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23º domingo t.o.: HACER DE LA VIDA UN DON, NO UNA POSESIÓN



Lect.: Sb 9, 13-19; Fil 9, 10.12-17; Lc 14, 25-33

  1. Tanto en el evangelio de Marcos como en este de Lucas, el recurso que utilizan ambos evangelistas de narrar un viaje de subida de Jesús a Jerusalén, les permite ir introduciendo diversas instrucciones que hace el Maestro sobre lo que significa ser discípulo suyo. En vez de hacer largos discursos doctrinales, lo que hace Jesús es tomar sencillas situaciones que se presentan en el camino para derivar de ellas enseñanzas importantes. Así, por ejemplo, pasó con la invitación a comer que le hizo un fariseo y que vimos el domingo pasado. Más que hablar de buenos modales  Jesús  aprovechó para criticar el afán de figurar en los primeros puestos como una distorsión en lo que debe ser el comportamiento habitual de los discípulos.  
  2. En el pasaje de hoy, que conecta temáticamente con el anterior, Lucas se refiere a un hecho todavía más simple: que al ir Jesús por el camino, la gente que ha empezado a escuchar sobre la fama que va adquiriendo por su predicación y sus acciones, se agolpa en torno suyo. Son ya una multitud tan numerosa que hace que Jesús aproveche para reflexionar sobre las motivaciones de los que le siguen y, de paso, para mostrar su propio comportamiento en momentos como este, de popularidad y atracción.  
  3. Uno esperaría de cualquier líder, maestro o dirigente hoy día —sobre todo de un dirigente político—  que al verse rodeado de admiradores se fascine con su propia imagen por una parte y, por otra, se vea tentado de aprovechar la ocasión para aumentar el número de sus partidarios, entre quienes, —vulnerables por sus necesidades—,  buscan un “jefe” o “salvador”. No es el caso de Jesús quien no solo no busca fama personal, ni posiciones privilegiadas, sino que tampoco ofrece nada de eso a quienes le siguen. Como dice el Papa Francisco, “si alguien sigue a Jesús con dichos intereses personales, se ha equivocado de camino”.  
  4. La oferta de Jesús a quienes le acompañan en su camino es contundente, es la oferta de “cargar la cruz”,  es decir, “tomar como Él las propias cargas y las cargas de los demás, hacer de la vida un don, no una posesión, gastarla imitando el amor generoso y misericordioso que Él tiene por nosotros.” 
  5. Adoptando esta opción iremos transformando el tipo de relaciones sociales en todos los ámbitos de nuestra vida, superando y eliminando todo el peso de las distorsiones del egocentrismo que nos deshumaniza y nos impide avanzar hacia nuevas formas de convivencia.Ω





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