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21º domingo t.o.: Dos preguntas interconectadas: Quién es Jesús para mí; quién pienso que soy yo


Lect.: Isaías 22:19-23; Romanos 11:33-36; Mateo 16:13-20


  1. Una pregunta como esta que hoy nos hace Jesús, es evidente que no la formula porque él tenga dudas acerca de sí mismo, o porque padezca una crisis de identidad. La pregunta va dirigida, más bien, a cada uno de sus discípulos, a cada uno de nosotros, para que nos auto examinemos. Directamente, para que tomemos conciencia de lo que significa Jesús para cada uno. Y, detrás de eso, para que tomemos conciencia de nuestra propia identidad: según lo que yo crea que es Jesús,  se manifiesta lo que creo quién soy yo, qué es lo que ando buscando en esta vida y, en relación con eso, qué es lo que ando buscando en Jesús de Nazaret. El interrogante sobre Jesús es de tal trascendencia para un cristiano que no es de extrañar que revele cosas importantes de nuestra propia identidad. Quién es Jesús para mí, me da a conocer bastante de lo que soy. Una cosa está implícita en la otra. Por supuesto ue, para que así sea, no son preguntas de carácter teórico sino vitales, existenciales. No se trata, pues, de un examen, de un quiz de clase de catequesis para encontrar la respuesta formal correcta, sino de una pregunta y una respuesta  a nivel existencial, que impliqua nuestra propia vida.
  2. Uno podría contestar sobre lo que es Jesucristo, desde el nivel formal, doctrinal, recurriendo a títulos y fórmulas tradicionales. En esa línea podríamos decir, por ejemplo, Jesús es la segunda persona de la Santísima Trinidad encarnada; el hijo de Dios hecho hombre, el nuevo Moisés, el mesías hijo de David… hay una larga serie de títulos que podríamos darle. Pero si nos quedamos en ese nivel, consciente o inconscientemente nos estaríamos evadiendo, no estaríamos captando el sentido que Jesús da a la pregunta. Esta quiere decir, más bien, “¿para Uds. qué significo yo, qué significa mi vida, mi modo de ser y de relacionarme con los demás, tal y como Uds. lo han captado desde que están conmigo?” Y detrás de esa pregunta, la otra ineludible: “Si Uds. están conmigo, porque me ven de una determinada manera, ¿qué piensan de lo que son Uds. mismos? ¿qué es lo que andan buscando en la vida?
  3. En el texto de hoy, Pedro responde reflejando su fe y su expectativa judía, y confiesa a Jesús como Mesías. Es una respuesta formal, muy judía que, por eso, quizás no nos toca muy a fondo. Está iniciándose apenas en la novedad del Evangelio y para expresar sus experiencias religiosas y espirituales tiene que recurrir a categorías del ámbito judío. Dentro de este la expectativa de un “Mesías”, de un liberador del pueblo de Israel, era muy importante. Pero, en cambio,  para nosotros, que no nos movemos ya en ese ambiente y que tomamos muchos de esos conceptos judíos, tan solo como antecedentes históricos, muy antiguos, del cristianismo, hay otro texto más significativo que toca más el sentido de nuestra existencia, donde el mismo Pedro, tiempo después de la resurrección, iluminado ya por la Pascua, responde de una manera distinta a la pregunta de lo que era Jesús para él. Según lo relata el sirio Lucas, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro está reunido con un grupo de paganos que han venido a buscarlo para que les comparta el mensaje cristiano. Pedro, entonces, describe lo que para él fue la vida de Jesús diciendo que Dios anunció la Buena Noticia de la paz por medio de Jesús y que El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él (Hechos 10: 36 y 38). Es decir, ahora les presenta a Jesús con los rasgos que más le habían impactado mientras anduvo con él y ahora la luz del Resucitado se los destaca: para él Jesús es un mensajero de la buena nueva de la Paz y un hombre que pasó su vida haciendo el bien. Pedro había visto a Jesús  todo el tiempo, en todo lugar, haciendo el bien y liberando a los oprimidos; así cuando lo vio dando pan a quienes tenían hambre, devolviendo la salud a los enfermos y liberando de sus angustias a quienes se sentían apresados por el espíritu del mal. Está claro que esto fue lo que de Jesús marcó la vida de Pedro y que, si así lo marcó, no era solo porque era lo más notable que percibió de Jesús, sino porque su propia personalidad le hizo sentir atracción por estos rasgos de Jesús. Al mismo tiempo que esas experiencias definían a Jesús, también definían a aquel pescador como un hombre sensible ante los sufrimientos de la gente. Descubriendo a Jesús en su entrega a los demás, descubre sus propias aspiraciones profundas y por eso lo toma como Maestro, como camino de vida. No está buscando una “nueva religión”. Ni una vinculación a una nueva organización.  Busca realizar sus aspiraciones más hondas y en el modo de vida de aquel Galileo descubre una senda para lograrlo.
  4. ¿Quién decimos hoy que es Jesús para la vida de cada uno de nosotros? La respuesta la debe dar cada uno de manera personal, aunque la descubriremos, probablemente, en el entorno en que vivimos, porque al examinar nuestro mundo de relaciones con los demás, verificaremos si estamos o no siguiendo a ese mensajero de paz y teniendo como compromiso fundamental el hacer el bien con todos lo que lo necesitan. ¿Quién digo yo que es Jesús para mí? Tengo la disyuntiva de evadirme del fondo del interrogante contestando con una frase doctrinal o descubrir, más bien,como Pedro, que mi vida ha sido marcada a imagen y semejanza del Jesús que pasó haciendo el bien a los que sufrían carencias de humanidad. Lo descubro a él de esta manera y descubro así lo mejor de mí mismo.Ω

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