Lect.: Is 25, 6-10a; Fil 4, 12-14. 19-20; Mt 22, 1-14
1. De todas las comparaciones utilizadas por Jesús para sugerir lo que es el “Reino de los cielos”, o el “Reinado de Dios”, esta de hoy es una de las más expresivas: el gran banquete o, aún más, el gran banquete de bodas. Conecta con esa imagen que en la primera lectura de hoy nos transmite Isaías, la intención de Dios de preparar “un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; de manjares exquisitos, vinos refinados… para todos los pueblos, para todas las naciones”. Son maneras de expresar en el lenguaje poético y simbólico de la Biblia el llamado constante a anhelar, buscar y construir, en cualquier circunstancia de la vida, la realización humana plena para todos los hombres y mujeres.
2. “Para todos los pueblos, para todas las naciones”, con más razón aún, “para todos los grupos sociales, todas las organizaciones y todas las personas, más y menos afectados. Es un llamado que sigue siendo válido para quienes se sienten o nos sentimos atraídos por el Evangelio de Jesús de Nazaret y por buscar en él una orientación para estos momentos por los que atravesamos. En Costa Rica, como también en muchos otros lugares, nos planteamos reconstruir nuestra vida social superando los efectos, tanto en la salud como en la economía, en toda la situación material tan golpeada en los últimos meses. “Para todos y para todas” resuena, entonces, la profecía de Isaías y la invitación en Mateo al gran banquete. El alcance de la inclusión es tan extremo que el evangelista se atreve a decir que “reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos”. Ya el mismo evangelista, había dicho en el Sermón de la Montaña, que así seremos hijos del Padre que está en el cielo, cuando entendamos que “él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos”. (5: 45)
3. Pero, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar esta invitación universal a sentarnos a compartir una mesa, sin exclusiones? Entre diversos factores que explican esta cerrazón, hay una que el Papa Francisco explica con claridad en su última Carta “A todos los Hermanos y Hermanas” (“Fratelli Tutti”). El Papa habla de la necesidad de trascender “un mundo de socios”. Comentando la parábola del Buen Samaritano, Francisco contrasta el término “prójimo” con el de “socio”. Para ilustrar el contraste recuerda del relato cómo “Los personajes que pasaban al lado de un hombre herido en el camino, no se concentraban en este llamado interior a volverse cercanos, sino en su función, en el lugar social que ellos ocupaban, en una profesión relevante en la sociedad. Se sentían importantes para la sociedad del momento y su urgencia era el rol que les tocaba cumplir. El hombre herido y abandonado en el camino era una molestia para ese proyecto, una interrupción, y a su vez era alguien que no cumplía función alguna. Era un nadie, no pertenecía a una agrupación que se considerara destacable, no tenía función alguna en la construcción de la historia”. En cambio, “el samaritano generoso se resistía a estas clasificaciones cerradas, aunque él mismo quedaba fuera de cualquiera de estas categorías y era sencillamente un extraño sin un lugar propio en la sociedad. Así, libre de todo rótulo y estructura, fue capaz de interrumpir su viaje, de cambiar su proyecto, de estar disponible para abrirse a la sorpresa del hombre herido que lo necesitaba”. (FT 101).
4. Y el Papa nos dirige luego este interrogante con el que terminamos nuestra reflexión, “¿Qué reacción podría provocar hoy esa narración, en un mundo donde aparecen constantemente, y crecen, grupos sociales que se aferran a una identidad que los separa del resto? ¿Cómo puede conmover a quienes tienden a organizarse de tal manera que se impida toda presencia extraña que pueda perturbar esa identidad y esa organización autoprotectora y autorreferencial? En ese esquema queda excluida la posibilidad de volverse prójimo, y sólo es posible ser prójimo de quien permita asegurar los beneficios personales. Así la palabra “prójimo” pierde todo significado, y únicamente cobra sentido la palabra “socio”, el asociado por determinados intereses” (FT102).
5. Retados a construir, más que reconstruir, una Costa Rica nueva, se trata de organizar un “banquete” donde los heridos del borde del camino sean los que ocupen el papel central de la invitación. Ya hemos descubierto este comportamiento, presente en mucha gente, para que a nadie le falte comida, luz y agua, que nadie pierda su casa en la actual emergencia,… Es el comportamiento que cuando se extienda a muchos más permitirá esa reconstrucción de nuestro país. No es el comportamiento de socios lo que necesitamos, sino de prójimos.Ω
NOTA: Agradecidos por la inspiradora Carta Circular universal, del Papa Francisco, "Todos hermanos y hermanas" ("Fratelli tutti"), que puede descargarse en 28º domingo t.o.
