Lect.: Is 45, 1. 4-6 ;1 Tes 1, 1-5; Mt 22, 15-21
- “Dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”. Aquí tenemos una de esas frases de los evangelios que se han popularizado tanto, que es citada incluso por quienes nunca han leído directamente los evangelios. Aún más, también entre quienes los hemos leído, abundan las interpretaciones libres y acomodaticias, que no se atienen al contexto de la vida y predicación de Jesús ni al de la comunidad de Mateo. Esto sucede en gran medida porque, a lo largo de la historia, es normal que a los cristianos y cristianas nos influya la cultura de nuestra propia época a la hora de querer actualizar el mensaje de Jesús. Y no siempre esa influencia nos permite ser fieles al sentido original.
- Por ejemplo, al leer el texto de hoy de Mateo nos sentimos tentados a entenderlo como un llamado a la obligación de pagar impuestos. Muchos de nosotros estamos convencidos de que, en general, una estructura tributaria es indispensable para mantener un Estado, en particular un Estado social. Y nos escandalizamos de que, estas semanas últimas, muchos grupos populares de escasos recursos se hayan visto paradójicamente unidos —¿arrastrados?— con la consigna ambigua y usada demagógicamente, para protestar junto a grupos poderosos empresariales que no quieren pagar impuestos en proporción a lo que ganan e, incluso, que no quieren oír hablar de luchas contra la evasión y la elusión de impuestos. Ha sido tanta la tensión vivida con las protestas en las calles que se comprende la tentación de usar la frase evangélica para leer esta situación y apoyar la legítima necesidad de tributar, con la referencia a la conocida frase de Mateo.
- Sin embargo, por justo que sea oponerse al uso demagógico de la consigna “no más impuestos”, esto no nos permite aplicar directamente el texto de hoy a las luchas callejeras de estos días. Empecemos por intentar explicar, de manera sintética, el sentido original de la frase “Dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”. O mejor, iniciemos por decir lo que no quiere decir esa frase para el evangelista ni para el conjunto del Evangelio. No quiere decir, como se entendió en algunas épocas y lugares, que una “mitad “del ser humano pertenezca “al César”: la mitad material, o cultural, o exterior, relacionada con el «reino del mundo»; y la otra a Dios: la mitad espiritual, personal o interior. La visión dualista que separa lo “material” y lo “espiritual en la creación y en la vida humana, y separa y contrapone el “poder civil” a un supuesto “poder religioso”, es por completo ajena a la enseñanza y práctica de Jesús de Nazaret cuya misión era la salvación, es decir, la realización plena del ser humano. A él le preocupaba que tuviéramos vida y que la tuviéramos en abundancia, sin separar la dimensión corporal de la interior, de la mental.
- Esta visión integrada de la realidad en el mensaje evangélico está expresada en el centro de su predicación, el Reino de Dios. Este Reino o Reinado no es algo abstracto, etéreo, sino que es una realidad que ya está en medio de nosotros, en la medida en que es una dimensión que atraviesa toda nuestra vida y la rige con valores y principios que conservan y construyen la vida plena, tales como la justicia, la fraternidad, la solidaridad. Son los valores fundamentales del Sermón del Monte, de las Bienaventuranzas que constituían una Buena Noticia para los pobres y oprimidos.
- Establecer la oposición entre lo que pertenece a Dios y lo que pertenece al César se entiende aquí con una oposición más general que ya habían establecido los evangelistas, la oposición entre Dios y las riquezas, dos “señores” distintos a los que no se puede servir simultáneamente. (Mt 6: 24; LC 16: 13). En esta perspectiva, el impuesto y el César son tan solo un ejemplo significativo del señorío de las riquezas. Como lo explica el teólogo y biblista Xabier Pikaza, “Devolved al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (22,21). El tema no es pagar o no pagar, sino algo anterior, mucho más importante: descubrir el sentido y valor originario de la moneda, presidida y garantizada por el signo del César (no por Dios, que es el principio de la vida real). Pagar o no pagar, pero manteniendo la moneda, es en el fondo lo mismo. Jesús no dice, pues, que se pague o no se pague, sino que nos conduce a un espacio totalmente distinto, postulando un cambio de nivel: devolver al César su moneda, para vivir así de un modo totalmente distinto, sin la economía del imperio y del mercado.”
- Como lo refiere explícitamente Mateo, la pregunta es un intento de tender una trampa a Jesús y de comprometerlo públicamente. Jesús se da cuenta de la verdadera intención de quienes lo interrogan y se escapa de su estratagema. No les contesta ni en un sentido ni en otro en referencia al impuesto. Evidencia la hipocresía que los inspira y les hace ver lo que está peligrosamente detrás del uso indiscriminado del dinero del César, sea en impuestos sea en cualquier transacción, el sometimiento al poder de las riquezas.Ω (Ver NOTA)
Nota.- Por supuesto el comentario a este texto y a sus conexiones da para mucho más pero no es posible prolongarse más de la cuenta en esta ocasión. Solo agreguemos que es importante estudiar el significado que tenía en época de Jesús el pago de impuestos al César para los judíos. Era un reconocimiento implícito de su sometimiento a un poder extranjero. También por haber aceptado el uso de la moneda del Imperio Romano, que tenía grabados los signos políticos y religiosos de éste, conllevaba la aceptación de su señorío.
Comentarios
Publicar un comentario