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Domingo dentro de la Octava de Navidad: la familia a la luz de la Buena Nueva

Lect.: Gén 15, 1-6; 21,1-3; Heb 11, 8. 11-12. 17-19; Lc 2, 22-40

 

1.   Seguimos desgranando los contenidos de la fiesta de Navidad. Lo esencial puede expresarse con la frase del Profeta que nos la recuerda el evangelio de Mateo, “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel", que traducido significa: «Dios con nosotros». El mensaje profundo de la Navidad encierra esa convicción de que en la vida humana se ha hecho presente y se manifiesta la vida divina. La tradición teológica para expresar esta convicción ha utilizado el término de “Encarnación” del Hijo de Dios. En el nacimiento de Jesús, “hijo del hombre”, como le gustaba autodenominarse a Jesús; “nacido de mujer”, como lo recalca Pablo (Gal 4:4), estamos participando todas y todos, de quienes el propio Jesús se siente hermano e hijo (Mc 3:35). Somos miembros de su cuerpo (Efesios 5:30).

2.   A Lucas le gusta, en su relato de la infancia, presentar a Jesús inserto en la cultura judía de su tiempo. Esta inserción es la que evocan los relatos de la presentación del Niño en el Templo y, más adelante, su participación en la peregrinación a Jerusalén. Al cumplir con preceptos y tradiciones del pueblo judío, se muestran José y María como otros muchos judíos piadosos, e igualmente, com piadoso judío, crecerá Jesús participando de esas tradiciones y cultura, incluyendo, por supuesto, las de la vida familiar. En toda dimensión humana se expresa la presencia de lo divino. Incluso en una vida familiar como la de entonces, por completo diferente de la nuestra porque no era la vida de una pareja nuclear como predomina hoy día. Entonces, la familia era la del clan en conjunto, presidido por el patriarca. Es, por ejemplo, a esa familia ampliada a la que se refiere el evangelista cuando dice que José, al desposarse con María, “la llevó a vivir a su casa” (Mt 1: 24).

3.   Pero toda forma cultural, toda sociedad, entonces y ahora, tiene sus contradicciones. Jesús inserto, por una parte, en un pueblo y cultura determinado, con su carácter profético podrá leer en el corazón de aquella cultura los valores más profundos y deshacerse y rebelarse contra expresiones culturales muy ligadas a momentos particulares de la historia, algunos válidos y útiles tan solo para momentos específicos de la historia y otras, prácticas sociales que contradecían los valores profundos de la propia tradición. Por eso Jesús predicará una Buena Noticia, que contradice prácticas religiosas, políticas y sociales distorsionadas que estaban vigentes en su época. Y también esa Buena Nueva, simplemente, abría el camino para avanzar hacia formas más maduras y humanas de convivencia. De ahí la incomprensión y el choque con los grupos que no querían que se modificara la estructura política y religiosa de aquella sociedad para no perder sus posiciones de privilegio y dominación.

4.   Cuando un domingo como éste, dentro de la semana siguiente a Navidad, la Iglesia pide celebrar  a la Sagrada Familia, hay que entender la vida de ésta bajo esa doble dinámica que atravesó la vida de Jesús. Hay que penetrar en lo esencial que vivió la familia de Nazaret y en la que Jesús aprendió a discernir los valores esenciales de la convivencia humana. Por eso, por supuesto,  no idealizar una forma de familia patriarcal, dentro de un clan, lo que resultaría totalmente anacrónica en nuestro tiempo. De la forma familiar de entonces, ni otras que luego sucederían a lo largo de los siglos. Se trata, como lo hizo Jesús, con la luz de la Buena Nueva, de abrir caminos a nuevas formas de familia más conformes a las vivencias y problemas de las nuevas generaciones, que incorpore a todos los excluidos de los beneficios de la vida comunitaria plena.Ω

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