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4º domingo t. o.: Lucas hace ver que la palabra de Jesús puede producir reacciones diversas y hasta contradictorias

 4º domingo t.o.

Lect.: Jr 1, 4-5. 17.19; 1ªCo 12, 31-13, 13; Lc 4, 21-30



  1. Me resulta curioso, aunque probablemente exista alguna razón para los liturgistas, que el pasaje del evangelio de Lucas de hoy, repita  el final del pasaje del domingo pasado. Es la dramática afirmación de que “hoy se ha cumplido ante ustedes esta profecía”. Tiene, sin duda, una tremenda importancia para Lucas quien, aunque él es consciente de que fue pronunciada décadas atrás de su tiempo, al volver a pronunciarla en el nuevo momento que él vive subraya su fe en que esa presencia salvífica de las acciones de Jesús se mantiene operativa incluso años después de la muerte de Jesús. El poder de esa presencia se prolonga y se mantiene en la iglesia, gracias a la comunidad de los discípulos de Jesús. Esta comunidad no solo repite el anuncio de la Buena Nueva sino que define su identidad por las acciones que continúan poniendo la salvación íntegra, espiritual y material, a disposición de toda persona humana. Realmente con Jesús se inauguraba el año del jubileo, el año de gracia, el comienzo de una nueva era, en la que se restablecería la justicia para todo el pueblo, y quedaba en manos de los discípulos, aunque animados por el mismo Espíritu, continuar realizando esa tarea.
  2. Sin embargo, Lucas deja también constancia de un extraño acontecimiento: el entusiasmo con que inicialmente es acogido Jesús y lo que anuncia, de manera muy rápida se torna en una progresiva indignación y reacción negativa contra él. Incluso llegando al punto de querer lanzarlo a un despeñadero. Por más que releamos el pasaje no encontramos que el evangelista aporte en este texto una explicación  a ese cambió tan súbito como radical de comportamiento. Es preciso, pienso, un esfuerzo de nuestra parte, por unir algunos de los elementos que se aportan en la narración e interpretarlos contrastando con lo que se puede esperar objetivamente del ambiente y la actitud de los judíos en ese momento histórico. 
  3. Para nosotros, que escuchamos y leemos el relato muchos siglos después resulta comprensible la buena recepción del anuncio del año de gracia, de perdón para todos, —¿quién no se alegraría?—, pero también  podemos entender que aquellos judíos convencidos de su elección especial, tenían la fuerte expectativa de que deberían de ser ellos los destinatarios  privilegiados de los beneficios de ese año de gracia que inauguraba Jesús. Les indignó entonces que el Maestro pusiera a dos paganos de ejemplos de apertura a la palabra de Dios, la viuda de Sarepta y al sirio Naamán.
  4. Pero hay todavía algo más que quizás podemos descubrir si nos atrevemos a tomar como elemento interpretativo la lectura de este evento desde nuestra propia situación actual. En la visión lucana  Dios mismo se compromete hoy mismo a perdonar los pecados y darnos la salvación, pero todos estamos llamados a colaborar y participar, para que comience a realizarse la nueva vida, la nueva era de gracia conforme a la voluntad de Dios para todos. Lucas nos pone muchos ejemplos de cómo colaborar en el comienzo de la salvación para todos: condonar deudas; dar cuando se nos pide y no reclamar si algo nuestro ha sido tomado; prestar, aunque no se garantice la devolución; refundir y cambiar creativamente las cuentas; compartir  con los pobres lo que tenemos en abundancia; vender casas y tierras (lo que tengamos en abundancia) para repartir el importe de las ventas a los pobres.
  5. Al condonar deudas, y perdonar y repartir lo obtenido ¡estamos imitando la acción de Dios y colaborando a que empiece ya el año de jubileo, la nueva era de gracia!  Cuando los judíos más acomodados entendieron que se les estaba pidiendo todo esto, rápidamente pasaron de la admiración a la indignación por el mensaje. ¿Podremos estar atravesando una situación semejante hoy?Ω


Comentarios

  1. Anónimo10:37 p.m.

    Sí, vivimos lo mismo. Mucha seducción de los discursos sobre la justicia y la generosidad, siempre y cuando no se toquen nuestros privilegios, a los cuales llamamos "derechos" adquiridos.

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