Fiesta de la Ascensión, mayo 20, 2007
Lect.: Hech 1: 1 – 11; Ef 1: 17 – 23; Lc 24: 46 – 53
1. Un hecho que se repite en los evangelios es la incapacidad de los discípulos para entender lo que Jesús dice. O, quizás peor, su inclinación a interpretar las palabras y acontecimientos según formas de pensar de la época, que no coincidían con la nueva visión que Jesús estaba tratando de compartirles. Este fallo de los discípulos se repite en las lecturas de hoy. Jesús les da pruebas de que está vivo, les habla de que van a ser revestidos de una fuerza de lo alto, y ellos se quedan en la interpretación política judía del mensaje. Solo se les ocurre preguntar si ahora va a ser restaurado el reino de Israel.
2. No es raro que eso suceda. Como todos los grandes maestros espirituales Jesús comunica un mensaje sobre la riqueza y profundidad de la vida humana y de la creación que tenemos que ir captando poco a poco, conforme a los instrumentos de conocimiento con que contamos en cada lugar y en cada época. En su momento, aquellos judíos tenían que emplear sus propias creencias y tradiciones para entender el mensaje de Jesús. De esta forma, sin duda que alcanzaban a entender algunas cosas, pero no la plenitud del mensaje. A nosotros nos puede pasar lo mismo. Al escuchar de nuevo el anuncio de la resurrección y ascensión de Jesús y al recibir su invitación a ser testigos de este acontecimiento, "para la conversión y el perdón de los pecados" puede ser que nos quedemos cortos, y tendamos a repetir fundamentalistamente los textos bíblicos, como aquellos primeros discípulos, y no nos abramos a la profundidad del mensaje.
3. Cuando los textos del NT hablan de la resurrección y la ascensión de Jesús en realidad están hablando de dos aspectos de un solo hecho. No se trata de que el cadáver de Jesús vuelva a la vida sino que, como dijimos el domingo pasado, Jesús nos manifiesta un nuevo modo de existencia. Se inaugura una vida nueva, que está por encima de los poderes negativos de este mundo y por encima, incluso, de la muerte. La ascensión a la diestra del Padre, como dice la tradición, es una forma simbólica de hablar de ese señorío, de ese poder del hombre nuevo por encima del pecado y el mal. Y es inauguración de esa vida nueva también para nosotros que se caracteriza porque el Padre y el Hijo establecen su morada en nosotros, como dice Juan. Lo sagrado se hace presente, irrumpe en nuestra realidad cotidiana. Nos cuesta entenderlo y aceptarlo, pero una fuerza que viene de lo alto, el propio espíritu de Jesús, va a revestir a los discípulos para ir experimentándolo y para ir dando testimonio de esta vida nueva no importa en qué país o en qué situación nos toque vivir —"hasta los confines de la tierra".
4. Estamos lejos de entender en todos sus alcances lo que significa compartir esta vida nueva, metida en el seno de la intimidad misma de Dios pero que, al mismo tiempo, no pierde las características de fragilidad que tiene toda la creación. Lo importante, quizás, entonces, es una triple invitación que sale de las lecturas de hoy. Primera, a no reducir las expresiones de nuestra fe a repetir literalmente las palabras sagradas; Segunda, a motivarnos más bien, con esperanza, a pensar que lo que se nos está revelando sobre nuestra vida ha de entenderse en un horizonte inmenso, tan grande que el autor de Efesios trata de expresarlo en términos de transformación cósmica. Tercera, que Jesús en estos textos nos pide que aguardemos, que tengamos paciencia si vamos entendiendo despacio, porque esa fuerza de lo alto va a revestirnos y a darnos la capacidad para experimentar por nosotros mismos esa nueva realidad, ese nivel más profundo de la vida.Ω
Lect.: Hech 1: 1 – 11; Ef 1: 17 – 23; Lc 24: 46 – 53
1. Un hecho que se repite en los evangelios es la incapacidad de los discípulos para entender lo que Jesús dice. O, quizás peor, su inclinación a interpretar las palabras y acontecimientos según formas de pensar de la época, que no coincidían con la nueva visión que Jesús estaba tratando de compartirles. Este fallo de los discípulos se repite en las lecturas de hoy. Jesús les da pruebas de que está vivo, les habla de que van a ser revestidos de una fuerza de lo alto, y ellos se quedan en la interpretación política judía del mensaje. Solo se les ocurre preguntar si ahora va a ser restaurado el reino de Israel.
2. No es raro que eso suceda. Como todos los grandes maestros espirituales Jesús comunica un mensaje sobre la riqueza y profundidad de la vida humana y de la creación que tenemos que ir captando poco a poco, conforme a los instrumentos de conocimiento con que contamos en cada lugar y en cada época. En su momento, aquellos judíos tenían que emplear sus propias creencias y tradiciones para entender el mensaje de Jesús. De esta forma, sin duda que alcanzaban a entender algunas cosas, pero no la plenitud del mensaje. A nosotros nos puede pasar lo mismo. Al escuchar de nuevo el anuncio de la resurrección y ascensión de Jesús y al recibir su invitación a ser testigos de este acontecimiento, "para la conversión y el perdón de los pecados" puede ser que nos quedemos cortos, y tendamos a repetir fundamentalistamente los textos bíblicos, como aquellos primeros discípulos, y no nos abramos a la profundidad del mensaje.
3. Cuando los textos del NT hablan de la resurrección y la ascensión de Jesús en realidad están hablando de dos aspectos de un solo hecho. No se trata de que el cadáver de Jesús vuelva a la vida sino que, como dijimos el domingo pasado, Jesús nos manifiesta un nuevo modo de existencia. Se inaugura una vida nueva, que está por encima de los poderes negativos de este mundo y por encima, incluso, de la muerte. La ascensión a la diestra del Padre, como dice la tradición, es una forma simbólica de hablar de ese señorío, de ese poder del hombre nuevo por encima del pecado y el mal. Y es inauguración de esa vida nueva también para nosotros que se caracteriza porque el Padre y el Hijo establecen su morada en nosotros, como dice Juan. Lo sagrado se hace presente, irrumpe en nuestra realidad cotidiana. Nos cuesta entenderlo y aceptarlo, pero una fuerza que viene de lo alto, el propio espíritu de Jesús, va a revestir a los discípulos para ir experimentándolo y para ir dando testimonio de esta vida nueva no importa en qué país o en qué situación nos toque vivir —"hasta los confines de la tierra".
4. Estamos lejos de entender en todos sus alcances lo que significa compartir esta vida nueva, metida en el seno de la intimidad misma de Dios pero que, al mismo tiempo, no pierde las características de fragilidad que tiene toda la creación. Lo importante, quizás, entonces, es una triple invitación que sale de las lecturas de hoy. Primera, a no reducir las expresiones de nuestra fe a repetir literalmente las palabras sagradas; Segunda, a motivarnos más bien, con esperanza, a pensar que lo que se nos está revelando sobre nuestra vida ha de entenderse en un horizonte inmenso, tan grande que el autor de Efesios trata de expresarlo en términos de transformación cósmica. Tercera, que Jesús en estos textos nos pide que aguardemos, que tengamos paciencia si vamos entendiendo despacio, porque esa fuerza de lo alto va a revestirnos y a darnos la capacidad para experimentar por nosotros mismos esa nueva realidad, ese nivel más profundo de la vida.Ω
20 de mayo!!!
ResponderBorrarqué pasa maestro, que no nos comentás más la PALABRA!