Lect.: I Reyes 17, 10-16; Hebreos 9, 24-28;
Mc 12, 38-44
- Este texto del evangelio de hoy es quizás el más elocuente de Mc para expresar a su comunidad y a nosotros cómo entiende él lo que es Jesús. Y lo hermoso y extraordinario es que para transmitirnos el retrato sintético que dibuja del Maestro utiliza lo inesperado: no la imagen de ningún líder o profeta del A.T., ni la comparación con ningún varón fuerte, sino la figura de una mujer, de una viuda pobre y generosa, capaz de entregar, desinteresadamente, todo lo que tiene para vivir; es decir, capaz de entregar su propia vida. Como lo han destacado algunos estudiosos del N.T. aquella mujercita sin importancia, “ninguneada” por quienes ni alzaban a verla, puede ser entendida como una “viuda mesiánica”, una “parábola viviente” de la vida y la muerte de Jesús, al destacar el rasgo de ser capaz de dar por otros no un diezmo, ni una porción de lo sobrante, sino la totalidad de su propia vida. Este es el gesto, para el evangelio, más profundamente religioso, más espiritual que se puede tener.
- El mensaje de esta “parábola viviente” se hace más significativo aún, cuando vemos el contraste, establecido por el mismo Jesús, con los comportamientos de lo que llama “escribas” pero que, en el evangelio de Marcos, se refiere a quienes dentro de la naciente Iglesia. ya han caído en la vieja tentación de buscar el poder sagrado para prestigio personal y dominio sobre el resto de la gente. “Les encanta pasearse con amplio ropaje, —dice Marcos—, y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos”. Son quienes caen en la tentación de hacerse profesionales, funcionarios del culto, de las Escrituras, de la religión. El Papa Francisco, en su homilía de este domingo, los llama “trepadores”, “apegados al dinero”. “En la Iglesia, dice el Papa, hay quienes, en lugar de servir, de pensar en los demás, se sirven de la Iglesia: Y cuántos sacerdotes, obispos hemos visto así. Es triste decirlo ¿no?” Por contraste, señala Francisco, la imagen de la viuda pobre, es signo de la “radicalidad del Evangelio, de la llamada de Jesucristo: a servir, a estar al servicio de, a no detenerse, ir más allá, olvidándose de sí mismos”.
- El Papa y el evangelista Marcos cuestionan fuertemente no solo a esos eclesiásticos de la Curia Romana, del Vaticano, que se resisten a las reformas emprendidas por el Papa, sino a todos los que desempeñamos alguna función litúrgica, de predicación u organizativa en la Iglesia. Pero es un cuestionamiento que, en realidad, debemos hacernos todos en todas partes, clérigos y laicos, porque todos estamos expuestos a esa tentación de hacer del comportamiento religioso solo una apariencia, una mentira, por lo tanto.
- Pero Francisco, en su misma homilía de hoy, nos da esperanza, nos habla de cristianas y cristianos que llevan décadas de una vida de servicio, algunos en un hospital de una zona pobre en África, otros, acompañando a un pueblo medio marginado en la Amazonia. Ellos son, como la viuda pobre, testimonio y signos de que también es posible para nosotros, ahí donde nos ha tocado desempeñarnos, irnos identificando con la vida de entrega de Jesús, dando cada uno las dos o tres moneditas que tenemos, y que simbolizan lo que está a nuestro alcance hacer por una sociedad más comunitaria y justa.Ω
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