Lect.: Sab 11:22--12:2; Sal 145:1-2, 8-11, 13-14; II Tesal 1:11–2:2; Lc 19:1-10 En el lenguaje religioso, —sobre todo en las predicaciones en la iglesias—, abundan ciertas frases que luego todos repetimos de tal manera que acaban marcando nuestras creencias y comportamiento. Así, por ejemplo, cuando usamos a menudo expresiones como tal cosa es “ofensa a Dios”, o “pecado contra él”; o cuando nos obsesionamos con implorar el perdón divino, arrepentidos, quizás no de algo muy concreto sino de “haberle ofendido” por “lo pecadores que somos”, … Detrás de estas formas de hablar y otras parecidas pareciera que hay una manera de pensar en un Dios bravo y ceñudo , soberano en lo alto, aunque al mismo tiempo, muy susceptible ante los errores o flaquezas humanas que le ofenden. Por otra parte, en esa misma visión se piensa de los humanos como criaturas rebeldes y que, continuamente, cometen acciones contra la divinidad y, por lo mismo, indignos de recibir la visita divina, mucho...
Reflexiones a partir del texto evangélico de la celebración eucarística de cada domingo, considerando su estudio exegético y leído desde algunos de los retos del entorno de nuestra vida actual. Bienvenidos los comentarios.