Ir al contenido principal

7o domingo tiempo ordinario

7º domingo t.o., 22 feb. 09
Lect.: Is 43: 18-19. 21-22. 24b-25; 2 Cor 1: 18 – 22; Mc 2: 1 -12


1. Decíamos el domingo pasado que las enfermedades, hasta las más simples, ponen de manifiesto problemas que padecemos los seres humanos y que son más serios que las mismas enfermedades físicas. Son problemas que tenemos siempre, aun cuando estamos sanos, y son estos problemas a los que se dirige la sanación que nos trae el reino de Dios. Las enfermedades físicas que cura Jesús, ceguera, mudez, parálisis… son signos de enfermedades más profundas que todos tenemos y que nos impiden llegar a ser plenamente personas: el miedo, la desconfianza, la desvalorización de uno mismo, la desesperación, el aislamiento, el conformismo. Son enfermedades internas que son provocadas o alimentadas por una sociedad como la nuestra donde muchas relaciones son también enfermizas. Donde la manera como nos tratan o como tratamos a los demás, con frecuencia no ayudan e incluso impiden sentirnos y vivir como personas. Es difícil sentirse valorizado como persona cuando uno es objeto de violencia doméstica, o cuando uno sale a la calle sin saber si va a ser víctima de un atraco o de un asesinato; difícil, cuando uno es un pobre, o inmigrante, sin dinero, ni propiedad, ni educación, al que se le discrimina de los mejores servicios y beneficios de la economía; difícil cuando es un damnificado de un terremoto al que no acaban de llegarle las ayudas que mucha gente solidaria le han entregado.
2. Frente a toda esta situación de quebrantamiento y desolación interior que padecemos los seres humanos, Jesús suscita, provoca, saca a la superficie la fe que nos libera de toda esa tragedia interior, de toda esa fragmentación que padecemos cada uno de nosotros. La fe es la actitud de confianza, de certeza en lo que cada uno de nosotros vale como persona y en lo que podemos llegar a ser en plenitud. La llegada del Reino de Dios a cada uno es el descubrimiento, por esa fe, de que cada uno de nosotros es, como dice Pablo hoy, un “ungido”, un “sellado”, es decir, un Cristo. En cada uno de nosotros dice el apóstol se cumplen todas las promesas de Dios. Por eso es que Pablo llama a Jesús el “sí” de Dios. Y lo mismo puede decirse de cada uno de nosotros, que vamos desarrollando, manifestando progresivamente el Cristo que somos. Somos el sí de las promesas de Dios. No somos amenazas de un dios airado, sino fuentes de esperanza y sanación. Personas con ese descubrimiento interior, podremos tratar también a los demás como personas y transformar esta sociedad mercantilista, fría, violenta en una sociedad fraterna y humana.
3. Dice Mc que Jesús hacia todos estos signos “con autoridad”, “con poder”. Es importante fijarnos en este último detalle. La autoridad, el poder religioso auténticos no son para imponer cargas sobre las espaldas de la gente, ni para establecer jerarquías de privilegio de unos sobre otros. Como en Jesús tiene que ser autoridad y poder para expulsar el mal, para llevar a todos salud y servicio. Cuando no lo sea, la iglesia se distorsiona y será entonces necesario, como en el relato de hoy, destechar esa iglesia para que entren los necesitados a pedir los bienes que les pertenecen.Ω

Comentarios

Entradas más populares de este blog

TRES REFLEXIONES PARA RECUPERAR EN LA "FIESTA DE LA TRINIDAD"

  Al repasar mis reflexiones de los últimos años sobre la "celebración de la Trinidad", me parece valioso recuperar, entre otras, las siguientes. La primera,  que l a experiencia nos enseña lo inadecuadas que son las solas palabras para expresar nuestros mejores sentimientos y nuestras profundas convicciones.  En realidad, es algo que ya antes sabíamos que pasaba sobre todo cuando tratábamos de compartir la alegría sentida, el disfrute de la vida, la intensidad del amor… Y es algo que deberíamos también haber constatado al meternos a “hablar de Dios”, porque detrás de esa palabra, ese nombre, “Dios”, tocamos la realidad más profunda de nuestro ser, de nuestra persona, de esa realidad que está en cada uno de nosotros pero que es más grande que nosotros. Lo normal, entonces, es que el lenguaje verbal siempre se quede corto y nos deje insatisfechos. L o primero que aportó la Buena Nueva fue la oportunidad, no de aprender una verdad teológica , sino de vivir la  experien...

Domingo de Pascua

Lect.:  Hech 10: 34-43; Col 3: 1-4; Jn 20: 1-9 Cuando decimos que para los cristianos la fiesta de la Pascua es el acontecimiento central de nuestra vida , afirmamos que estamos hablando de algo de lo que no es fácil hablar . Nos referimos al momento culminante de la vida de Jesús, de la vida de sus primeros testigos y de nuestra propia vida . ¿Cómo poder expresar ese momento culminante de manera fácil? ¿Cómo encerrar en palabras humanas unas realidades, vivencias que tocan lo más íntimo de nuestro ser y del ser de Jesús ? Durante muchos años hemos leído y meditado los relatos evangélicos de la resurrección y probablemente nos hemos quedado pegados en los detalles con que sus autores intentaron comunicar lo incomunicable. La resurrección de Jesús no es la vuelta a la vida en este mundo de un cadáver . Y, sin embargo, por las limitaciones del lenguaje, si los leemos literalmente, los relatos sobre la tumba vacía, sobre las apariciones a María Magdalena,...

CELEBRANDO LA ASCENSIÓN, ¿SE TRATA DE UNA "SUBIDA"?

 Se supone que uno de los propósitos de las fiestas litúrgicas es pedagógico. Se trataría de desglosar diversos aspectos del mensaje evangélico para facilitar su comprensión. Y se suponía también que al asociar cada aspecto del mismo a un "episodio" o dimensión de la vida de Jesús, esto daría más vitalidad y dinamismo al anuncio de la Buena Nueva. No sé en que medida esto se logró en siglos pasados, pero me temo, desde hace tiempos, que hoy en día" el modo de realizar la celebración litúrgica más bien desorienta la formación en la fe de los creyentes contemporáneos. En vez de una comprensión progresiva del Mensaje se produce una fragmentación del mismo y una pérdida de visión de conjunto y, al mismo tiempo, al asociar cada "fragmento" a recuerdos de diversos momentos sucesivos de la vida de Jesús, se crea la impresión de que se está intentando construir y reproducir un resumen biográfico de ésta. Un paso más y caemos en una lectura literalista y fundamentalista...