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Fiesta de la Ascensión

Fiesta de la Ascensión, 16 mayo 2010.
Lect.: Hech 1: 1 – 11; Ef 1: 17 – 23: Lc 24: 46 – 53


1.Mientras meditábamos en mi comunidad los textos de este domingo, uno de los compañeros puso un ejemplo ilustrativo para saber leer la Biblia. Recordó la canción, ya muy vieja, “Muñequita linda” y lo absurdo y contradictorio que resultaría tomarla literalmente. Lo mismo podría decirse de otras canciones contemporáneas. Y de toda poesía. Quizás nadie nos lo ha enseñado, pero todos hemos aprendido que esas palabras y esos símbolos, esas expresiones artísticas, nos conducen a descubrir dimensiones de nuestra vida humana que se encuentran más allá de lo puramente físico. Dimensiones muy ricas y no menos reales que la realidad física, como el amor, la generosidad, la simpatía, la ternura. Nadie diría que no existen. Pero nadie tampoco pretendería decir que para que existan tenemos que verlas, tocarlas o encerrarlas en conceptos. Lo que podemos percibir son sus efectos y podemos hablar de esas realidades con símbolos. Pero nada más. Con la Biblia y en particular con los Evangelios pasa algo semejante a la poesía o a los cantos. Los escritores sagrados se refieren a dimensiones de lo real que van más allá de lo físico y usan grandes símbolos para ayudarnos a iluminar los ojos de nuestro corazón, como dice Pablo, y poder cambiar de onda en nuestra visión de la vida, de nuestra propia vida. Los dos grandes símbolos que los textos han usado a lo largo de estas semanas son el de la resurrección y hoy de forma especial, el de la ascensión.
2.Como en la poesía y en los cantos los relatos, por ejemplo los de Lc, no pretenden narrarnos unos acontecimientos, sino transmitirnos un mensaje cuya realidad se encuentra más allá de lo físico. Por eso, como dicen los estudiosos bíblicos, no tiene sentido preguntarse, por ejemplo, dónde pasó esto de la ascensión, —si en Betania, si mientras comían en Jerusalén o en un monte en Galilea… —, o si se trató de una subida visual en medio de las nubes… Preguntarse esto nos confunde y no tiene respuesta coherente, porque lo que están queriendo decir los evangelistas es otra cosa. Cuando hablan de resurrección y de ascensión hablan no de hechos físicos, sino de realizaciones de la vida espiritual. Para ellos, la resurrección de Jesús significaba haber alcanzado el triunfo sobre el mal y sobre la muerte. Y la ascensión expresa que Jesús alcanzó su lugar propio, a la diestra del Padre, según el modo de hablar de entonces.
3.Pero, ¿qué quieren decir estos dos grandes símbolos —resurrección y ascensión— para nosotros hoy, en nuestra comprensión actual del mundo? Pablo es claro en decir que Jesús es el primogénito, es decir, el primero en vivir algo a lo que todos estamos llamados. ¿Cómo expresarlo en términos de hoy? Ni es fácil responder ni se puede reducir a un par de frases. Solo podemos enunciar unas pistas para seguir reflexionando. La primera, referente a la ascensión, nos invita a descubrir que nuestro lugar propio, aquí y ahora, es en Dios mismo. Abrir los ojos para ver que, más allá de lo físico, en Dios somos, nos movemos y existimos, como decía Agustín. Que en eso está nuestra dignidad y realización plena, en descubrir la vida divina de la cual se desarrolla y florece todo lo que cada uno de nosotros es. Por su parte, el término resurrección nos invita a descubrir que nada puede separarnos del amor de Cristo, del amor de Dios, como lo experimentó Pablo: ni la enfermedad, ni el sufrimiento, ni la persecución, ni el hambre, ni la misma muerte (cfr. Rom 8: 31 - 35). El mismo espíritu que resucitó a Cristo Jesús, nos hace resucitar, superar todas esas limitaciones que tenemos como criaturas, permitiéndonos encontrarnos con Dios en cada una de esas situaciones (Recordar domingo pasado).
4.Quizás escuchemos este mensaje un poco desconcertados. Por eso Pablo ora para que el Dios del Señor nuestro Jesucristo nos dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de nuestro corazón. Solo con ese cambio de visión podremos replantear nuestra manera de entender estos mensajes del evangelio.Ω

Comentarios

  1. Nos debés el audio de la canción una vez superado el resfrío que pescaste en Lima.

    Una metáfora que da para reflexionar sobre estas paradojas de la lectura fundamentalista y una más poética tiene que ver, quizás, con la llamada sed de eternidad.

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  2. Muy interesante Jorge, en línea con lo que comentamos el sabado.

    Es dificil superar la lectura fundamentalista como lo dice Manuel ya que hemos sido criados en medio de estas interpretaciones, pero tu enfoque me parece bastante claro y sencillo de entender.

    No sé si será porque lo hemos venido analizando desde hace tanto tiempo, pero a mi me quedó bastante claro, por lo menos en lo que a pistas se refiere, sobre lo que nos quiere decir el evangelista en este caso.

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  3. Por razones que no me ha explicado todavía, Cris me envió este comentario y no lo ha puesto en el blog durante esta semana. Se lo coloco yo ahora:
    Dice Cris: "aprovecho para expresar rápidamente algunas
    inquietudes que tengo más bien digamos permanentes (un golcillo mientras
    ingreso al blog).

    * De las referencias bíblicas, incluso sin interpretación fundamentalista,
    me parece que insisten en el tema de la resurrección, haciendo alusión a un
    tipo de vida (la eterna, la abundante, en la que no habrá el crujir y
    rechinar de dientes)más allá de ésta, después de la muerte.
    * Para esta vida, cuando se insta a ese tipo de plenitud espiritual, lo
    entiendo que la aluden (en las lecturas bíblicas) con la metáfora del "nacer
    de nuevo".
    * ¿Es que la vida espiritual no se puede explicar sólo con las leyes físicas
    de lo que conocemos de este mundo? ¿Y el misterio, y todo lo que aún no
    conocemos?
    * Aunque se diga que entre fe y razón no hay contradicción ¿será que sí la
    hay?
    * En todo caso, ni la fe ni la razón, tampoco se logran poner de acuerdo al
    interior de sí mismos; ni la fe con la fe; ni la razón con la razón..."

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  4. Creo que Cris se cuestiona lo mismo que hablamos la última vez: ¿qué es lo real?
    Estoy leyendo un libro muy bueno que quizás podamos compartir (¿Y tu qué sabes? De William Arntz), sobre la forma de percibir el mundo que nos rodea a partir de cierto paradigma, y esa incapacidad de mirar lo que no estamos acostumbrados a ver. Tiene que ver con todo eso que don Juan le enseñaba a Castaneda, y con lo que hemos conversado sobre el rompimiento de velos que nos impiden llegar a otro nivel de conciencia. Hay tantas preguntas: ¿hago yo la realidad o la realidad me hace a mi?
    Sigamos hablando.

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