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1er domingo de Cuaresma: revisar nuestra trayectoria y meta.

    LecturasGén 2, 7-9; 3, 1-7; Rom 5, 12-19; Mt 4, 1-11
    Ver textos originales en: http://textosparalaliturgia.blogspot.com/2017/01/leccionario-i-domingo-i-de-cuaresma.html


  1. Estos 40 días previos a la Pascua, la tradición litúrgica la llama “Cuaresma” y la coloca como un tiempo adecuado para reflexionar sobre la trayectoria que llevamos en la vida. Por decirlo así, sobre cuál sido nuestra “estrategia” para sortear los inevitables tropiezos, los retos y conflictos que abundan en la vida. El espíritu de conversión, de trasformación, de cambio, al que se nos llama desde el Miércoles de Ceniza, —“Conviértete y cree en la Buena Noticia”—no trata de obsesionarnos preguntándonos, “menú en mano”, sobre la posible numerosa lista de errores y debilidades típicos de todos los seres humanos.  Sin duda que habremos tropezado,  y resulta incluso morboso tratar de recordar todas las veces que hemos fallado. Lo que es importante para nuestro espíritu de conversión es ver si mantenemos la dirección correcta hacia la meta correcta. En perspectiva cristiana, esto quiere decir, que tenemos necesidad de examinar si estamos manteniendo la trayectoria enfocándonos hacia la realización de nuestro verdadero yo que es ese ser humano pleno tal como lo vivió y mostró Jesús; o si, por el contrario nos hemos quedado estancados, centrados en torno al “”yo falso, — esa imagen que nos hemos creado bajo múltiples influencias de manera miope, cortoplacista y superficial , de lo que somos  y que, al final, resulta destructiva de uno mismo y de otros con los que nos relacionamos
2.   El texto sobre las tentaciones de Jesús, no es un relato de un hecho puntual histórico, sino un intento de resumir los conflictos típicos de su época, que se le presentaron a Jesús a lo largo de la vida. Los conflictos, grandes o pequeños, son inevitables a la hora de tomar decisiones para actuar, porque siempre se nos presentan diversas alternativas de acción. Y porque no siempre vemos con claridad cuáles cosas son mejores que otras, y qué cosas van a ser prioritarias para nuestro bien y el de los demás. Ese tipo de conflictos se da en nosotros mismos, —sin necesidad de que imaginemos que hay unos “personajes con cachos” que nos acechan para confundirnos y hacernos caer. Se dan por nuestra propia constitución humana libre, por la complejidad de la vida y, en gran medida, por nuestra ignorancia y falta de formación para entender y saber discernir. No es que, —como solía decirse en expresiones religiosas de otros tiempos— porque prefiramos hacer el mal a hacer el bien. En general, en la mayoría de los casos, es porque confundimos como si fueran “bienes” y “cosas buenas” acciones potencialmente destructivas. Eso explica, en buena parte, por qué enfrentamos el reto de tomar decisiones conflictivas en todas las áreas en las que se juega la vida. 
3.   Hoy, en el texto de Mateo, se señalan tres de esas áreas. La primera, en torno a nuestras necesidades biológicas, —alimentarnos, relacionarnos sexualmente, cuidar nuestro cuerpo… Una u otra necesidad podemos “satisfacerla” o bien de manera “consumista”, acumuladora o saludable.  La segunda, la necesidad de construir nuestra identidad, nuestro yo, nuestra imagen frente a los demás.  Podemos buscarlo en comunión con los demás, entendiendo de manera realista que somos parte de grupos y comunidades a los que debemos aportar. O cayendo en la trampa del egocentrismo, pretendiendo solo destacar o impresionar. Y, finalmente,  la tercera área, cómo manejar el poder que tenemos todos, en diferentes niveles. Es un conflicto que hay que resolver en la línea de servir o en la de dominar. Y no lo tienen solo los gobernantes y dirigentes de organizaciones. Directa o indirectamente se nos presenta a todas en nuestros espacios de influencia. 
4.   En esas y otras áreas se nos puede producir confusión, por lo menos a la gente común y corriente, (aunque a otros niveles puede plantearse siempre la pregunta de por qué algunos dirigentes políticos y económicos de nivel mundial, parecen preferir la guerra a la paz, la satisfacción de los propios intereses, aunque causen daño y muerte a poblaciones enteras…) En todo caso, en muchos de nosotros es por esa confusión de prioridades, por no saber distinguir entre cosas que consideramos buenas y que, a menudo, son contradictorias entre sí, es indispensable formar nuestra conciencia para estar claros cuáles son los valores principales que nos humanizan, que humanizan a los demás, y hacen más humana nuestra sociedad, la economía, la política, la cultura, las familias…. Si no nos hemos formado en los valores del Reino,  —solidaridad, fraternidad, comunión, justicia…— y nos hemos dejado “formatear” por esos falsos valores que se han generado en prácticas económicas y financieras egoístas y se difunden en las redes, en medios de comunicación, de nada valdrá toda la fuerza de la voluntad que pongamos para vivir conforme al espíritu de Jesús. La voluntad estará condicionada por un conocimiento erróneo.

5.   En estas semanas de Cuaresma es tradición acercarse al sacramento de la penitencia, de reconciliación, para hacer “revisión de vida” en función de avanzar en nuestra conversión. Es importante entonces contar con estas enseñanzas que se desprenden del texto de Mateo de hoy, para no caer en la trampa de un examen de conciencia escrupuloso centrado en tropezones muy puntuales y aislados para corregir los cuales  creemos necesario insistir en formar nuestra fuerza de voluntad. La revisión de vida debería más bien centrarse en la percepción de la trayectoria y meta de nuestra vida a la que apunta nuestra práctica cotidiana, para identificarla y calificarla a la luz de la propia trayectoria de Jesús de Nazaret.Ω


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Comentarios

  1. Me parece que ver lo bueno o el camino correcto como nuestra meta en la vida es un mejor opción quebeeveiminarnoa por las ocasiones en que nos equivocamos. Sin embargo hay que cambiar el chip y empezar a ver lo bueno que hacemos el servicio la tolerancia y la caridad son buenas opvio
    nes en este tiempo se Cuaresma.

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  2. Recriiminarnos * ( la palabra que escribí mal)

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