Lect.: Is 25, 6-10a; Fil 4, 12-14. 19-20; Mt 22, 1-14
1. De todas las comparaciones utilizadas por Jesús para sugerir lo que es el “Reino de los cielos”, o el “Reinado de Dios”, esta de hoy es una de las más expresivas: el gran banquete o, aún más, el gran banquete de bodas. Conecta con esa imagen que en la primera lectura de hoy nos transmite Isaías, la intención de Dios de preparar “un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; de manjares exquisitos, vinos refinados… para todos los pueblos, para todas las naciones”. Son maneras de expresar en el lenguaje poético y simbólico de la Biblia el llamado constante a anhelar, buscar y construir, en cualquier circunstancia de la vida, la realización humana plena para todos los hombres y mujeres.
2. “Para todos los pueblos, para todas las naciones”, con más razón aún, “para todos los grupos sociales, todas las organizaciones y todas las personas, más y menos afectados. Es un llamado que sigue siendo válido para quienes se sienten o nos sentimos atraídos por el Evangelio de Jesús de Nazaret y por buscar en él una orientación para estos momentos por los que atravesamos. En Costa Rica, como también en muchos otros lugares, nos planteamos reconstruir nuestra vida social superando los efectos, tanto en la salud como en la economía, en toda la situación material tan golpeada en los últimos meses. “Para todos y para todas” resuena, entonces, la profecía de Isaías y la invitación en Mateo al gran banquete. El alcance de la inclusión es tan extremo que el evangelista se atreve a decir que “reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos”. Ya el mismo evangelista, había dicho en el Sermón de la Montaña, que así seremos hijos del Padre que está en el cielo, cuando entendamos que “él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos”. (5: 45)
3. Pero, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar esta invitación universal a sentarnos a compartir una mesa, sin exclusiones? Entre diversos factores que explican esta cerrazón, hay una que el Papa Francisco explica con claridad en su última Carta “A todos los Hermanos y Hermanas” (“Fratelli Tutti”). El Papa habla de la necesidad de trascender “un mundo de socios”. Comentando la parábola del Buen Samaritano, Francisco contrasta el término “prójimo” con el de “socio”. Para ilustrar el contraste recuerda del relato cómo “Los personajes que pasaban al lado de un hombre herido en el camino, no se concentraban en este llamado interior a volverse cercanos, sino en su función, en el lugar social que ellos ocupaban, en una profesión relevante en la sociedad. Se sentían importantes para la sociedad del momento y su urgencia era el rol que les tocaba cumplir. El hombre herido y abandonado en el camino era una molestia para ese proyecto, una interrupción, y a su vez era alguien que no cumplía función alguna. Era un nadie, no pertenecía a una agrupación que se considerara destacable, no tenía función alguna en la construcción de la historia”. En cambio, “el samaritano generoso se resistía a estas clasificaciones cerradas, aunque él mismo quedaba fuera de cualquiera de estas categorías y era sencillamente un extraño sin un lugar propio en la sociedad. Así, libre de todo rótulo y estructura, fue capaz de interrumpir su viaje, de cambiar su proyecto, de estar disponible para abrirse a la sorpresa del hombre herido que lo necesitaba”. (FT 101).
4. Y el Papa nos dirige luego este interrogante con el que terminamos nuestra reflexión, “¿Qué reacción podría provocar hoy esa narración, en un mundo donde aparecen constantemente, y crecen, grupos sociales que se aferran a una identidad que los separa del resto? ¿Cómo puede conmover a quienes tienden a organizarse de tal manera que se impida toda presencia extraña que pueda perturbar esa identidad y esa organización autoprotectora y autorreferencial? En ese esquema queda excluida la posibilidad de volverse prójimo, y sólo es posible ser prójimo de quien permita asegurar los beneficios personales. Así la palabra “prójimo” pierde todo significado, y únicamente cobra sentido la palabra “socio”, el asociado por determinados intereses” (FT102).
5. Retados a construir, más que reconstruir, una Costa Rica nueva, se trata de organizar un “banquete” donde los heridos del borde del camino sean los que ocupen el papel central de la invitación. Ya hemos descubierto este comportamiento, presente en mucha gente, para que a nadie le falte comida, luz y agua, que nadie pierda su casa en la actual emergencia,… Es el comportamiento que cuando se extienda a muchos más permitirá esa reconstrucción de nuestro país. No es el comportamiento de socios lo que necesitamos, sino de prójimos.Ω
NOTA: Inspiradora la Carta Circular universal “A todos los hermanos y hermanas” (Fratelli tutti”) que puede descargarse en español en http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html
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