Lect.: Is 5, 1-7; Fil 4, 6-9; Mt 21, 33-43
- De nuevo la imagen de “la viña” en la que hay que trabajar. Si quitamos el tono nacionalista de la lectura del A.T., e incluso de las primeras comunidades judeo - cristianas, la viña es cada una de las comunidades humanas en el entorno en que se encuentren, en todo lugar del planeta y en todo tiempo de la historia. Y los viñadores somos todos, llamados a cultivar y fortalecer cada comunidad para que dé para todos y todas, frutos de riqueza humana, de plenitud de vida, de justicia, de fraternidad, de mutuo apoyo y solidaridad. La realización de este anhelo es llamado “Reino de Dios”.
- Pareciera una imagen tan maravillosa que cualquiera pensaría que nadie puede rechazarla, que es la motivación fundamental que uno esperaría encontrar en cualquier “trabajador de la viña”. Pero la parábola de hoy de Mateo, es profundamente realista al enfrentarnos con un cuadro —¿inesperado¸— ciertamente no deseado. Un grupo de viñadores a quienes el dueño les ha encargado temporalmente las tareas de cuido y cultivo, no tienen más aspiraciones que apoderarse, en primer lugar, de los frutos de la viña y, en definitiva, de toda la propiedad. Aún a costa de la integridad de los mensajeros del dueño y de la vida de muchos de ellos incluyendo la vida del Heredero legítimo.
- Es tan antagónica esta actitud y este comportamiento con los propósitos que el dueño de la viña se ha propuesto para las comunidades humanas, que el evangelista condena a los que se han apropiado abusivamente de la propiedad, haciendo que los propios oyentes de la parábola, pronuncien la condena: “Cuando vuelve el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores? Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo». El próximo domingo, cambiando de imagen, en la parábola del Banquete de Bodas, el evangelista dará una solución y un castigo más drásticos para quienes no quisieron entender la invitación a construir y participar de una Mesa Común, de una “viña común”.
- El “reino de Dios” no se levantará en ninguna nación privilegiada o pueblo “elegido”. Se levantará en la nueva trama de relaciones entre los que den los frutos esperados, entre los que construyan esas comunidades con los valores que vivió Jesús de Nazaret. Por eso la parábola trasciende su significado local para las comunidades judeo - cristianas y la carga de amenaza que, en su momento, tuvo para los líderes religiosos y políticos del Templo. Llega hasta nosotros como una meta por construir y como una advertencia actual ante la posibilidad de desvío.
- Como lo han trabajado estudiosos del Nuevo Testamento, las parábolas de Jesús no pueden leerse como cuentos ligados en exclusiva a los personajes y situaciones de la Palestina de aquella época. Tampoco hay que pensarlos como relatos que contienen significados ocultos que habría que descifrar. Son relatos claros pero que deben interpretarse como “modelos generales de acción” (Ver NOTA 1) para épocas y lugares distintos, de manera que es legítimo buscar paralelismos en la situación presentada y la que vivimos hoy día, por ejemplo, en Costa Rica; entre los personajes del relato y los del momento del que formamos parte. Los “viñadores malvados” no son, pues, solo las autoridades judías de los tiempos de Jesús, sino también los que hoy quieren imponer sus propias concepciones de cómo debe ser la convivencia en un país como el nuestro, a costa del bienestar de los demás. Y la muerte del heredero y el maltrato de los mensajeros del Dueño, puede aludir hoy también a los riesgos que corren quienes quieren cuidar realmente la “viña”, quienes quieren construir el reino de Dios hoy día, una comunidad libre de discriminaciones y desigualdades. Por mencionar un caso, incluso en nuestro país hemos sido testigos del asesinato, aún impune, de líderes de los pueblos originarios y de los movimientos ecologistas.
- Tomamos, para concluir esta reflexión, un párrafo de la Carta Circular del Papa Francisco, “Todos hermanos y hermanas”, publicada hoy, día de San Francisco, elocuente sobre cómo debemos superar la situación que vivimos.
- “Cuidar el mundo que nos rodea y contiene es cuidarnos a nosotros mismos. Pero necesitamos constituirnos en un “nosotros” que habita la casa común. Ese cuidado no interesa a los poderes económicos que necesitan un rédito rápido. Frecuentemente las voces que se levantan para la defensa del medio ambiente son acalladas o ridiculizadas, disfrazando de racionalidad lo que son sólo intereses particulares. En esta cultura que estamos gestando, vacía, inmediatista y sin un proyecto común, «es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones». (N.17). (Ver en NOTA otros 3 párrafos, muy pertinentes también para actualizar el sentido de la parábola que hemos leído hoy).Ω
NOTAS.
1ª Para leer los evangelios como “Modelos generales de acción”, ver
Massimo Grilli - Cordula Langner “Comentario al Evangelio de Mateo”, Verbo Divino, 2011.
2ª Otros tres párrafos elocuentes de la Carta del Papa, en relación con esta reflexión sobre la parábola de hoy:
1º “Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. En el fondo «no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” —como los no nacidos—, o si “ya no sirven” —como los ancianos—. Nos hemos hecho insensibles a cualquier forma de despilfarro, comenzando por el de los alimentos, que es uno de los más vergonzosos» (n. 18)
2º “Este descarte se expresa de múltiples maneras, como en la obsesión por reducir los costos laborales, que no advierte las graves consecuencias que esto ocasiona, porque el desempleo que se produce tiene como efecto directo expandir las fronteras de la pobreza (n. 20).
3º “Hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano integral. Aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que «nacen nuevas pobrezas». Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual. Porque en otros tiempos, por ejemplo, no tener acceso a la energía eléctrica no era considerado un signo de pobreza ni generaba angustia. La pobreza siempre se analiza y se entiende en el contexto de las posibilidades reales de un momento histórico concreto (n.21).
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