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31º domingo to. Las relaciones de justicia, ámbito del encuentro con Dios

Lect.: Sab 11:22--12:2; Sal 145:1-2, 8-11, 13-14; II Tesal 1:11–2:2; Lc 19:1-10

  1. En el lenguaje religioso, —sobre todo en las predicaciones en la iglesias—, abundan ciertas frases que luego todos repetimos de tal manera que acaban marcando nuestras creencias y comportamiento. Así, por ejemplo, cuando usamos a menudo expresiones como tal cosa es “ofensa a Dios”, o “pecado contra él”; o cuando nos obsesionamos con implorar el perdón divino, arrepentidos, quizás no de algo muy concreto sino de “haberle ofendido” por “lo pecadores que somos”, … Detrás de estas formas de hablar y otras parecidas pareciera que hay una manera de pensar en un Dios bravo y ceñudo, soberano en lo alto, aunque al mismo tiempo, muy susceptible ante los errores o flaquezas humanas que le ofenden.  Por otra parte, en esa misma visión se piensa de los humanos como criaturas rebeldes y que, continuamente, cometen acciones contra la divinidad y, por lo mismo,  indignos de recibir la visita divina, mucho menos de participar en la misma vida de Dios . Todo ese enfoque configura un comportamiento de los y las cristianas. En cambio, la escena de hoy, en que Zaqueo se encuentra con Jesús, da pie para entender de otra manera lo que en el evangelio de Lucas se entiende por pecado y por arrepentimiento. Una manera de entender que da lugar a una actitud más adulta y constructiva del cristiano.
  2. Si el domingo pasado, en la oración en el Templo, un fariseo despreciaba como pecador a un recaudador de impuestos para los romanos, hoy es toda una multitud que, a pesar de estar agolpándose entorno a Jesús en su subida a Jerusalén ahora murmuran de él de por ir a alojarse en la casa de un hombre muy pecador, —no solo recaudador, sino jefe de recaudadores de impuestos para los extranjeros, los ocupantes romanos. Tres cosas, al menos, hay que destacar en la lectura. Primero, en la figura de Zaqueo. El evangelista constata que, incluso en un pecador público y despreciado, existe la capacidad de abrirse a la sanación interior y a la reintegración social y comunitaria. Y reconoce Lucas, que esa capacidad de apertura se expresa y constata en acciones de reparación de justicia —y no en meros discursos y golpes de pecho piadosos de arrepentimiento.
  3. Segundo, en la actitud de Jesús, el texto de Lucas permite ver dos rasgos importantes: Uno, el trato respetuoso a la dignidad de aquel hombre pecador. Esto se ve porque no presenta a Jesús humillándolo, poniéndolo de rodillas sino, por el contrario,  declarando que la iniciativa de esa reparación de justicia que manifiesta Zaqueo sale de su corazón mismo. Porque, “ también éste es hijo de Abraham”, como todos los otros que ahí se encuentran,  incluyendo a los que estaban murmurando.      No puede esperarse una actitud distinta de parte de Jesús, que tan alta estima tiene de la condición humana al punto que, una vez más en este pasaje, se refiere a sí mismo como “hijo del hombre”, es decir, como alguien plenamente humano. El alto grado de ese mismo aprecio y confianza por lo humano, queda transparentado en el reconocimiento de que es en esa capacidad de cambio de su vida donde se manifiesta la presencia salvadora de Dios. En todas las acciones que está comprometido a hacer para reparar injusticias “ha llegado la salvación a esta casa”.
  4. La riqueza de este texto da pie para comentar otros temas, — por ejemplo, sobre la posibilidad de conversión de un rico que en otros textos de Lucas siempre aparece como algo que es muy difícil que suceda. O conectar, de nuevo, como el domingo pasado, con la tendencia de la debilidad humana, de despreciar a otros para tratar de fortalecer la propia autoestima. O algo más profundo, todavía. Tratar de sacar las consecuencias del hecho de que Jesús, al hablar de sí mismo no se aplica títulos divinos, sino que se autovalora como “hijo del hombre”. ¿En qué sentido, entonces, podemos pensar que también cada uno de nosotros,  —“hijos de hombre” y “nacidos de mujer”, como dice san Pablo  de Jesús (Gál 4:4)—, estamos llamados a hacer el mismo camino, las mismas obras de Jesús  e incluso a hacer cosas mayores (Jn 14,12)?  Son temas para quedar reflexionando esta semana y para ampliar en otro momento. Pero, para hacer breve este mensaje de hoy, limitémonos a lo dicho, subrayando, por una parte, cómo la visión reflejada en el texto de Lucas de hoy, podría cambiar nuestra manera de entender  lo que llamamos “pecado”, verlo más como ruptura a los deberes de justicia con nuestros semejantes, más que como ofensa un tanto abstracta a un Dios allá en lo alto.  Y, por otra parte, de manera correspondiente a esa manera de entender el pecado, la reinterpretación del arrepentimiento, como un  cambio de comportamiento en las relaciones sociales, más que como un mero sentimiento interior de culpa.
  5. Este tipo de enfoque, en la medida en que lo hagamos nuestro, sin duda haría cambiar nuestras prácticas religiosas. Nos haría más conscientes de la capacidad interior que siempre tenemos de sacar lo mejor de nosotros mismos a pesar de cargar con un montos de fallos y a pesar de la insistencia de algunos que tratan de hacernos sentir desvalorizados delante de Dios . Y nos ayudará a entender el ámbito de las relaciones justas con los demás como un espacio privilegiado de encuentro con la divinidad, que siempre está ahí a nuestro alcance.Ω

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