1er domingo de cuaresma, 13 de marzo de 2011
Lect. Gén 2,7-9; 3,1-7, Salmo 50, Rom5,12-19, Mt 4,1-11
1. Cuando éramos pequeños, —al menos en aquellos viejos tiempos— se nos solía preguntar QUÉ queríamos ser cuando fuéramos grandes. De niños podíamos responder cualquier cosa —bombero, piloto, astronauta…—, y de adolescentes alguna profesión u oficio reconocido socialmente —ingeniero, abogada, enfermera, médico, músico, ebanista …— . Lo que no se nos preguntaba, era POR QUÉ y PARA QUÉ queríamos ser eso. Tal vez porque esas preguntas resultaban muy complicadas para un niño, o porque los adultos de entonces —y quizás también muchos de los de ahora— tampoco se formulaban esos interrogantes. Y, sin embargo, están ligados a las decisiones más importantes de nuestra vida. Que un niño o niña quisiera ser, por ejemplo, profesional del campo de la salud es importante. Pero todavía lo es más saber POR QUÉ Y PARA QUÉ quiere serlo. ¿Porque se siente con cualidades para ese trabajo y hacerlo lo hará sentirse feliz y realizado? ¿porque quiere además ser útil a los demás y ayudarles en sus necesidades más fundamentales? O, ¿será acaso porque su máxima aspiración es la de ser un “viejo de plata”, o alguien con mucho poder e influencia en la sociedad, o con mucho protagonismo, y aparecer en la tele o en los periódicos?
2. Esas decisiones son claves en nuestra vida. Y también lo fueron en la vida de Jesús. Él no era desde pequeñito ese “microDios” que se sabía al pie de la letra la voluntad del Padre, como lo presentan algunas visiones ingenuas supernaturalistas. Fue también plenamente humano y como tal fue “creciendo poco a poco en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres”. De ahí este texto sobre las tentaciones. Mateo no lo escribió para hablarnos de los pequeños y cotidianos conflictos que también tendría Jesús —decidir si quedarse durmiendo o ir a trabajar, si ver de reojo o no a aquella mujer guapa, o si pasarse o no de un par de vasos de vino… Las tentaciones de Jesús fueron para Mateo, las de los grandes dilemas que se presentan a todo ser humano en el momento de las decisiones importantes para la vida: optar por una vida que lo haga a uno feliz y útil a los demás, o dejarse llevar por el atractivo del poder, las riquezas o el protagonismo social y político, indiferente al bienestar de los demás.
3. “Por qué” y “para qué” elijo tal profesión u oficio; “Por qué” y “para qué” me meto en tal negocio, o en tal relación, o decido casarme o no, o acepto este tipo de trabajo y no aquel otro, o me meto en política o no… Son los momentos de esas decisiones en los que se nos presentan los dilemas importantes para nuestra vida. Para un cristiano se trata de decidir tomando en cuenta los valores del evangelio, los que guiaban a Jesús, o, por el contrario, otros aparentes valores, que en el medio en que vivimos suenan más exitosos. El texto de Mt sintetiza en un relato simbólico, los tipos de tentaciones que se presentaron a Jesús a lo largo de la vida y el dilema en que le colocaban: servir el reino de Dios y su justicia, para beneficio personal y de todos los hijos e hijas de Dios, o, por el contrario, ceder ante la tentación egocéntrica, individualista de buscar para sí la riqueza, el poder sobre otros y aparecer como centro de veneración y culto de los demás. Jesús decidió sin titubear optando por la voluntad de Aquel que quiere el bien de todos y no de unos pocos privilegiados.
