  tema del divorcio era materia de discusión entre los judíos. Y segundo, que el énfasis y tono de lo que se discute es de carácter legal y no moral profundo. 

2. Es probable que debamos tener en cuenta el carácter legalista de la religión judía en general, para no extrañarnos y para entender que ambos rasgos se interrelacionan. Pero esto no impide observar el carácter de relatividad  que adquiere este tipo de enseñanza. Puede verse que a los fariseos y a otros sectores del pueblo lo que les importaba, en esta materia como en otras, era si algo estaba o no prohibido. No es la posición de Jesús, que depende de algo más de fondo, la intención de Dios en la creación. Hoy  diríamos, quizás, que en la perspectiva del Evangelio, lo que cuenta es el origen y el propósito de cada cosa, el valor que tiene en sí misma. El hecho de que pueda estar recomendada o prohibida es secundario.

3. Para reforzar la idea de que aquí estamos ante un problema muy marcado por condicionamientos históricos y culturales, fijémonos en que otra razón por la que el matrimonio estaba sometido al campo del derecho, es porque la mujer era considerada una posesión del marido, de ahí que el marido era quien podía disolver el vínculo. Es un hecho que carece de sentido en la sociedad moderna.

4. Con esta perspectiva nos damos cuenta de que una  moral y una espiritualidad de la vida matrimonial no es algo que recibimos prefabricado de generaciones anteriores. Más bien de éstas podemos aprender la necesidad de ir entendiendo, mediante la experiencia existencial , la estructura psicológica y antropológica de la vida humana. Cabe pensar en temas nuevos con retos nuevos para la reflexión de la Iglesia: la diversidad sexual, la vida de las personas trans, la unión de parejas del mismo sexo, por ejemplo. Dentro de una perspectiva integradora adquiere su propio sentido la vida matrimonial, sexual, erótica y de amor. Es a esta realidad a la que debe referirse la palabra de Dios.Ω

 

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