Lect.: Ex 34,4b-6.8-9; II Cor 13,11-13; Jn 3,16-18
- Comenta un hermano dominico, en su predicación de hoy, que más que decir que este domingo es "una fiesta dedicada a Dios, es más bien una fecha para celebrar que Dios es una fiesta todos los días, lo cual es algo muy distinto. La fiesta es siempre alegría, relación, vida, amor. "El creyente, añade este hermano, es aquel que se ha sentido invitado a esa fiesta y está dispuesto a participar en ella.”. Pienso que esta es una hermosa manera de invitarnos a revisar la forma como nos representamos a Dios, a repensar las creencias que hemos construido en las religiones, en las iglesias, para referirnos a la divinidad, a lo sagrado, a lo santo que está en nosotros, en la vida, en la creación. Invitación a darnos cuenta de que a menudo caemos en la trampa de pensar que la fe en Dios es la aceptación de una doctrina de la Trinidad, de un credo, largo o corto, o de otras explicaciones teológicas, en vez de descubrir que es una experiencia de vida, es la participación en esa fiesta que es Dios y que es la fuente de vida, —por eso podemos llamarlo Padre y Madre—, el fundamento y la plenitud que llena nuestra existencia.
- Todos los grandes santos y espirituales coincidían en que de Dios más sabemos lo que no es que lo que es. El evangelio de Juan nos recuerda desde el comienzo (Jn 1: 18)que “a Dios nadie lo vio jamás”, pero seguidamente nos afirma que es el Hijo, el que vive en el seno de Dios, el que puede hablarnos de Dios. Podríamos decir, entonces, que la vida de quien está en Dios es la que mejor expresa lo que es Dios. Durante el tiempo Pascual hemos meditado en la Resurrección, precisamente, como una forma de existencia en Dios y para Dios y escuchábamos decir, también a Pablo, que ya estamos compartiendo con Cristo esa vida de resucitados. Otro gran santo y poeta, San Juan de la Cruz, en un extraordinario poema referido a su propia experiencia de la divinidad, usa frases tan desconcertantes como las que inician ese poema: "Entréme donde no supe
y quedéme no sabiendo toda ciencia trascendiendo”. Y añado aquí la primera estrofa: "Yo no supe dónde entraba pero cuando allí me vi sin saber dónde me estaba grandes cosas entendí no diré lo que sentí que me quedé no sabiendo toda ciencia trascendiendo".
- Entrar en esa fiesta de todos los días, que es Dios, es descubrir y vivir en plenitud lo que es el sustento de nuestro ser, la fuente de nuestra vida y del amor. Es abrirse a experimentar la bondad, la alegría, en la raíz de donde todo procede, y que nos permite traducir esa experiencia en formas de creación de más amor, más alegría, más luz, más confianza, más solidaridad aún en medio de situaciones de fractura y dolor, de contradicción y conflicto o, quizás, más especialmente en esas situaciones. Esa experiencia de vida, “en Dios y para Dios”, es lo que nos hace personas de fe, aunque no sepamos ni siquiera formular o explicar en doctrinas, dogmas o razonamientos lo que nos transmite esa experiencia, —“entreme donde no supe, repito la expresión de san Juan de la Cruz, toda ciencia trascendiendo”. Pienso que la oración que puede brotar este domingo de nuestros corazones es que nos abramos a participar en esa fiesta de todos los días que es Dios, encontrado en la alegría, el amor, la solidaridad de las relaciones, en la vida, y que podemos descubrir esa fiesta en quienes ya la viven, independientemente de si se llaman católicos, creyentes o ateos, pero que están construyendo un mundo en fiesta, en amor, en servicio, en alegría.Ω
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