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32º domingo t.o.: "Dios es un Dios de vivos", en Él somos y existimos.

Lect.: 2 Mac 7, 1-2. 9-14; 2 Tes 2, 16-3, 5; Lc 20, 27-38
Pueden leer los textos referidos en http://textosparalaliturgia.blogspot.com/2016/10/leccionario-i-domingo-xxxii-del-tiempo.html

  1. ¿Por qué nos interesa saber si tendremos otra vida después de esta? O, dicho en cristiano, ¿por qué nos interesa saber si después de nuestra muerte vamos a resucitar?  Hay una respuesta rápida y fácil, si somos capaces de reflexionar un poquito y es ésta. Instintivamente todos sentimos, es lo normal, que existir es algo bueno y todo lo bueno que nos puede pasar es porque existimos, y esto aventaja a los problemas y males que también vamos a encontrarnos en la vida. De ahí que, también instintivamente, en todas las épocas, los seres humanos temamos a la muerte como amenaza a dejar de existir y desaparecer. 
  2. Pero esa reacción instintiva, además, la vivimos como el apego a existir individualmente. Lo que todos parece que deseamos es que nuestro yo individual, con las características de nuestro ser material, sea eterno. ¿Por qué? Porque salvo hombres y mujeres profundamente espirituales, que solemos llamar santos, los demás no hemos descubierto todavía que más allá de nuestra existencia frágil, en la profundidad de cada uno de nosotros, aquí y ahora, ya tenemos una plenitud de ser en la que participamos de la misma vida divina. Y esa plenitud no desaparece nunca, ni siquiera con la muerte, y esto sí es parte de la Buena Noticia de Jesús.
  3. En la época de Jesús, y desde un par de siglos antes, ya se había producido de manera bastante generalizada la creencia en que, después de la muerte,  resucitaríamos a otra vida (Ver nota). Pero había un grupo social, los saduceos, un grupo sacerdotal económicamente muy poderoso,(Ver nota) que disfrutaba niveles de vida a distancia de los de la mayoría del pueblo, solo ellos negaban la resurrección. No era algo que les interesaba. Aunque utilizaban argumentos bíblicos, no se puede dejar de pensar que probablemente vivían tan bien, con sus riquezas, posesiones de tierras y control de producción que solo les interesaba disfrutar de esta vida y no estaban interesados en otra después de la muerte. Y estos son los que le plantean a Jesús el problema que nos relata Lucas hoy. La historieta imaginaria de la pobre viuda que tiene que casarse con siete hermanos, conforme estos iban falleciendo, la explicaré en la versión escrita de mi Blog y página de FB. Solo digamos aquí que a esa costumbre se le llamaba la “ley del levirato”(Ver nota)
  4. Volvamos a repetir la pregunta inicial, ¿por qué a nosotros nos interesa saber si después de nuestra muerte vamos a resucitar?  A la luz del evangelio es algo que no nos debería preocupar. Por tres razones. La primera la acabamos de decir, porque ya aquí y ahora nuestro ser profundo participa de la vida de Dios y eso no se acaba ni con la muerte. En segundo lugar, porque el mandamiento fundamental cristiano es el amor. ¿Y qué es el amor verdadero sino la entrega, el don de lo que somos y tenemos para enriquecer a los que amamos? Y, desde esa perspectiva, ¿qué puede ser la muerte sino el don supremo, el don total de nuestra vida vivida por amor?
  5. Y finalmente, una tercera razón por la que no deberíamos preocuparnos pensando en el futuro después de la muerte, es porque no hay la menor posibilidad ni siquiera de imaginarnos cómo podría ser ese futuro. Por eso es que toda la predicación de Jesús no habla nunca de cómo podría ser la otra vida, pero sí habla mucho e insiste en cómo debe ser esta vida para ir realizando progresivamente en cada uno la plenitud del amor de Dios que ya existe como una semilla en cada uno.Ω

Notas aclaratorias (de varios autores):
Los saduceos.A pesar de los cambios políticos (de los seléucidas a los romanos pasando por los macabeos, asmoneos y herodianos) existía siempre en Jerusalén una aristocracia sacerdotal de tendencia conservadora a la cual iba unida el sobrenombre de «sadoquita», en griego «saducea». Según sus doctrinas, Dios era muy poco intervencionista y los humanos, totalmente responsables; desconfiaban de la tradición oral y sólo reconocían como Escritura santa la ley divina confiada a Moisés; negaban, al parecer, la existencia de los ángeles y los espíritus; no creían en la resurrección de los muertos. 

Creencia en la resurrección.- El pueblo de Israel empezó a reflexionar sobre el más allá unos 200 años antes de Cristo. El concepto de resurrección no se acuñó hasta después de las luchas macabeas. Los libros de los Macabeos se escribieron hacia el año 100 a C. El libro de Daniel se escribió hacia el año 164 a C. Anteriormente solo se pensó en la asunción al “cielo” de determinadas personas que volverían a la tierra para llevar a cabo una tarea de salvación; no se trataba de resurrección escatológica sino de una situación de espera en la reserva para volver.

3ª  El levirato.
La norma del levirato, a la que alude y describe el texto,  ha sido impuesta con un fin preciso: «para suscitar descendencia» (v. 28). Por qué, se preguntaban los saduceos, hay que hablar de otra «resurrección» diferente de la que está descrita, propuesta, o impuesta por la Ley, es decir, la que da continuidad al individuo por la descendencia.

Para comprender esta norma ensu contexto, hay que recordar cuatro rasgos fundamentales de la sociedad hebrea: a) la importancia de la familia, que vive agrupada la mayoría de las veces; b) la poligamia, permitida a los varones; c) la prioridad concedida a las necesidades de los varones más bien que a la de las mujeres; d) la importancia de la descendencia para asegurar la continuidad del nombre. El sistema del levirato introducido por la Ley no pretendía primariamente proteger a la viuda, sino asegurar una solución de recambio que pudiera ofrecer al varón una descendencia sin salir del círculo familiar. 

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