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2ª semana de cuaresma: VIVIR EL MONTE EN LA LLANURA

 2ª semana de cuaresma
Lect.: Gn 12, 1-4a; 2Tim 1, 8-10; Mt 17, 1-9

  1.  El relato de la transfiguración es difícil de interpretar, dicho incluso por los estudiosos del Nuevo Testamento. Si bien por una parte  “contiene un cúmulo de posibilidades asociativas y evocaciones de material bíblico y judío”, por otra, “apenas hay una clave en la tradición que permita descifrarlas totalmente. Y la impresión es la de que “este relato es deliberadamente «polifacético».
  2.  Pero no nos compliquemos. Pongamos atención, selectivamente, a las imágenes que evocan la presencia de la divinidad ligadas al Hijo del Hombre: el paralelismo con la subida de Moisés al Sinaí, acompañado con Aarón, Nadab y Abihú; el monte que queda envuelto en una nube, a la voz que viene desde ésta,  las ropas y el rostro de Jesús brillantes, la aparición de Moisés y de Elías que conversan con Jesús, como testigos del mundo celestial son elocuentes referencias a una manifestación de la divinidad en Jesús, el “hijo del hombre”. Y lo más significativo consiste en que  esa verdad sobre la identidad de Jesús, que se muestra, es la de una presencia divina que se puede percibir en las experiencias cotidianas.  El relato evoca esperanzas de futuro, pero que se hacen presentes en ese momento, sobre todo la transformaclón en el futuro cuerpo resucItado. La “metamorfosis” la llaman en las iglesias orientales.     Se trata de mostrar al Jesús cercano entronizado como hijo de Dios. 
  3.  A él lo revela en su verdadera gloria pascual la voz divina escuchada por los discípulos. Pero estos son invitados a escucharlo abajo del monte porque en el llano de la cotidianidad, es donde se manifestará el Hijo de Dios anunciando con su acción y su  palabra la voluntad del Padre y el evangelIo del Reino. Notemos que “Mateo no hizo entrar a los dIscípulos en la nube. Lo decisivo para ellos no ocurre, según él, en el monte, sino después”. 
  4.  La enseñanza de Jesús es clara, no se trata de quedarse “arriba del monte”; el centro de la enseñanza de Jesús está en afirmar que el Hijo del hombre tiene que recorrer el mismo camino de sufrimiento que Juan Bautista, buscando entender y aprender sobre su propia vida; y de igual manera Jesús señala así lo que espera a los discípulos, después de la transfiguración, consecuencia de la actitud obediente hacia el Padre. ¿Qué representa entonces la «trans- figuración»? Solo representa la participación mística y esperanzada de los fieles en la realidad de la resurrección de Cristo; justamente eso es lo que simboliza el relato. “Sólo cuando los lectores de este textos nos dejemos guiar monte arriba y luego monte abajo como copartícipes de Jesús, nos será posible entender todas las implicaciones del mensaje del texto de Mateo.”  Implicaciones sobre la identidad de Jesús y sobre nuestra propia identidad humana.
  5.  Esa identidad une indisolublemente nuestras vivencias “del monte” con las de “la llanura”. En la introducción de la obra de Kazantzakis que citamos el domingo pasado, el autor expresa la angustia que siempre significó para él lo que percibía como una tensión, incluso una lucha, entre la “carne” y el espíritu de Dios. En este pasaje del Tabor, en cambio, Jesús comunica sobre sí mismo y sobre nosotros la visión de Dios en las que ambas dimensiones se integran. Este relato hace ver que existe una relación estrecha entre experiencias religiosas y espirituales y nuestra vida terrenal, cotidiana, con toda la carga de limitaciones y dolor que puede caber en la condición humana.Ω



Nota: sigue pendiente mi invitación a que organicemos una actividad para ver y conversar sobre el filme “La última tentación de Cristo” muy ligada a las meditaciones de estos domingos de Cuaresma. Hasta ahora nadie ha reaccionado a esta invitación.

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