Lect.: Is 9: 1-3; 5-6 ; Col 3, 12-21; Mt 2, 13-15. 19-23 Para la auténtica tradición cristiana, la Navidad, con la Pascua y Pentecostés, como parte de esta, son nuestras fiestas centrales. Por eso cada una dura ocho días, una semana, —un “fiestón” diríamos en Costa Rica. Entonces, todavía estamos en Navidad. El problema es quedarse en la superficie de la celebración, en el jolgorio, en todas esas expresiones indudablemente lindas: el portal, los villancicos, los adornos, las luces… A veces, en parte por querer hacer felices a las niñas y niños nos quedamos en una “ visión de algodón de azúcar ”, descafeinada, de la Navidad sin ir al fondo de su significado. Esto también ha afectado en la Iglesia la visión de la “sagrada familia”, que recordamos este domingo dentro de la octava de navidad. En este caso, el “ algodón de azúcar ” es una visión idílica de la supuesta casita de Nazaret, el papá un carpintero, el hijo un chiquitín rubio y de ojos azules...
Reflexiones a partir del texto evangélico de la celebración eucarística de cada domingo, considerando su estudio exegético y leído desde algunos de los retos del entorno de nuestra vida actual. Bienvenidos los comentarios.