33º domingo t.o.
Prov 31:10-13.19-20.30-31; 1 tes
5:1-6; Mt 25:14-30
1. Es
una de esas parábolas pedagógicamente estructuradas, sobre todo para
memorizarlas. Pero para captar su significado se requiere no solo memoria, sino
ubicarse en el contexto en el que Mt la pone.
2.
Primero, no está hablando de
inversiones en bolsa, ni de buscar las mejores tasas de interés para invertir.
Está hablando de los bienes espirituales, del reino de Dios, del
encuentro con Dios. En ese orden espiritual están los dones de amor,
perdón, confianza, esperanza, pero, sobre todo, de ese don que es la
raíz de todos los demás, el de la vida
de Dios en propia vida de cada uno de nosotros.
3. En
segundo lugar, el simbolismo del talento.
Este era el nombre de una moneda nominal de la época equivalente a los salarios
diarios de dieciséis años de trabajo, una gran fortuna. No hay que confundirlo
entonces con la palabra moderna que significa cualidades personales. El
talento, pues, aquí simboliza lo más
valioso que uno podía imaginarse en lo cotidiano, simboliza lo que cada uno
de nosotros es, el valor único de mi
persona salida gratuitamente de la mano de Dios, y que es portadora de la vida
de Dios. Es decir, que tiene la capacidad
de desplegarse más allá de toda imaginación. Eso es tener el don del
reino, de la vida en el Espíritu, de la presencia de Dios en mi vida, don
principal que me ha sido dado.
4. De
ahí que la parábola anime a no enterrar
ese don. Más bien a dejar que esa vida de Dios en nosotros se despliegue
plenamente. La parábola quiere eliminar
toda actitud de miedo respecto a Dios. No es un ser poderoso y egoísta
dispuesto a quitarte lo que tienes, y a reclamarte por lo que te ha dado, sino
a dar y a hacer crecer en cada uno la vida en el Espíritu. Es un Dios presente en nosotros que quiere
realizar aventuras con nuestras propias cualidades.
5.
En resumen, se critica encerrarse
en uno mismo y enterrarse en una vida mediocre y conformista religiosamente.
Como dice un autor, se critica la tendencia a poner a Dios debajo del colchón. Y
se valora la superación del miedo al riesgo que conlleva el crecer y compartir
los dones espirituales. Así como en la parábola de las diez doncellas, el
aceite simbolizaba el Espíritu que nos permite dar luz. Aquí el talento como
riqueza, simboliza también la fuerza del Espíritu que nos capacita a
multiplicar lo que somos. Como en la parábola de las diez doncellas,
aquí también se refleja una de las más hondas convicciones que alentaban a
Jesús en su vida.Ω
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