Lect.:
Hech 13:14. 43-52; Apoc 7:9.14-17; Jn 10: 27 - 30
- Resucitar, para nosotros, o nacer de nuevo, conlleva una nueva manera de experimentar a Dios en Jesús y de experimentarnos a nosotros mismos en Dios. Hace una semana comentábamos cómo para los primeros discípulos resultaba difícil los primeros momentos después de la muerte de Jesús, reconocer a Jesús y a Dios de una manera diferente. Lo que llaman las "apariciones" son las nuevas experiencias que tienen de esa nueva realidad que está viviendo Jesús y que ellos están viviendo en él.
- En el texto de hoy el evangelista trata de ayudarnos a entender mejor de qué se trata esa nueva experiencia de Dios. Está ligada a la experiencia de la vida propia,de las raíces y la fuente de la vida de cada uno, que es la vida del Eterno y que Jesús nos da, porque él y el Padre son uno solo. En el mismo capítulo 10, de san Juan, unos versículos antes de los que acabamos de leer, discutiendo con un grupo de judíos, Jesús les decía: “Uds dicen que blasfemo por decir que soy hijo de Dios. No me crean a mí, crean a mis obras; si hago las obras de mi Padre es que él está en mí y yo en mi Padre.” Es decir, Jesús nos abre la puerta para reconocer y experimentar que en todas sus obras que crean vida, se manifiesta el Dios creador de la vida.
- De alguna manera a lo que nos está invitando es a no perdernos, a no confundirnos, a no buscar a Dios en acontecimientos extraños, esotéricos, fuera de este mundo, fuera de lo cotidiano, sino que nos invita a experimentar a Dios, al Padre, en lo más cercano que tenemos en nosotros, en nuestra propia fuerza vital, en nuestra propia potencialidad para generar vida y, sobre todo, para llevarla a la plenitud, a los niveles de mayor realización, más allá de los meros niveles biológicos, vegetativos.
- De alguna manera nos está diciendo que la creación no tenemos que imaginarla como un hecho que ocurrió al principio de los tiempos, allá con el estallido del Big Bang, sino que es un proceso continuado en el que participamos y nos unimos todos, dando a luz un mundo nuevo, una comunidad llena de la vida del Eterno, de la vida definitiva. Y que estamos participando en ese proceso lo sabemos, si estamos realizando, como Jesús, las mismas obras del Padre, fortaleciendo, desarrollando, profundizando la vida. Llegar a este nivel de conciencia y a esta práctica, que es una práctica de amor y entrega, es participar ya, aquí y ahora, en la vida del resucitado.Ω
Considero que esa nueva vida, esa nueva forma de encontrarle es descubrirme "oveja" consentida por el Pastor. Frágil, débil y necesitado de protección, sólo así me permito escuchar su voz en el día a día
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