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13º domingo t.o.. Miedo e inseguridad, inducen a la violencia

Lect.  I Reyes 19:16, 19-21; Gálatas 5:1, 13-18; Lucas 9:51-62

  1. Después de varios domingos dedicados a fiestas tradicionales católicas —Pentecostés, Stma.Trinidad, Corpus Christi…— retomamos la lectura del evangelio de Lucas, programado para el ciclo actual de la liturgia católica. Se nos narra en el pasaje de hoy el inicio de la “subida de Jesús a Jerusalén”. Es una manera de llamar a  la marcha hacia el inevitable enfrentamiento con las autoridades políticas y religiosas, después de haber concluido todos sus años de misión en los pequeños pueblos y aldeas campesinas de Galilea. 
  2. De camino, en tierra de samaritanos, tiene lugar un incidente cargado de enseñanzas. Jesús envía mensajeros a un poblado para pedir posada pero los samaritanos del lugar se la niegan. Este rechazo provoca la reacción violenta de los apóstoles Santiago y Juan quienes están tan indignados que, nada menos, piden a Jesús autorización para pedir que el cielo “envíe fuego” sobre ese pueblo, —hoy diríamos pedir “que los mate un rayo”. Jesús entonces, dice Lucas, les “increpa”, es decir, les corrige y regaña con fuerza. Ese “increpar”, con ese sentido, es la misma palabra fuerte que utiliza Lucas para narrar cuando Jesús expulsa demonios. Se hace evidente así, por una parte, que muchos de sus discípulos todavía no han entendido quién es Jesús, y cuáles son las prioridades que enseña, sobre todo con su modo de vida.  Creen, más bien,  que el mensaje religioso se defiende con el poder e incluso con la violencia, porque así lo habían aprendido en torno al Templo de Jerusalén. Y, probablemente también, debido a sus ambiciones y sueños de grandeza que en otros momentos quedan claros en el relato evangélico. Por otra parte, por contraste, queda claro que Jesús no impone su mensaje, simplemente anuncia y propone la Buena Noticia  pero respetando siempre la libertad de quienes lo oyen. Es notable ver que Jesús no se enoja por la negativa de los samaritanos; la entiende y la respeta. Pero sí se indigna con la actitud intolerante y violenta de dos de sus más cercanos discípulos. Precisamente, en la segunda lectura, de manera coincidente, Pablo les recuerda a los Gálatas que “Para ser libres nos libertó Cristo”. Ser libres para ejercer el servicio del amor,
  3. Sabemos que en aquella época los judíos consideraban a los samaritanos como herejes a los que despreciaban. Llevaban ya varios siglos de enfrentamiento y competencia, después de la vuelta del Exilio.  No es extraño que, con toda tranquilidad, estos discípulos, de origen judío  propusieran exterminar a aquellos que no pensaban como ellos y que, además, no les daban acogida. A lo largo de la historia, en la Iglesia, se ha repetido esta actitud de Santiago y Juan, llevando a los cristianos a actuar con intolerancia violenta contra los que no aceptaban sus creencias y sus normas.  El hecho histórico de la Inquisición es solo uno de los casos más llamativos y radicales en que la Iglesia elimina a los que considera como amenazas para la orientación “cristiana” de la sociedad. Luego se han visto, en muchos países, donde la Iglesia católica está en mayoría, la reincidencia en prácticas intolerantes. 
  4. A la luz de los acontecimientos recientes en nuestro país, de movimientos de enfrentamiento y crítica al Gobierno de la República y, más en particular, al Ministerio de Educación, auspiciados por Obispos católicos junto a decenas de iglesias neopentecostales fundamentalistas, cabe preguntarse ¿Será que en nuestro tiempo, en Costa Rica pueden estarse repitiendo actitudes de intolerancia de origen religioso repitiendo una situación parecida a las que nos evoca el texto evangélico de hoy?  Es cierto que después de la experiencia de las pasadas elecciones, las Iglesias se cuidan de usar abiertamente argumentos de índole religiosa. Su posición, afirman, es de “defensa de la vida, de la familia y de la niñez” y, desde ahí, se oponen a posiciones de los movimientos feministas y LGTBI. Pero, en el fondo, se fundamentan en visiones morales propias de las iglesias, aunque recientemente traten de utilizar argumentos desde los derechos humanos.
  5. Si se sospecha que la Iglesia Católica está siendo afectada por posiciones de intolerancia, es indispensable que los cristianos nos sometamos a la autocrítica.  Entendemos que nos toca vivir en una sociedad y un momento histórico de cambios muy radicales que afectan la vida, el modo de pensar y de relacionarse de todos. Y el cambio siempre, sobre todo, el cambio profundo, genera temor a todos. No es extraño, entonces, que aparezcan algunas formas de entender lo religioso que asumen posiciones muy temerosas de que esos cambios afecten a las iglesias, a la fe, y a la moral tradicionalmente enseñada. No es extraño, tampoco, que esos temores, ese miedo, generen  inseguridad y a algunos los empuje a defenderse con violencia verbal, escrita e incluso física. Hay que recordar, con el evangelista Lucas, que por esa vía, no solo no se guarda fidelidad al Maestro de Galilea, sino que, por el contrario, se crean problemas de convivencia y de mayor incomprensión religiosa.
  6. Para resolver estas situaciones difíciles como las que estamos viviendo, los y las cristianas tenemos como guía el camino de Jesús, que debe ser nuestro propio camino. Pablo nos lo recuerda, que es un camino de libertad para el servicio del amor y no de la destrucción mutua. No es un camino de poder sino de aparente debilidad porque, a diferencia de los samaritanos de la narración y de la tentación de Juan y Santiago, no pasa por la venganza y la violencia, sino por la persuasión, el don de sí, el sufrimiento, el diálogo y el perdón. Paradójicamente en esta “debilidad”, como también lo recuerda Pablo en otro pasaje, es donde nos hacemos realmente fuertes, con la fuerza de Dios, que será la que dé a luz nuevas comunidades y nuevos discípulos plenamente humanos. 
  7. Pero para poder continuar en este camino de Jesús, en situaciones tan nuevas como las que se nos presentan, es necesario antes un esfuerzo triple para entender lo que estamos viviendo: mantenerse en la búsqueda de información objetiva que no esté distorsionada por malas intenciones;  cultivar formación que beba en las fuentes del evangelio y no en versiones ideologizadas filtradas en publicaciones supuestamente cristianas y aprender a dialogar sobre aspectos importantes para la vida ciudadana no tanto con los “nuestros” sino con los cada vez más numerosos hombres y mujeres que piensan distinto a los católicos en esas materias.Ω

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