4. No podemos decir que nos toca enfrentar decisiones más difíciles por vivir en una sociedad “más materialista”, o “más hedonista”, es decir, más amante del placer y el confort. Las tres tentaciones las pone Mateo —riquezas, poder político y protagonismo espectacular— porque ya existían entonces. Subyacen bajo nuestra piel, de diversos modos en todas las épocas. De aquí que, al empezar la cuaresma, la liturgia nos plantee la necesidad de reexaminar continuamente el norte, la meta para la que vivimos, trabajamos y nos relacionamos.Ω
Lect. Gén 2,7-9; 3,1-7, Salmo 50, Rom5,12-19, Mt 4,1-11
1. Cuando éramos pequeños, —al menos en aquellos viejos tiempos— se nos solía preguntar QUÉ queríamos ser cuando fuéramos grandes. De niños podíamos responder cualquier cosa —bombero, piloto, astronauta…—, y de adolescentes alguna profesión u oficio reconocido socialmente —ingeniero, abogada, enfermera, médico, músico, ebanista …— . Lo que no se nos preguntaba, era POR QUÉ y PARA QUÉ queríamos ser eso. Tal vez porque esas preguntas resultaban muy complicadas para un niño, o porque los adultos de entonces —y quizás también muchos de los de ahora— tampoco se formulaban esos interrogantes. Y, sin embargo, están ligados a las decisiones más importantes de nuestra vida. Que un niño o niña quisiera ser, por ejemplo, profesional del campo de la salud es importante. Pero todavía lo es más saber POR QUÉ Y PARA QUÉ quiere serlo. ¿Porque se siente con cualidades para ese trabajo y hacerlo lo hará sentirse feliz y realizado? ¿porque quiere además ser útil a los demás y ayudarles en sus necesidades más fundamentales? O, ¿será acaso porque su máxima aspiración es la de ser un “viejo de plata”, o alguien con mucho poder e influencia en la sociedad, o con mucho protagonismo, y aparecer en la tele o en los periódicos?
2. Esas decisiones son claves en nuestra vida. Y también lo fueron en la vida de Jesús. Él no era desde pequeñito ese “microDios” que se sabía al pie de la letra la voluntad del Padre, como lo presentan algunas visiones ingenuas supernaturalistas. Fue también plenamente humano y como tal fue “creciendo poco a poco en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres”. De ahí este texto sobre las tentaciones. Mateo no lo escribió para hablarnos de los pequeños y cotidianos conflictos que también tendría Jesús —decidir si quedarse durmiendo o ir a trabajar, si ver de reojo o no a aquella mujer guapa, o si pasarse o no de un par de vasos de vino… Las tentaciones de Jesús fueron para Mateo, las de los grandes dilemas que se presentan a todo ser humano en el momento de las decisiones importantes para la vida: optar por una vida que lo haga a uno feliz y útil a los demás, o dejarse llevar por el atractivo del poder, las riquezas o el protagonismo social y político, indiferente al bienestar de los demás.
3. “Por qué” y “para qué” elijo tal profesión u oficio; “Por qué” y “para qué” me meto en tal negocio, o en tal relación, o decido casarme o no, o acepto este tipo de trabajo y no aquel otro, o me meto en política o no… Son los momentos de esas decisiones en los que se nos presentan los dilemas importantes para nuestra vida. Para un cristiano se trata de decidir tomando en cuenta los valores del evangelio, los que guiaban a Jesús, o, por el contrario, otros aparentes valores, que en el medio en que vivimos suenan más exitosos. El texto de Mt sintetiza en un relato simbólico, los tipos de tentaciones que se presentaron a Jesús a lo largo de la vida y el dilema en que le colocaban: servir el reino de Dios y su justicia, para beneficio personal y de todos los hijos e hijas de Dios, o, por el contrario, ceder ante la tentación egocéntrica, individualista de buscar para sí la riqueza, el poder sobre otros y aparecer como centro de veneración y culto de los demás. Jesús decidió sin titubear optando por la voluntad de Aquel que quiere el bien de todos y no de unos pocos privilegiados.
4. No podemos decir que nos toca enfrentar decisiones más difíciles por vivir en una sociedad “más materialista”, o “más hedonista”, es decir, más amante del placer y el confort. Las tres tentaciones las pone Mateo —riquezas, poder político y protagonismo espectacular— porque ya existían entonces. Subyacen bajo nuestra piel, de diversos modos en todas las épocas. De aquí que, al empezar la cuaresma, la liturgia nos plantee la necesidad de reexaminar continuamente el norte, la meta para la que vivimos, trabajamos y nos relacionamos.Ω
JORGE ARTURO. EXCELENTE MENSAJE PARA DAR INICIO A ESTE PERIODO DE REFLEXION.MUCHOS SALUDOS Y QUE CONTINUES CON TU RECUPERACION PARA ESCUCHAR DE VIVA VOZ TUS REFLEXIONES.
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