34o domingo t.o.
Lect: Ez 34: 11-12.15-17; 1a Cor
15: 20-26 a.28; Mt 25:31-46
1. Esta grandiosa parábola
a veces nos hace tirar la imaginación a un lejanísimo tiempo futuro de un
supuesto final de los tiempos. Es más, se nos olvida que, como todo relato parabólico, se trata de un cuento imaginativo que a
través de Símbolos intenta comunicar un mensaje. Y cuando perdemos
esta perspectiva pensamos que el evangelio está hablando de algo que va a pasar
tal cual y que hemos dado en llamar el "juicio final". Pero en
realidad no es así. Por poco esfuerzo que hagamos para leer el texto de manera
fresca, nos daremos cuenta de que Mt
está hablando no del juicio "final" sino del juicio
"presente". Todo lo sugerente de un juicio “final” es una forma
simbólic de expresarse. La parábola tiene, por eso, un carácter revelatorio. Es decir, nos revela, nos quita el velo que oculta lo que nos sucede a cada momento, en cada
uno de nuestros comportamientos, de nuestras acciones. Para Mt es en cada
momento presente donde tiene lugar el encuentro con Cristo y el encuentro con
Dios. Cada vez que topamos con un ser
humano necesitado y hacemos o no hacemos algo por él, estamos encontrándonos
con Cristo y con Dios. Y es a él, Cristo, Dios, a quien le hacemos o no le
hacemos lo que actuamos con el necesitado. En este sentido nos revela también
que, desde la perspectiva de Mt, el
evangelio enjuicia el valor de cada una de nuestras acciones. Y lo enjuicia en
cada momento diciendo nos que la práctica del amor desinteresado es lo que dice
si nuestra vida vale la pena o no.
2.
En nuestra vida religiosa cotidiana se da una gran
diferencia entre estas dos maneras de entender esta parábola: cuando
interpreto que aquí el texto me habla de un juicio “final”, allá al final de la
historia, sin querer queriendo cometo la
trampa de tranquilizarme pensando que todavía queda rato para eso, que para
qué preocuparme, que ya habrá oportunidad de arrepentirme, que ya me
confesaré en el lecho de muerte, o que en el último momento algo pasará y a lo
mejor hasta no se llega a montar ese gran espectáculo de las ovejas y los
cabritos. Pero si capto el sentido de Mt
y veo que el valor de cada uno de mis actos queda juzgado en el presente, y que
de mi aporte desinteresado a erradicar el hambre, la pobreza, la
injusticia, depende la posibilidad de encontrarme con Dios, entonces
evidentemente aprenderé a vivir de otra manera; aprenderé a valorar las cosas y
las situaciones de una manera diferente. Tendré, sin duda, una visión distinta de lo que soy como ser
humano, de cómo mi realización personal está ligada a la de los demás,
especialmente la de aquellos que encuentran más dificultad para abrirse paso en
esta sociedad y para lograr vivir una vida plenamente humana. Estar
convencido del juicio presente me ayudará a vivir una vida que valga la pena.
3.
Con este pensamiento podemos dar un cierre adecuado a
nuestras reflexiones de todo el año litúrgico que hoy terminamos. Llamar a este domingo fiesta de
"Cristo rey" para mí no deja de ser inapropiado y desconcertante,
porque no hay nada más alejado de lo que Jesús hizo y dijo que la figura de un
rey de este mundo. Jesús se presentó como Servidor y no como jefe;
rechazó la tentación del poder en las tentaciones del desierto; huyó cuando un
grupo de entusiastas quería proclamarlo rey y el título de rey solo aparece
en el evangelio ligado a su persona como una burla durante su pasión y en el
"inri" de la cruz. El
único poder en el que Jesús insiste es en este poder del amor que en cada
acción nuestra ayuda a erradicar la injusticia y a crear fraternidad, solidaridad
y paz en todas nuestras relaciones.Ω
He encontrado este comentario tan genial que me he permitido compartirlo, vía correo electrónico (por facebook siempre lo hago), con algunos amigos. Por supuesto he incluido todos los derechos de autor y links (no sé si cualquiera puede acceder al blog) por si quieren mirar otros comentarios. Ojalá muchas personas pudieran tener acceso a reflexiones de este calibre. Doy gracias a Dios por la suerte que tengo de poder leerlas cada semana. Gracias también a Jorge.
ResponderBorrarUna vez más, gracias Anabelle por tus apreciaciones. Me alegra que estas reflexiones puedan ser útiles a otras personas. Compártelas cuanto te parezca oportuno. Y ojalá nos enriquezcamos con retroalimentaciones, comentarios, etc. El blos es público. Solo se necesita inscribirse e identificarse para hacer nuevos comentarios.
ResponderBorrarGRACIAS Jorge A. por la invitación al blog.
ResponderBorrarVivir de otra manera, con sentido, que le de a la vida la dignidad que todos necesitamos. Este evangelio visto así, con la intencionalidad de hacer todo por amor a los pequeñitos de Dios, porque en cada acción de este tipo, es cierto , estamos ganándonos el cielo, pero porque lo estamos trayendo a la tierra.
además este evangelio nos llama a actuar como comunidad, a buscar en cual colectivo puedo sumarme para poner mi granito de arena o de que forma podemos organizarnos para poner nuestros dones al servicio delos quemás necesitan.
Y me duele que le llamen el do mingo de Cristo Rey , porque en realidad desvirtua la imagen de Dios. Y en esta sociedad estamos cansados de falsas imágenes que nos venden por todos lados, necesitados del verdadero rostro de Dios, ese de Padre_ Madre, que nos mostró Jesús, ese Dios que escucha el clamor de su pueblo, y ese Dios que desea ardientemente que nos amemos como herman@s y que lo mostremos en las pequeñas o grandes obras que hagamos a los y las demás, siempre por amor, si lo empezamos a hacer estamos ya viviendo este Adviento, esperanza de cosntruir otro mundo posible.