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23º domingo tiempo ordinario

23º domingo t.o., 4 septiembre de 2011
Ez 33:7-9; Rom 13:8-10; Mt 18:15-20

1. Cuando hoy día, en la situación de nuestro país, se habla de "iglesia" (por ejemplo en discusiones recientes, sobre la fecundación in vitro, las uniones gay, o el discurso del cardenal mexicano en Cartago…)mucha gente todavía en lo primero que piensa es en los Obispos y el Papa. Para otros lo que viene a su mente es la idea de una gran organización que integra a los laicos también, pero que es poderosa, numerosa, capaz de convocar multitudes, por ejemplo en torno al Papa, —como hace poco en Madrid—, o piensan, al menos en un poder eclesiástico fuerte paralelo al poder político, capaz de dictar normas de comportamiento a la sociedad local e internacional. Pero, si le preguntamos al evangelio qué dice de la iglesia, ¿Qué nos responde?
2. En primer lugar, recordemos que el único de los cuatro evangelistas que usa el término "iglesia" es Mt. Lo vimos en el Cap. 16 y ahora en el cap. 18 se refiere en unos breves discursos a la vida de lo que Mt llama "iglesia". No se trata ni de una gran organización , ni de un poder con funciones sociales. Es, sencillamente, la asamblea, la reunión de las pequeñas comunidades que se juntan para celebrar la memoria del Maestro (“hagan esto en memoría mía”) y haciéndolo aprenden a la luz de su vida a interpretar la Palabra, rezar juntos y compartir sus bienes con los necesitados. Algo parecido, recordemos, menciona Lc al comienzo del libro de los Hechos. Esa era, para los primeros cristianos, la "iglesia", a la que Jesús le da el poder de atar y desatar, a cuya oración le atribuye gran poder, y a la que quiere entrenar en la practica del perdón mutuo.
3. ¿En qué nos parecemos a esa Iglesia de los primeros tiempos? Son muchos los siglos que han pasado desde entonces y no podemos pretender que hoy, con la complejidad de la vida moderna, podamos reproducir exactamente lo que vivió, por ejemplo, la comunidad de Mt. Probablemente podemos pensar que en la mente de Jesús estaba la idea de que lo esencial de aquellas fraternidades reunidas en su memoria se recrease, renaciese en cada época, según las diferentes circunstancias de tiempo y lugar. Que renaciesen formas renovadas de iglesia, pero dando siempre a luz, en formas nuevas, lo esencial de la vida de Jesús, en su compromiso de entrega, servicio, fraternidad solidaria.
4. En lo que tengo yo de vida, solo he conocido un gran intento de renovación en esa línea: lo que fueron las comunidades eclesiales de base, que fueron gestándose. “de abajo para arriba”, sobre todo en algunos países de Suramérica en los años setenta del siglo pasado. Tampoco se trata de copiar esas experiencias, —copiar, en circunstancias distintas— siempre es exponerse al fracaso, se trata más bien de que quienes queremos vivir no una religiosidad rutinaria, sino un espíritu evangélico renovado, logremos recrear en nuestros barrios, en nuestro país, unas comunidades como esas de la que nos hablan los evangelios, en formas nuevas propias de nuestros tiempos y nuestra cultura, en las que se trasluzca la presencia de Dios, al vivir conforme a la memoria de Jesús. Es un gran reto de creatividad , sin duda, pero al menos debemos pedir ardientemente que el Espíritu nos disponga para responder ese gran desafío.Ω

Comentarios

  1. Hola Padre:
    Que reto más interesante organizar comunidades eclesiales ¿de base???.
    No conocía al respecto. Y no me imagino la reacciòn de algunos sacerdotes.

    En los 80 organicè una comunidad juvenil en Bo. Fàtima, Hdia. èramos unos 30 muchachos (as)y yo su lìder con 20 años. Al sacerdote, que era y es una gran persona, no le gustaron algunas de mis actividades, como la ediciòn de un periòdico comunal y me hizo aprender que "la Iglesia es jeràrquica" y no podìa hacer nada sin su consentimiento. El grupo siguiò funcionando por debajo un par de años, aunque èl lo sabìa. De ese grupo salimos 7 matrimonios, tres sacerdotes (Mario Segura Bonilla, Luis Rosabal y no recuerdo el otro), y una religiosa, muchos amigos.
    Yo pretendì ingresar al Seminario, pero el Padre me hizo ver que lo mio era el matrimonio y hasta me dijo con quien debìa casarme (no le gustaba mi novia y me presentò a la que es hoy mi esposa) (tenìa razòn)habrìa sido un cura revelde.
    Pregunto: ¿Habrà que ser un laico revelde para formar ese tipo de comunidades?
    Carlos

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  2. Carlos, esta vez me retrasé más en comentar tu comentario del domingo antepasado. Sobre las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) hay una larga historia de décadas, de logros y también de conflictos en América latina. Posteriormente a sus inicios, en muchas diócesis (por ej. en Alajuela hace unos años) las incorporaron como línea de pastoral. El problema es que las CEB no se pueden instituir administrativamente, ni de arriba para abajo, sin matar su dinámica. De todos modos, lo esencial a lo que yo quería apuntar no era tanto a iniciar un movimiento de CEB, sino a buscar formas nuevas de vivir la experiencia eclesial, de maneras que pueda tenerse de forma más real y humana las relaciones, y con ello, más viva la capacidad de compartir, de orar, de leer e interpretar la Palabra. Lo importante es quedarse con la inquietud, conversarla con otros e ir buscando formas de materializarla.- No recordaba que hubieras trabajado en Bo. Fátima en los 80. Yo ayudé en misa de 6 pm al padre Juan R. Chacón pero ya fue en los 90.

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