22º domingo t.o., 28 agosto de 2011
Lect.: Jer 20, 7-9; Rom 12, 1-2: Mt 16, 21-27
1. Dividir el texto evangélico en fragmentos, como acostumbramos, tiene sentido práctico para su uso en la liturgia, pero ofrece un peligro para la interpretación. Por ejemplo, no podemos olvidar que el capítulo de Mt que leímos el domingo pasado es el mismo de hoy y que hay que leerlos juntos para captar el mensaje. En los versículos que leímos hace ocho días Jesús le decía a Pedro: sobre esta piedra edificaré mi iglesia. Hoy le dice: eres piedra osoaque me hace tropezar. Hoy hace ocho decía que Pedro hablaba lo que el Padre le revelaba. Hoy le llama Satanás, que piensa como los hombres. ¡Qué contraste! Es muy importante leer juntos los dos textos, para no idealizar a Pedro, ni a sus sucesores, ni a los apóstoles, ni a nosotros mismos. Siempre todos los seres humanos nos movemos entre la posibilidad de abrirnos al Padre que habla desde dentro de nuestro corazón o de pensar de manera miope, con mentalidad cerrada, sin trascender los límites de nuestra visión interesada y egoísta.
2. Esa visión miope la muestra Pedro hoy ligada a su propia tradición religiosa. Su concepto de Dios y del Mesías está ligado al poder de dominación, al protagonismo exitoso, a la creencia que lo que vale es lo que "sale bien" según los criterios de la sociedad en que vivimos. Pedro era incapaz en ese momento, de descubrir que a Dios, que es amor incondicional, se le puede descubrir en todo. Como decía Pablo: en la abundancia y en la escasez, también en la alegría y el disfrute y en el sufrimiento y la persecución. El "dios" de Pedro, en cambio, solo brillaba en la religión como espectáculo, ligada al poder de dominación política y al éxito protagónico. Por eso se trata de una falsa visión proveniente de Satanás.
3. En esta perspectiva hay que leer la llamada de Mt a negarse a sí mismos. No se trata de negar la persona que somos, ni los bienes creados por Dios. Se trata de negar todo lo que niega la vida porque proviene de esa falsa visión de lo que es Dios, Cristo y nosotros mismos, y se trata de afirmar nuestro ser auténtico, llegar a ser plenamente Dios-en-nosotros, como se reveló el ser humano en Cristo. Una vida así construida, es la mejor ofrenda, es una hostia viva, sagrada, agradable a Dios, como lo dice Pablo hoy en la 2ª lectura, en eso debe consistir nuestro culto razonable a Dios.Ω
Lect.: Jer 20, 7-9; Rom 12, 1-2: Mt 16, 21-27
1. Dividir el texto evangélico en fragmentos, como acostumbramos, tiene sentido práctico para su uso en la liturgia, pero ofrece un peligro para la interpretación. Por ejemplo, no podemos olvidar que el capítulo de Mt que leímos el domingo pasado es el mismo de hoy y que hay que leerlos juntos para captar el mensaje. En los versículos que leímos hace ocho días Jesús le decía a Pedro: sobre esta piedra edificaré mi iglesia. Hoy le dice: eres piedra osoaque me hace tropezar. Hoy hace ocho decía que Pedro hablaba lo que el Padre le revelaba. Hoy le llama Satanás, que piensa como los hombres. ¡Qué contraste! Es muy importante leer juntos los dos textos, para no idealizar a Pedro, ni a sus sucesores, ni a los apóstoles, ni a nosotros mismos. Siempre todos los seres humanos nos movemos entre la posibilidad de abrirnos al Padre que habla desde dentro de nuestro corazón o de pensar de manera miope, con mentalidad cerrada, sin trascender los límites de nuestra visión interesada y egoísta.
2. Esa visión miope la muestra Pedro hoy ligada a su propia tradición religiosa. Su concepto de Dios y del Mesías está ligado al poder de dominación, al protagonismo exitoso, a la creencia que lo que vale es lo que "sale bien" según los criterios de la sociedad en que vivimos. Pedro era incapaz en ese momento, de descubrir que a Dios, que es amor incondicional, se le puede descubrir en todo. Como decía Pablo: en la abundancia y en la escasez, también en la alegría y el disfrute y en el sufrimiento y la persecución. El "dios" de Pedro, en cambio, solo brillaba en la religión como espectáculo, ligada al poder de dominación política y al éxito protagónico. Por eso se trata de una falsa visión proveniente de Satanás.
3. En esta perspectiva hay que leer la llamada de Mt a negarse a sí mismos. No se trata de negar la persona que somos, ni los bienes creados por Dios. Se trata de negar todo lo que niega la vida porque proviene de esa falsa visión de lo que es Dios, Cristo y nosotros mismos, y se trata de afirmar nuestro ser auténtico, llegar a ser plenamente Dios-en-nosotros, como se reveló el ser humano en Cristo. Una vida así construida, es la mejor ofrenda, es una hostia viva, sagrada, agradable a Dios, como lo dice Pablo hoy en la 2ª lectura, en eso debe consistir nuestro culto razonable a Dios.Ω
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