Lect.:
Is 60:1-6; Ef 3:2-3 a. 5-6; Mt 2:1-12
- Quizás muchos de nosotros hemos sido educados religiosamente para aprender, incluso solo para memorizar doctrinas y repetir prácticas, a menudo ni siquiera bien comprendidas. La fiesta de hoy, una de las más antiguas de la Iglesia, nos propone un camino diferente. Es la fiesta llamada de "Epifanía", que quiere decir "manifestación" de Dios. Utilizando leyendas y símbolos antiguos esta fiesta valora la actitud de búsqueda y de apertura personal necesarias para descubrir al Dios que se manifiesta. Los magos de Oriente que vienen hasta el pesebre de Jesús, simbolizan a las personas de todos los pueblos que con sinceridad y seriedad tratan de encontrar la luz para descubrir las manifestaciones de Dios en sus vidas. En la búsqueda de los magos vemos retratada nuestra propia búsqueda del sentido de nuestra vida, de lo que somos cada uno, de lo que significa ser y vivir en Dios.
- Es muy significativo que estos que se nos proponen como modelos de búsqueda, se describan provenientes de lugares, culturas y religiones distintas de la religión judía oficial. La palabra "mago" refería antes a los sacerdotes de la religión persa. Y también se aplicaba a astrólogos de la época. Es significativo porque subraya el hecho de que la divinidad está en todos los seres humanos y no es raro que se manifieste y sea descubierta por alejados de la religión oficial y permanezca oculta a los que están dentro de la institución religiosa. Herodes, sus consejeros judíos los sacerdotes del templo no pudieron percibir la presencia cercana de Dios, fuera de las paredes de su templo. Es más, les dio miedo y sintieron como amenaza que pudiera hablarse de Dios fuera de sus recintos.
- Está claro que decir que una estrella guió a los magos no es más que otra forma simbólica de hablar de la luz que ellos llevaban dentro y que les hacía plantearse interrogantes y avanzar para hallar respuestas. Ese es quizás el descubrimiento más importante que hemos aprendido en la Navidad que estamos terminando de celebrar: que también cada uno de nosotros lleva la luz en sí mismo. No se trata de buscar "afuera" un cometa, una gran estrella, un acontecimiento espectacular que nos ilumine. Se trata de caer en la cuenta que cada uno de nosotros es una lámpara hecha para iluminar. Ese es nuestro ser más auténtico: ser luz del mundo. Lo que se nos plantea entonces no es buscar "afuera" otra fuente de luz, sino hallar el interruptor que encienda la lámpara que cada uno de nosotros es. El interruptor se prende cuando dejamos de buscar a Dios como remedio y explicación de todas nuestras necesidades, y lo descubrimos como la fuente gratuita de todo nuestro ser. Deseamos de corazón que esto sea nuestro programa de vida en el 2013.
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