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26º domingo t.o.: Para Jesús, una comunidad en la que se invierten los papeles

 Lect.. Ez 18, 25-28; Fil 2, 1-11; Mt 21, 28-32


  1. Comentábamos al final de la parábola del domingo pasado, sobre la contratación de trabajadores desempleados que, en el favor especial del dueño de la viña por los aparentemente menos capaces,  que habían encontrado menos oportunidades de contratación,  tenía que quedar claro el mensaje de que el Reino anunciado por Jesús contenía la promesa de una realidad nueva, de nuevas formas de valoración humana, de formas de convivencia muy superior a la que ellos padecían. Además de ser fuente de esperanza lo era también de valoración como personas.
  2. Este mensaje continúa desarrollándose, y de manera más radical, en la historieta de hoy. Si en la anterior, de la gratificación a los contratados con menos cualificación, se mostraba que en el Reino de Dios los más débiles, los menos preparados, podrían llegar a ser los primeros, en este cuento de los dos hijos, el Jesús de Mateo va más allá. Para la comunidad que escuchaba al evangelista, el hijo aparentemente desobediente y rebelde, que no aceptó el llamado al trabajo en la viña, representaba a la clase social que en la época era considerada como la de los “despreciables”: publicanos, prostitutas y pecadores, con  quienes, a juicio de la sociedad clasista de la época, debería evitarse toda relación abierta y gratuita.  Y eran precisamente aquellos a los que se dedicó más Jesús e incluso era con quienes él compartía la mesa. Por contraposición, para este mismo auditorio, el hijo que aceptaba de palabra el llamado del padre representaría a los dirigentes judíos religiosos y políticos, que prometían obediencia a la Ley. Sin embargo, en el desarrollo del cuento, los papeles se invierten: el hijo inicialmente rebelde, decide ir a realizar el trabajo en la viña, mientras que el que había hecho promesas de ir, se queda en palabras que no realiza.
  3. La viña, en muchos textos del Antiguo y del Nuevo Testamento representaba al pueblo de Israel, especialmente cuidado por Dios para que diera buenos frutos. Aceptar en la práctica la invitación a trabajar en la viña, aunque no hubieran pregonado que lo harían, mostraba que la casta de los “despreciables”, independientemente de sus fallos individuales de moral, eran capaces de reivindicarse trabajando por la comunidad de Israel, mostrándolo con hechos, aunque no fueran socialmente reconocidos.  Quedarse solo en buenas palabras y promesas retrataba, para el pueblo, a los sacerdotes del Templo y a los dirigentes políticos que se aprovechaban de su aparente buen comportamiento para recibir cargos que solo servían para explotar al pueblo. Los profetas habían condenado a esos malos pastores que vivían a costa de las ovejas.  
  4.   La Buena Noticia aquí es, entonces, que comienza ya con la comunidad de Jesús la superación de una sociedad plagada de discriminaciones sociales “en sentido vertical y horizontal”. Es el inicio de nuevas formas de convivencia humana donde los hasta entonces colocados en la última categoría social ahora, preceden con Jesús, es decir, van delante de quienes en la sociedad judía, se amparaban en su función religiosa, política, y económica, para reclamar para sí “los primeros puestos” —como los sacerdotes del Templo y los escribas y fariseos—. Es esta una clara advertencia para que los nuevos cristianos de las comunidades mateanas, muchos de ellos de procedencia judía, no caigan en la tentación de mirar para atrás a la sociedad de privilegios y de relaciones de dominación de la que procedían. Su “arrepentimiento” o “conversión” conllevaba la renuncia a ese tipo de relaciones y se mostraba en el servicio fraterno.
  5. Pero también para cristianas y cristianos como nosotros, de muchos siglos después, es una clara advertencia de que no podemos nunca asumir la posición confortable de “profesar una fe que salva”, de  “defender de palabra una ortodoxia doctrinal”, de espaldas a las necesidades y problemas reales de la gente, de los hombres y mujeres de a pie, que integran hoy la viña del Señor. En momentos como los actuales  los impactos de la pandemia muestran la urgente necesidad de una nueva estructura y nuevos contenidos de las relaciones sociales.  A cristianas y cristianos, y a todas las personas de buena voluntad, se nos plantea la misma exigencia doble como en el relato de hoy lo expresa Mateo. Primero,  de rechazar los intentos de quienes pretenden mantener posiciones de privilegio por creerse los más productivos, los que generan más riqueza, por estar al frente de instituciones “respetables”. Y segundo,  no darnos por satisfechos mientras en nuestras sociedades continúen existiendo discriminaciones que degradan y excluyen a muchos hombres y mujeres —pobres, informales, inmigrantes, descartados—, porque supuestamente “no producen riqueza” y esto a pesar de generar más que muchos, actitudes de cuido, de apoyo, de solidaridad y de amor de veras.Ω

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