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19º domingo t.o.: Caminar sobre las aguas

 Lect. 1 Re 19, 9a. 11-13a  ; Rom 9, 1-5; Mt 14, 22-33

 

 

1.   Un rasgo que me parece muy interesante del presente relato de Mateo es su apertura y conexión con otras tradiciones distintas del cristianismo. Más que apuntar a un aspecto típicamente propio de las enseñanzas, de las teologías de las primeras comunidades sobre Jesús de Nazaret, nos refiere a campos comunes también con otras tradiciones espirituales.  Se muestra, por una parte, en la problemática existencial de nivel personal que plantea. Los símbolos utilizados ciertamente están en el Antiguo Testamento, en particular en los salmos, pero también son comunes con todas las culturas antiguas: el mar con aguas y profundidades amenazadoras, la tempestad y la noche evocan la inseguridad de la vida humana, y la angustia ante los peligros de muerte. 

2.   Por otra parte, la posibilidad de “andar sobre esas aguas”, es decir, de superar esos peligros y esos temores, era visto, también en tradiciones religiosas griegas y orientales, como una cualidad propia solamente de seres divinos, de héroes que hayan superado la condición humana ordinaria. Estas creencias están en el trasfondo de la mentalidad de las comunidades que compartieron las enseñanzas de Mateo. Esa petición de Pedro, “mándame ir a ti sobre el agua”, reflejaba simbólicamente ese sueño, ese anhelo de los antiguos de poder pasar a un nivel de hijos de dioses, de superar las múltiples limitaciones de nuestra condición histórica, y que brota todavía en nosotros en una sociedad moderna, sobre todo, en momentos de crisis personales y colectivas que parecen no tener solución ni inmediata ni fácil.

3.   Lo importante en esta narración de Mateo se comunica de dos formas complementarias: destacando que la ayuda de la fuerza de Dios no se manifiesta transformando las limitaciones en que se desarrolla nuestra existencia humana, eliminando peligros, amenazas y situaciones difíciles, sino haciéndose presente al interior de esas mismas situaciones. Un poco lo evocan las enseñanzas de Elías en la primera lectura de la liturgia de hoy: el Dios que revela el Maestro de Nazaret no se hace presente, ante los problemas de la vida, como el impacto de un huracán, de un terremoto o del fuego, sino como una brisa suave presente en medio de nuestra propia vida.

4.   La otra parte del mensaje, si lo miramos desde representaciones religiosas convencionales, es todavía más sorprendente: la “salvación” de Pedro, o de cualquiera de los o las cristianas de la comunidad de Mateo, no viene desde afuera, está en cada uno de nosotros. Se “activa” al despertar a lo que realmente somos, a nuestra identidad profunda que descubrimos los  y las cristianas al verla realizada plenamente en Jesús, el Hijo del Hombre, y se expresa en una actitud de confianza y capacidad para la superación, que “no nos deja hundirnos”. Porque nos hace trascender la pobre imagen que a menudo tenemos de nosotros mismos, la infravaloración de lo humano que con frecuencia nos transmiten enseñanzas religiosas distorsionadas.  Ese descubrimiento de lo que realmente somos es el “tesoro oculto en el campo”, que veíamos hace un par de domingos. Es lo que nos capacita para no quedarnos encerrados en nuestras propias  preocupaciones y necesidades, y nos abre a compartir  desinteresadamente lo más valioso de nosotros mismos, como nos lo enseñaba la historieta de la “mujer sabia” que adjuntamos la semana pasada a nuestra reflexión.

5.   Dicen los estudiosos del Nuevo Testamento que esta enseñanza del evangelio de Jesús tiene paralelos en textos budistas y de la tradición hindú (Ver NOTA). En efecto son parte de la tradición espiritual universal que nos abre a la trascendencia con ese “despertar” a lo que realmente somos.Ω

 

NOTA:

Un caso de paralelismo con la espiritualidad budista lo relata el siguiente ”jataka” (Un jataka o cuento jataka es un tipo de relato budista que explica una de las etapas del Buda histórico en su proceso por alcanzar la iluminación, en una de sus vidas anteriores).  

Un hermano aprendiz en busca del maestro llegó a orillas de un río. El barquero no estaba. «Impulsado por el recuerdo gozoso de Buda», el hermano caminó sobre el río «Pero al adentrarse más, vio las olas. Entonces se le fue desvaneciendo el recuerdo gozoso de Buda y sus pies comenzaron a hundirse. Entonces él reavivó la imagen del Buda y siguió andando sobre la superficie del agua».

Citado, de una colección de relatos de la primera vida del Buda, por Ulrich Luz, en “El evangelio según san Mateo”, tomo 2º.

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