1er
domingo de adviento. Ciclo B.
Lect.: Is
63:16 b-17.64:1.3b-8; 1 cor 1:3-9; Mc 13:33-37
1.
A lo largo de mucho tiempo hemos
compartido nuestras reflexiones evangélicas al punto de que ya sabemos
bien del carácter simbólico de muchas
expresiones. Es decir que, por ejemplo, como decíamos el domingo pasado,
cuando hablamos de un " juicio final" y lo pintamos como lo hacen los
evangelistas, es un gran símbolo de cómo nuestro destino nos lo jugamos en un
juicio presente, en nuestras acciones de amor por los demás. Al empezar hoy el
adviento vienen como guía para nuestra meditación otras dos expresiones simbólicas: una, decir que "el señor viene" y la otra
que tenemos que "despertar".
Ambas están relacionadas.
2.
¿Qué quiere decir
"despertar"? Precisamente ser capaces de vivir de tal manera que
podamos ver nuestra realidad y la realidad de Dios de una manera distinta, como
una sola realidad de la que formamos parte. En el momento en que alcancemos ese
nivel de conocimiento caeremos en la cuenta de que el Señor "viene",
no en el futuro, ni en una segunda venida final, sino que viene constantemente a nuestra vida. Está en ella, es su fuente. Estamos
todos en su casa, esperando a verlo
plenamente. Este va a ser el gran tema de estas semanas de preparación a la
Navidad, prepararnos para ese despertar. Cuando
despertemos a esa realidad entenderemos de otra manera nuestra relación
con Dios, entre nosotros, y nos entenderemos mejor lo que cada uno es.
3.
En nuestro lenguaje corriente
solemos usar expresiones muy sugerentes. Decimos, por ejemplo, para entender al
otro, hay que ponerse en sus zapatos; o, cuando alguien que apreciamos mucho
sufre, decimos, "lo siento como en carne propia". Estamos dando
a entender que hay una realidad más profunda de la que vemos y experimentamos,
en ese nivel, estamos tan estrechamente unidos, que somos con una sola
cosa. Igual Jesús, se veía tan estrechamente unido a sus discípulos que
se comparaba con el tronco de una mata de uva, del cual todos somos como
ramitas. Y para el, en la realidad, él existe en el Padre y nosotros en él. De
ahí que Pablo, como lo hemos citado a menudo, nos compara a todos con un solo
cuerpo, el de Cristo.
Esa es la realidad a la que Mc
hoy nos pide despertar. Por supuesto que en la medida en que vayamos despertando,
nuestra vida no podrá ser nunca igual y emprenderemos con más fuerza el camino
de un nuevo nacimiento, de una vida nueva. Estos domingos que siguen antes
de Navidad nos irán conduciendo por ese camino, para aprender a sacudirnos lo
que nos mantiene medio dormidos y ajenos a la verdadera realidad de nuestra
vida.
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