Lect.: 1 Sam 3: 3b-10; 1 Cor 6: 13. 15...
Jn 1:35-41
- Un pequeño esfuerzo de análisis, ayudado con la imaginación, nos permite ubicar mejor el texto del evangelio. Dos discípulos del Bautista, Andrés y Juan, se sienten atraídos, o quizás simplemente curiosos, por la actuación de aquel que hasta poco antes había sido también miembro de su grupo, Jesús, el de Nazaret, y que ahora está empezando a predicar por su cuenta y del que comienzan a hablarse muchas cosas. Incluso un comentario del mismo Bautista hace que Andrés y Juan se pongan a seguir a Jesús en el camino. Jesús se vuelve entonces y les pregunta qué quieren. Esto lleva, como acabamos de oír, a que se acerquen a conocer y a compartir un poco el modo de vida del Maestro. Lo que debería llamarnos la atención es que esos dos discípulos del Bautista, ya tenían su propio grupo, su propio inspirador, y sus propias prácticas religiosas. ¿Por qué siguen buscando entonces?
- Este relato nos da pie para pensar en dos maneras muy distintas de vivir lo religioso y la búsqueda de Dios. Una, que podríamos llamar "acomodada", no problematizada, casi no reflexiva, que simplemente hereda una religión de la familia y el ambiente, y adopta un conjunto de creencias y prácticas que ayudan a ir por la vida con cierta seguridad. En esa actitud, prácticamente, no se busca nada más.
- La otra manera de vivir lo religioso es la que nos refleja este relato de hoy. Andrés y Juan no están solo buscando tener cierta seguridad existencial o psicológica con la ayuda de lo religioso. Su meta no es contentarse con pertenecer a un grupo cuyos ritos y doctrinas les den tranquilidad y les prometan felicidad. Lo que uno puede adivinar es que están buscando algo más y más profundo: una experiencia viva de Dios. Esa búsqueda los hizo dejar el judaísmo tradicional en el que nacieron, la religión del Templo, los llevó después a unirse al movimiento de crítica radical del Bautista y, ahora, esa misma búsqueda los empuja a dejar al Bautista y a seguir a Jesús en cuya forma de vida creen descubrir un camino que les lleve hacia la experiencia de un Dios vivo, no un dios de libro o de creencias.
- Algunos católicos podrían preguntarse: en nuestro caso actual, ¿para qué seguir buscando si ya estoy en la religión verdadera, ya estoy en relación con Dios?, ¿qué más tengo que buscar? Y una reflexión parecida podría hacerse un musulmán o un judío piadosos. Pero pensar así es empequeñecer la imagen del Dios de Jesús, empequeñecer nuestra propia condición humana y volver la espalda a la cambiante realidad social y cultural. El Dios de Jesús no es un objeto más del universo al que podamos llegar jamás a conocer plenamente. Ninguna teología, ni todas juntas, ninguna iglesia o religión puede jamás entregarnos un libro diciendo que ahí está todo lo que necesitamos saber de esa realidad que llamamos Dios. Si nos dijeran: "vean Dios es así o asá", encerrándonos en doctrinas y conceptos, nos estarían hablando de algo que no puede ser Dios.
- Por otra parte, el corazón humano, movido por el mismo Espíritu de Dios, se siente siempre impulsado a buscar más. Ese impulso es el que hace avanzar el conocimiento científico, pero también es el que nos hace crecer en el conocimiento de nosotros mismos y en nuestra vida espiritual. Esa búsqueda permanente es la que nos dio en el pasado valiosos aportes a la humanidad y a los cristianos y a todas las personas religiosas. Nos condujo a formular preguntas y a obtener respuestas adecuadas para otras épocas. Pero, de igual manera, una nueva cultura y una nueva sociedad como la que nos ha tocado vivir, nos plantea nuevos interrogantes, nuevas realidades que nos empujan a seguir buscando nuevas respuestas, nuevos caminos para llegar a nuevas maneras de acercarse a la experiencia del Dios de Jesús, una experiencia viva y no solo encerrada en libros y en creencias.Ω
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