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16º domingo t.o.: la igualdad de mujeres y hombres, según el Jesús del evangelio (una 1ª aproximación)

Lect.: Génesis 18:1-10; Colosenses 1:24-28;  Lucas 10:38-42


  1. No es este el único texto evangélico en que se destaca el reconocimiento que hace Jesús de la dignidad e importancia de las mujeres. Basta con recordar el episodio de la mujer adúltera, el encuentro con la samaritana y la acogida a pecadoras públicas, así como la mención, incluso por nombre, de mujeres a las que Jesús había curado, que le seguían  y que, con sus bienes, ayudaban a mantener a la comunidad. Pero aquí, en el pasaje de hoy, en 6 breves líneas el evangelista Lucas, deja enunciada una síntesis de lo que es la herencia de Jesús epecíficamente a la Iglesia, en cuanto a las relaciones entre mujeres y hombres, y que debería haber sido recibido como herencia prioritaria por la Iglesia.
  2. En primer lugar, algo que debió chocar muy fuertemente en aquella época: la escena muestra al Maestro compartiendo a solas con dos mujeres en la casa de una de ellas. Para el judaísmo de entonces, y así se refleja en el Antiguo Testamento, ante todo, no era bien visto que una mujer pudiese poseer una casa,  la dirigiese y, sobre todo, que acogiera en ella a un hombre. Una negación de la libertad y capacidad de decisión femenina era predominante en el pueblo de Israel, al punto de que, quienes van a acoger más pronto la enseñanza evangélica que reivindica la libertad femenina, no son los cristianos provenientes de ambientes judíos sino los que venían del mundo helénico,  o influenciados por éste, como el propio Lucas, porque en ese espacio las mujeres griegas tenían menos restricciones sociales.
  3. En segundo lugar, La figura de María de Betania, como discípula, es decir, como la que escucha la Palabra de Dios que enseña Jesús, choca de frente con unas tradiciones bíblicas que llegan incluso a maldecir al papá que le enseña la Torá a sus hijas mujeres. Cierto que el judaísmo admitía e incluso exigía la fe y, en particular, la obediencia religiosa, de las mujeres pero siempre subordinadas. Y Jesús no es ningún ignorante de las tradiciones de su pueblo, por lo que aceptar  a María de Betania como discípula no es ninguna “metedura de pata” de Jesús. Es resultado de su decisión de revalorizar a las mujeres, consciente de que con esta actitud suya se enfrenta y desafía a las autoridades religiosas y políticas locales. Lucas escribe su evangelio, probablemente en Siria y varias décadas después de la crucifixión, por eso lo que refleja este pasaje de hoy es que el modo de tratar Jesús a las mujeres, que las primeras comunidades recordaban, suscitó o fortaleció un espíritu de emancipación en las mujeres de comunidades posteriores, como la comunidad de Lucas.
  4. Pero no solo eso; si en los recorridos de Jesús enseñando y predicando, le acompañaban discípulos hombres y mujeres, compañeras y compañeros itinerantes de misión, —lo que ya era muy importante y nos da un cuadro muy rico de las formas de convivencia cristianas desde el principio—, el texto además muestra que había discípulas de Jesús que también participaban e incluso podrían dirigir en una comunidad cristiana establecida en las aldeas. Como muestran los estudiosos  del Nuevo Testamento, esta escena de hoy, evoca la idea de una Iglesia doméstica en casa de Marta, como las que se multiplicaron en los primeros tiempos del cristianismo y, en este caso, presidida por una mujer. 
  5. Esa idea se apuntala más cuando descubrimos, lo que también descubrió Lucas en su momento, sobre las controversias de las comunidades cristianas anteriores a él,  sobre el ejercicio de ministerios en las iglesias. Aunque Lucas no entra en detalles y no parece querer meterse en la controversia, puede verse sin mucho esfuerzo, en el contexto simbólico cristiano, que ambas mujeres, Marta y María, las dos hermanas de Betania representan, en el relato, el ejercicio de dos diaconías /servicios o ministerios instituidos en la estructura naciente de la Iglesia: la diaconía de la Palabra y la diaconía de la Mesa. Ambos ministerios ejercidos por mujeres.
  6. Nos resulta imposible no captar la resonancia de este texto en nuestros días, y en los conflictos recientes que en Costa Rica han afectado el funcionamiento de nuestro sistema educativo. En buena parte estos conflictos están  relacionados con protocolos orientados a fortalecer la coeducación de niños y niñas, y al respeto de la identidad respectiva, a la igualdad en la diferencia. También alimentaron los conflictos las expresiones de manera despectiva y negativa como se han referido muchos, dentro y fuera de la Iglesia, a las luchas por la igualdad de género en dignidad, libertad y derechos. Aunque los problemas de relaciones entre hombres y mujeres quizás no están hoy tan gravemente afectados como hace veintiún siglos, continúan influyendo igual que entonces, una serie de prejuicios ideológicos sociales, aceptados por muchos quizás por falta de formación y de reflexión serena, que son herederos de culturas machistas, de dominación, a veces descarados y a veces disfrazados de un lenguaje paternalista.   ¿Dónde queda la herencia del testimonio, de la práctica y de la enseñanza de Jesús? Es un reto muy fuerte el que tenemos todas y todos, para superar esos prejuicios, con tareas y hábitos que deben empezar a formarse enseñándolas desde la familia y, por supuesto, continuar fortaleciéndolas en los programas de escuelas y colegios y en las catequesis de las iglesias.Ω

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