Lect. Hechos 3:13-15, 17-19; I Juan 2:1-5; Lucas 24:35-48
- Para captar el sentido de un relato parabólico como este de Lucas, que acabamos de escuchar en la liturgia de este domingo, no podemos fragmentarlo; tenemos necesariamente que leerlo unido al relato que se narra en los versículos13 – 32, inmediatamente anteriores, se trata del relato que conocemos como el de “los discípulos de Emaús”. Nos damos cuenta de que ambos forman una unidad de texto, —fragmentado por el liturgista— con solo fijarnos en el primer versículo de hoy que dice: “Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan”. ¿quiénes son ellos? Cleofás y el otro discípulo del que no se dice el nombre. Y, ¿qué fue lo que les pasó por el camino y que ahora vienen a contarle a los Once apóstoles? que “En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido” y “Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos.”Esto es lo esencial del relato de Emaús: reafirmar la experiencia de que Jesús camina con sus discípulos, incluso cuando ellos no lo reconozcan. Y que solo a veces, como en un chispazo, pueden experimentarlo y reconocerlo, por ejemplo, en esta narración, con la fracción del pan.
- Lo impactante, ya pasando al texto leído hoy, es que cuando la comunidad de los Once escucha el relato de los dos de Emaús, en ese mismo momento los Oncetambién tienen la experienciade que Jesús resucitado se hace presente con ellos. Podríamos decir, que el testimonio de los de Emaús abre las inteligencias de los apóstoles y les permite a ellos también descubrir que el resucitado camina con y en ellos. No solo Jesús vive, —podrían creer que vive en el regazo de Dios, en el cielo— es que, además, camina conellos, camina y actúa enellos.
- Sabemos que varios de los evangelistas, para expresar la experiencia que tuvieron de Cristo resucitado recurrieron a relatos en forma de parábolas, referidas como apariciones, o visiones. Y tal es el caso de estas apariciones narradas por Lucas. Es comprensible. También Jesús utilizó parábolas para hablar de esa realidad de encuentro de Dios con la humanidad que llamaba “Reino de Dios”. Esa realidad profunda y trascendente de lo ordinario no podía ser “explicada” por procesos habituales de razonamiento. Otro tanto parecido les sucede ahora a los evangelistas cuando intentan comunicar su experienciadel Viviente, de Jesús resucitado. Estos relatos de apariciones hay que entenderlos como las parábolas que contaba Jesús, donde lo importante no es preguntarse si los detalles del relato sucedieron tal cual, sino que lo esencial es captar qué es lo que significa el conjunto del relato. Así, en el texto de hoy el evangelista Lucas quiere comunicarnos que a la afirmación de fe de que “Jesús vive”, hay que añadir la experiencia de que Jesús caminacon oensus discípulos. O, podríamos también decirlo a la inversa, que cuando intentamos vivir como discípulos de Jesús es cuando hacemos nuestro su propio camino, un camino que empieza por nacer de nuevo, no solo como individuos, sino también como comunidad, como forma de vivir socialmente inspirados en los valores de justicia, libertad y solidaridad como los vivió Jesús. En este caminar consiste, según nos repite el mensaje de este domingo, creer y vivir en Jesús resucitado.
- Alimentados, inspirados y actuando conforme a los valores de justicia, libertad y solidaridad, ciertamente, es cuando podemos decir que recibimos el saludo de Jesús, de que la paz esté con nosotros.
- No podemos menos de leer con esta perspectiva la terrible situación, prolongada por años y agudizada en este momento: la guerra desatada contra el pueblo sirio, —precisamente en la región donde se escribió el evangelio de San Lucas—, por su propio presidente y por las potencias occidentales. No es con más armas, ni con bombardeos masivos o selectivos, como se logra la paz, sino con más justicia, más libertad y más solidaridad. Pero esto no parecen entenderlo los poderes políticos y económicos. Y la llamada Comunidad internacional mira para otro lado, y el supuesto “Orden” internacional no parece más que una cobertura nominal para dar “tranquilidad” a los pueblos.
- Lo mínimo que podemos hacer, desde nuestra posición periférica y humilde, es dejar que Cristo siga caminando en nosotros y orando con todas nuestras fuerzas para que se abran las inteligencias de quienes, desde los organismos internacionales, tienen alguna capacidad para detener esta guerra y evitar una conflagración de mayores dimensiones. En los relatos evangélicos de hoy,lo que abreel entendimiento de los protagonistas es cuando alcanzan una experiencia vital de aquel que vive. El solo conocimiento de las Escrituras no era suficiente. Como no lo es tampoco el mero razonamiento discursivo, por más que sea de gran ayuda. Como lo decía el Papa Francisco esta mañana, en su homilía en una parroquia de Roma, no se trata de tener la verdad de Cristo resucitado solo en la inteligencia sino, sobre todo, se trata de dejar pasar esa verdad a nuestro corazón. Cuando eso suceda, a las oraciones se unirán las voces y acciones de todos los cristianos y cristianas exigiendo la paz. Ω
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