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12º domingo t.o.

Lect.. Job 38: 1 - 11; 1 Cor 5: 14 - 17; Mc 4: 35 – 40

  1. Sería demasiado fácil y simplista tomar este relato de la “tempestad calmada” o bien, solo para hablar del poder de Jesús que puede hacer milagros incluso frente a los peores eventos naturales, o bien, para recalcar que nos puede echar una mano en las “tormentas” de cualquier tipo que afectan nuestra vida. No es importante, en este momento, entrar a discutir, desde una mentalidad moderna, si ambas cosas son posibles. Más allá de cuál y cómo fuera el suceso extraordinario que dio origen a este relato, lo que nos importa, es entender la lectura teológica y simbólica que hizo de él la comunidad de Marcos y con qué intención. Desde esa perspectiva, hay varios símbolos fuertes que nos permiten entender el tipo de situaciones a las que lo estaba aplicando Marcos.
  2. El primer símbolo, que nos ubica en la situación que estaba afectando la vida de aquella comunidad, lo trae la frase puesta en labios de Jesús: “Pasemos a la otra orilla”. No era simplemente una indicación para marcar la trayectoria de la barca. La “otra orilla” del Lago era territorio habitado por  pueblos paganos, —“gerasenos”, dirá luego en el cap. 5—, es decir, no judíos, de ahí que la invitación de Jesús, pueda ser interpretada en la comunidad de Marcos, como una invitación, difícil de cumplir, de adentrarse en un lugar ajeno a sus costumbres y creencias, con quienes necesariamente chocarían cultural, ética y religiosamente. Refleja, es probable, la situación de las primeras comunidades cuando se abren al ingreso de no judíos. La “otra orilla” representará retos nuevos, pérdida de seguridades, dudas sobre su propia identidad, y hasta desconfianza de ese Jesús que los ha conducido a esa situación tan poco fácil de manejar. No es extraño, entonces, que la invitación a “pasar a la otra orilla” la asocien con la experiencia de una enorme tormenta que pareciera amenazar la existencia misma de las nacientes comunidades cristianas.
  3. Para colmos esos nuevos retos se les presentan a la comunidad de Marcos, ya con posterioridad a la muerte de Jesús, cuando pueden sentirse solos y sin su ayuda. Por eso ese otro símbolo, que señalan algunos autores, de que Jesús estaba durmiendo “sobre un cabezal”, palabra que también se empleaba para indicar la especie de almohada que los judíos ponían en el sepulcro, para recostar la cabeza del muerto. La comunidad estaría quejándose de que no se notaba la presencia del resucitado quien parecía estar aún en el sepulcro mientras que ellos estaban muertos de miedo por lo que les esperaba en “la otra orilla”.
  4. Más conocido es el símbolo del mar como lugar donde habitaban el Leviatán, el dragón marino y peligros inimaginables, en la mentalidad de la época. Solo Dios podía tener dominio sobre él. La decisión de adentrarse en territorio pagano con el choque cultural y religioso que les iba a acarrear, era comprensible que generara algo comparable a una tormenta marina. Cuando leemos esta reflexión teológica y simbólica, que transmite una experiencia difícil de las primeras comunidades, podemos pensar en que sigue vigente para nosotros la invitación de Jesús a pasar siempre “a la otra orilla”. Ante todo a arriesgarse a dejar la “orilla” de esa falsa identidad personal que hemos construido o hemos dejado pasivamente que se nos construya, con la errónea visión de creernos individuos aislados, fragmentados y en competencia unos con otros,… con prácticas económicas y sociales marcadas por el individualismo y el egocentrismo narcisista. Y, por otra parte, “dejar también la orilla” de una sociedad de costumbres premodernas y débiles valores pero que nos proporcionan seguridad y comodidad,  para intentar vivir los valores evangélicos en medio de una sociedad pluralista, retadora, con concepciones de lo que es la familia, la pareja, la religión, la Iglesia,…muy diversas de nuestras viejas creencias,… La tormenta será inevitable. Lo que nos sostiene es la confianza de que Jesús “no duerme”, sino que el mismo Espíritu del Resucitado nos está empujando y sosteniendo, desde dentro de nosotros mismos, para una tarea creadora.


 

Comentarios

  1. Estimado Padre Jorge
    Pasar a la otra orilla implica muchas veces dejar la comodidad en la que estamos. Hay decisiones que debemos tomar en la vida y que no nos animamos porque no sabemos que hay del otro lado. Entonces, lo que considero en esos casos es dejarse llevar e ir de la mano con Dios porque a veces los miedos ganan. Sé que son nuestros mayores enemigos, pero que duro es evitarlos, principalmente la duda, el cual estoy casi seguro que se deriva del mismo temor.

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  2. Gracias Errol, por tu comentario. "Pasar a la otra orilla" puede aplicarse a un buen número de retos que nos presenta la vida. Al escribir la reflexión yo estaba pensando sobre todo en: 1) a nivel personal el reto de dejar la orilla del "falso yo" que hemos ido construyendo en un intercambio con un entorno de "valores" negativos (individualismo, egocentrismo, la falsa idea de que somos seres fragmentados, independientes los unos de los otros, sobre todo,), 2) pasar a la otra orilla de una conciencia nueva, en que podemos ir dándonos cuenta de que todos somos parte de todos y de una realidad mayor. De ahí se derivan el amor, y la solidaridad, no como mandamiento externo, ni como un simple sentimiento que puede estar o no estar, sino como un comportamiento coherente con esa conciencia nueva. En ese sentido, no solo no me asusta "pasar a la otra orilla" sino que me motiva buscar "barcas" o "puentes" para lograrlo. 2) a nivel colectivo, pienso en las iglesias, en los partidos políticos, en los colectivos que prefieren continuar con "más de lo mismo", en lo que aprendieron en libros y manuales, en vez de leer en la "otra orilla" de una nueva cultura que está emergiendo, los "signos de los tiempos", como diría el evangelio, para dar a luz una espiritualidad, una economía, una política que responda a lo que emerge y no a lo obsoleto. En este sentido lo que me asusta es que todos esos colectivos e instituciones se resistan a "embarcarse".- Pero, no sé Errol, en qué pensabas más en concreto cuado decís que no sabemos "lo que hay del otro lado", en la otra orilla, que puede generar temor.

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  3. Precisamente eso, Padre. El medio a "embarcarse", cuando uno está cómodo en algún lugar, llámese lugar de trabajo, un país, por mencionar algunos, puede dejarse llevar por esa comodidad y dejar de explorar el posible paraíso que hay del otro lado. Ya con sus ejemplos me quedó bastante claro la metáfora de "pasar a la otra orilla" y qué tan necesario es a veces "desintoxicarse"

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