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29 domingo tiempo ordinario

29º domingo t.o., 18 oct. 09
Lect.: Is 53: 10 – 11; Hebr 4: 14 – 16; Mc 10: 35 – 45

1. Este texto evangélico parece redactado para una etapa pre – electoral, ¿no creen? Aquí tenemos a unos de los discípulos cercanos pidiendo a Jesús quedar bien ubicados en el Reino de Dios. Imaginémonos, sin hacer mucho esfuerzo, en cuántos compatriotas estarán en estos meses previos a febrero del 2010 metidos en campaña por el partido de sus preferencias, pero no por la contribución que se pueda hacer para mejorar Costa Rica, no para hacer que se parezca más a una sociedad más equitativa, más justa, sin pobreza, sin abusos sobre los débiles. No, nada de eso. En el fondo, trabajando políticamente para ver si algo le va a tocar después de las elecciones: un ministerio, una asesoría en la Asamblea Legislativa, una dirección de colegio, o una plaza en propiedad, una calle pavimentada hasta su casa o finca, algún privilegio para su empresa o, al menos, una placa de taxi. Las necesidades con imaginación crean muchas motivaciones para el trabajo partidario. “¿Qué quieren que haga por Uds.”, les pregunta Jesús a Santiago y a Juan. Después de que se ha pasado todos estos meses motivándolos a abrirse al reino de Dios, es decir, a dejar que el Dios – amor – gracia - generosidad irrumpa en sus vidas, uno podría pensar que Jesús tendría la ilusión de que los discípulos respondieran a su pregunta pidiéndoles capacitarse mejor para construir ese Reino, para llenarse mejor de su Espíritu. Pero qué desilusión, si es que Jesús pensaba así. Lo que Santiago y Juan querían pedirle a su maestro y su líder era parecido a lo que está motivando a muchos ticos para andar trabajando por Ottón, o por Laura, o Araya o por el candidato de su preferencia: “Señor, ¿me podrías dar un puestecillo, una chambita?” Esta semana me contaba una amiga, que en una de sus giras a pueblitos bien alejados, tratando de fortalecer a la gente para que participe con conciencia en las elecciones, le preguntó alguien de su propio partido, “Mirá, ¿y vos detrás de qué andás?” Es decir, ¿qué vas a sacar para vos misma de todos estos esfuerzos?” Al hombre no se le ocurría que fuera posible trabajar desinteresadamente en política, solo para ayudar a construir una CR mejor.
2. No sabemos si Jesús se desilusionó un poquito, o si se entristeció por ver una vez más lo lerdos de entendederas que eran los discípulos. Pero en todo caso, tuvo la paciencia para aclararles una vez más, lo que está bien claro en los evangelios: que entusiasmarse por dejar que Dios entre en nuestras vidas no es compatible con andar buscando poder sobre los demás, con andar viendo como acumular más y más chunches, o prestigio, o posición económica y social. Vean, les dice Jesús, “en la sociedad en que vivimos los jefes tiranizan y los grandes oprimen, pero no sea así entre Uds.” Es decir, tratando de explicarlo nosotros en nuestros propios términos, el evangelio nos dice que hay dos formas de ser y vivir diferentes ligadas a dos tipos de aspiraciones en la vida. Si lo que a mí me interesa es un tipo de sociedad en que lo importante sea trepar y trepar, en la que no importa que unos trepen y otros queden abajo, a menudo solo sirviendo de escalera para que los otros trepen; si en lo que creo es en una sociedad donde tiene que haber ganadores y perdedores, entonces se comprende que lo me importe es ver qué voy a obtener de las personas que me rodean, especialmente de los que son líderes, de los que son grandes, sean políticos, obispos o lo que sean. En nuestra sociedad occidental moderna se ha acentuado mucho ese falso ideal de vida y mucha gente construye toda su actividad profesional, su familia y hasta las actividades de Iglesia, con esa aspiración: la de ser importante, la de estar lo más arriba que se pueda, la de tener siempre más y la de destacar a base de dominar a otros. (Digo se ha acentuado, porque como Mc lo muestra ya existía entonces esa manera de vivir).
3. Lo que Jesús quiere que sus discípulos entiendan es que ese no es el tipo de sociedad, de convivencia que él impulsa. Que lo que él llama el Reino de Dios es, por el contrario, una vivencia intensa de la presencia de Dios que hace que marquemos nuestras relaciones humanas y con la naturaleza con esos rasgos del Dios y Padre de Jesús: la gratuidad, la generosidad, el amor, la fraternidad. Entonces, si nos dejamos atrapar por este ideal de vida, si coincidimos con Jesús en que este Reino de Dios es el tipo de sociedad que queremos porque nos parece más valiosa, más plena, entonces cobra sentido lo que Mc pone en boca de Jesús hoy: lo que a uno lo hace adecuado para ese tipo de sociedad es la actitud de servicio fraterno, de compartir lo que somos y lo que tenemos, la entrega a quienes sabemos que nos están unidos como hermanos en el sentido más profundo de la palabra, para que todos tengamos vida plena.Ω

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