Lect.: II Samuel 12:7-10, 1; Gál 2:16,
19-21; Lc 7:36--8:3
- Una de las críticas que más se hacen a algunos ministros religiosos, e incluso a algunas iglesias, apunta a la tendencia en ellos a crear continuamente sentido de culpa en la gente. Se percibe que emplean una predicación que carga las tintas en el pecado, en las ofensas infringidas a Dios, y en lo malos que somos los seres humanos. Creo que es cierto que ese tipo de predicación y enseñanzas catequéticas se dan, —aunque quizás menos que en el pasado. Y pienso que se dan, principalmente, en dos formas, Una, es la que trata de generar el miedo en la gente, miedo al castigo por todo lo malo que se supone que hemos hecho. La otra es la que trata de promover actos de penitencia y desagravio para lograr convencer a Dios de que realmente estamos arrepentidos de todo lo que lo ofendemos. Y, detrás de ambas formas se da, siempre, una visión negativa de lo que somos los humanos, incluso al punto de considerar que no somos nada, que no valemos la pena, que somos porquería, por no decir otra palabrota.
- La Buena Noticia de Jesús, plasmada en lo que por eso llamamos evangelios, nos proporciona una visión totalmente diferente de esos tipos de catequesis y predicaciones. El texto de Lucas este domingo, es un buen ejemplo, sobre todo si tratamos de leerlo sin filtros, es decir, sin atribuirle al texto algo que oímos alguna vez a un predicador pero que Lucas, en realidad no lo dice. Fijémonos en tres puntos claves de la narración que quizás nunca nos han subrayado, pero que son centrales, aunque no los únicos.
- Primero, fijémonos que en ninguna parte dice que la prostituta que se pone a los pies de Jesús a besárselos y a perfumarlos, esté pidiendo perdón. Al contrario, la pequeña parábola que Jesús le dirige al fariseo Simón, permite interpretar que aquella mujer llora, porque está emocionada de agradecimiento, y quiere expresarlo porque ha experimentado en ella el inmenso amor y perdón de Dios. Es Dios quien le ha perdonado, antes de que ella le haya pedido nada. En segundo lugar, notemos que tampoco dice el texto que Jesús la perdona, sino que declara expresamente que ella ya ha sido liberada del peso de sus culpas, pues se ve que ha amado mucho. Y tercero, lo que permitió a la mujer ser liberada, fue su fe, es decir, su descubrimiento de Dios como una fuente inagotable y permanente de amor y perdón. La fe es una confianza total en ese Dios que, por muy pecaminosos que seamos, siempre mantiene la disposición a restablecer gratuitamente la relación que nosotros podamos considerar rota. Nos ama incondicionalmente y ese amor gratuito, del que somos imagen y semejanza, es el que nos permite descubrir nuestro propio valor como personas, receptoras de una bendición original, más que de un pecado original. Y nos permite descubrirnos capaces de realizar ese mismo amor gratuito en todas nuestras relaciones humanas sin excepción.Ω
Excelente re-vitalización del texto bíblico Jorge. Lamentablemente esa visión de infundir miedo en la gente y señalar el pecado por todas partes sigue siendo común dentro de la Iglesia, aunque no lo creas. Y lo pero es que son los mismos laicos los que manejan esas posiciones extremas. Nuestra relación con Dios debe ser vista de manera diferente. Un abrazo
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